Editorial
En una historia que tiene elementos que Mario Puzo tan solo imaginó a nivel famiglias de mafiosos, observamos cómo las ausencias y los votos de algunos senadores para aprobar la controvertida reforma judicial estuvieron revestidos de misterios, ofertas familiares de impunidad, inesperadas situaciones legales que evitaron su presencia física en la sesión en la que el futuro del poder judicial parece definido.
Al respecto, vale la pena hacer algunas observaciones que muchos tal vez ignoran o bien no han aquilatado en toda su magnitud:
- El pueblo, ese en el que se ha envuelto la mayoría partidista en ambos congresos para hacer lo que han hecho, es el menos preparado para elegir a un buen magistrado simplemente porque no tiene la capacidad para identificar a uno bueno de uno que no lo es; como consecuencia, elegirá a quienes les indiquen o, peor aún, a aquellos que les prometan más prebendas, con lo cual se pervierte la naturaleza del solón;
- Si bien existen jueces que se dejan corromper, el principal problema en el alto nivel de impunidad que impera en nuestra nación viene de la pobre integración de los casos que finalmente llegan a los juzgadores; la responsabilidad de un sólido caso que no pueda ser rebatido en la corte recae en las fiscalías y estos, a su vez, dependen del Poder Ejecutivo; sin embargo, las fiscalías no son tocadas ni con el pétalo de una rosa en la propuesta renovadora;
- La inversión extranjera tomará cada vez más distancia si no existe certidumbre jurídica simplemente porque nadie arriesga dinero en un ambiente en el que la aplicación de la ley no es clara y posiblemente sea afectada por intereses fácticos y gobiernos en turno; si a lo anterior agregamos la creciente inseguridad que todos vemos (mas no el gobierno federal), más empresas cerrarán, aumentará el desempleo, y el resto ya lo sabemos;
- Si bien la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) ya había sido traspuesta en el pasado (recordemos congresos y presidentes tricolores durante 70 años), el Poder Judicial aún se apreciaba con cierta distancia del Ejecutivo; eso desapareció con la votación del pasado miércoles.
Estos congresos tienen tres años antes de que nuevas elecciones sucedan y sean reemplazados. ¿Cuántos cambios adicionales y de qué tipo les serán insinuados “sin cambiarles una coma”? Queda por verse.
Lo que sucede, lo sabemos perfectamente, es que la verdad de todo lo que ha sucedido en este sexenio saldrá a la luz tarde o temprano, a pesar de que se haya resguardado la información “por razones de seguridad nacional”.
Por experiencia, sabemos que el pueblo olvida muy pronto a sus gobernantes salvo para hacer escarnio de ellos, alentados por políticos en campaña, o al descubrirse sus secretos.
Es una pena que lo que observamos en estos días se parezca tanto a la dividida nación que existía al final de la Revolución, hace más de cien años.
Esperemos lo mejor para México, que siempre es mucho más que su clase política.
¡Viva México!