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Eco de Espejos – XXIV

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XXIV

Cariátides

(Júbilo y sombras para imágenes de Aurora Reyes)

 

 

No es una sola muerte,

es la muerte con mil

máscaras distintas.

DOLORES CASTRO

 

 

Una puerta en el viaje hacia la luz.

Una puerta en la tierra hacia la sombra.

¿Qué niebla sin contorno habrá detrás?

AURORA REYES

 

El día sustancial

muere y renace

en el día leal

a la hora cierta.

Mas nace para ver

cómo se abren

las alas homicidas

del átomo inocente.

 

Muestra la tierra

un ominoso cielo

de piedras en delirio.

Esta fiesta termina

entre palabras duras.

Estas paredes

oyen nuestra muerte.

 

¿Quién avienta los astros?

¿Quién solloza?

¿Quién pide

que le den el abismo?

 

Nadie responde.

Y detrás de los espejos

que rodean este universo

no hay nada

o hay nada:

Una ausencia de mundos

un silencio clarísimo.

El resplandor: Un canto

que suena para sí mismo

       y tiene

todo el tiempo del cosmos

toda la luz del tiempo

todo lo que no somos

por ser esto que somos

sin quererlo:

criaturas del miedo,

alimañas y flores.

Tigres de sombra

que la luz deshace.

La luz, la luz, cuchillos,

pedernal, joyas hoscas y ciegas,

joyas vivas: este clamor, tristeza.

Fuga, terror de las estrellas.

 

El día tiene, a veces,

aquel rumor de agravio

que nos hunde

y nos ata

a la noria al agobio

a la tristeza al tiempo denso

de la vida.

 

Suena una piedra

en la ventana

 

Hay horas en que el mundo

muestra su cobre y cobra

el color de la cólera y del miedo:

ese apagado ruido de monedas

comidas por el polvo

caídas en los ácidos

luminosos del día.

Porque es nuestra herencia

«una red de agujeros»

otro tiempo: estos días.

 

Llega entonces la noche

y las cosas regresan

a un clamor, a un tejido

de raíces y cielos

recorridos

por la alterna corriente

de esas

funestas criaturas que somos

(bestias y dioses hemos sido).

Nacimos del Gran Miedo

que hizo temblar la tela

de las cosas.

 

Suena la vida entonces

como suena una piedra

en la ventana

 

Y aquí estamos:

navegando el azogue

desde el lado feroz

de los espejos.

Perdidos en un tiempo

que no aclara

que no amanece

y pesa.

 

Algunas veces vemos

que maduran los astros

en la otra orilla del sueño

y aquí-desde este lado

oscuro del espejo-

desviamos la luz.

 

Y suena la ventana

sin que una piedra rasgue

el cristal ni la noche

 

Y aquí es cuando tú llegas, Aurora.

Aquí entras en la escena.

Aquí rompes el cuadro

con tus versos, tu brisa,

con tus burlas hermosas

contra todas las cosas

que oscurecen la vida.

 

Estás llena de gente redentora

-Frida y Diego, los Revueltas, Siqueiros,

Nicolás Guillén, Efraín Huerta, Enriqueta,

Margarita Paz y Juan de la Cabada,

entre otras almas que en tu obra perduran-

(yo no creo en tu muerte, a tu vida canto)

viva de amor, alta de fuego, nutrida

de raíces poderosas.

 

Madre Señora de la vida y de la muerte.

Señora del poder sobre las flores.

Madre Coatlicue, tierra, Patria, lucha.

Regidora del cambio en nuestra sangre.

Recolectora de frutos, Reina de la danza.

Cazadora del sol y del relámpago.

Domadora de sombras. Guardadora del sueño.

Conductora de peces y de flamas;

el mundo retrocede

cuando tu pueblo impulsa su codicia de ola

y levanta la voz.

 

Llegas, Aurora Reyes, del mar,

de la luz de tu infancia,

del amor, del poema,

del amor de la luz

del asombro y del fruto

de la sombra y del fuego.

 

Llegas Aurora Reyes

y mi vida atesora

lo que nos dijo Éluard:

«Hay otros mundos

pero están en éste».

 

¡Viva la vida, Aurora!

¡Viva la poesía!

Y mueran los poetas pesimistas.

Y mueran los poetas

que esgrimen como espadas de palo

poemas optimistas:

 

Los poetas festivos, los poetas folklóricos,

los poetas históricos,

los poetas histéricos,

los poetas telúricos y los poetas cívicos.

 

Nazcan nuevas palabras.

Sirvan éstas nomás para decirte

que yo te amo, Aurora,

con un amor sin tiempo

sin culpa y sin medida.

Te amo desde tu risa

hasta la puerta

que en el viaje se abre

hacia la luz.

 

Ven, hermana, amiga, canto.

Ven alegre, madre, ala.

Vamos caminando

con mi mano en tu mano

con tu voz en mi voz.

Vamos, Aurora Reyes

a imponer el mundo donde sueñas.

 

Para ti las manzanas y los pájaros

(nuestra es la tierra)

Para ti los poemas

Para ti los muchachos y los pueblos

Para ti toda la música y el río

que enlaza a los astros con los rostros.

 

Aquí te entrego esta llave de plata

que ha de abrirnos la puerta:

Las puertas de la tierra hacia la luz.

Abriremos esa puerta cuando quieras.

 

Raúl Cáceres Carenzo

Continuará la próxima semana…

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