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Perspectiva: Las (¿Viejas?) Costumbres

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Una palabra en tus oídos, de padre a hijo, escucha mis palabras …”

Father to Son, Queen

Mi primogénito cuenta con 25 años y le era importante – así me dijo – que yo conociera a la mujer que le está interesando mucho más de los límites de la amistad y que, además, le diera mi opinión. “De todas maneras, papá, yo no pienso casarme sino hasta que cumpla 33 años”, me dijo. Tal vez pensaba que me preocupaba que pensara en que ya estuviera pensando en que se uniría a alguien, cuando en realidad no es así, o tal vez me lo dijo para escucharse él mismo decirlo; lo ignoro y creo que también él.

Al hacerme la solicitud, sin saberlo, mi hijo abrió la puerta a una nueva etapa en mi vida, una que me resulta totalmente desconocida pero que para él pudiera ser trascendental: la etapa de orientar a mis hijos en cuanto a las relaciones “serias” que pudieran desembocar en matrimonio, paternidad, o una combinación de ambas.

No hablo de la plática de “sexualidad” que todos debemos sostener con nuestros hijos en edades cada vez más tempranas dada la exposición de carnalidad en la que viven inmersos desde la secundaria, e incluso la primaria; esa plática la ha tenido conmigo y, en especial y particularmente inolvidable por el marco en que se da, con su abuela paterna, que ha asumido voluntariamente el rol de consiglieri de sus nietos en esos temas, ante su cómica incomodidad.

Me refiero a las pláticas que he de sostener con cada uno de mis hijos, cuando llegue el momento, a partir de las cuales espero orientarlos en cuanto a sus decisiones de pareja, siempre con la mejor de las intenciones: que no cometan los mismos errores que he cometido yo. La mejor experiencia que puedo darles es la mía, que me he llevado buenísimas shingas, auto infligidas en todos los casos.

¿Qué he de decirles, además de que siempre respeten a la mujer con la que convivan, y que siempre conserven su identidad? ¿Qué consejos y experiencias de mi vida podrían tener aplicación en la suya, sobre todo considerando cuánto han cambiado las costumbres entre aquellos días en los que yo era novio de sus madres y los días que actualmente vivimos?

No pretendo decirles aquí el contenido de lo que he de platicar con ellos, porque esa será una plática muy personal entre cada uno de ellos y yo. Pero algo sí me queda clarísimo y pretendo usarlo como guía: las costumbres de antes en cuanto al trato a la mujer, el trato a los demás, la manera de conducirse en público, y otros detalles más, me parecen ahora mucho más importantes e imperativos de conservar cuando observo las relaciones de pareja de jóvenes de su edad y un poco mayores, y su manera de relacionarse entre ellos y entre los demás, sin olvidar la atención que prestan a sus redes sociales y a sus “smartphones”.

¿No les parece que las nuevas generaciones son altamente estridentes y mal habladas? No voy a decir que me sangran los oídos cuando escucho conversar a mis hijos con sus amigos, pero ciertamente al escuchar el primer “wey” se me genera un malestar que me cuesta superar. ¿Será que así de mal se escuchaba el “hombre”, o el “macho” que usábamos entre nosotros? No lo creo, pero pudiera estar equivocado. Lo que sí recuerdo perfectamente es que cuidábamos mucho que nuestro volumen de conversación fuera el suficiente para que nos alcanzáramos a escuchar, sin que aquellos a nuestro alrededor se enteraran de lo que hablábamos, éramos mucho más reservados, eso sí.

¿Cuánto de lo del pasado es mejor que lo del presente? Cada uno de nosotros tiene una opinión al respecto.

Desde esta perspectiva, sin embargo, algo en lo que todos coincidiremos es en que deseamos lo mejor para nuestros retoños. Nos corresponde a nosotros, sus padres, apoyarlos y ayudarlos en su crecimiento, tan solo porque siempre seremos mayores que ellos y, por lo tanto, más experimentados. La experiencia, ya sabemos, no la supera nada.

Tan solo espero que mis palabras, y mi experiencia, les puedan ayudar. Eso me haría muy feliz.

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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