Ayudando Al Tío José del Carmen

By on octubre 12, 2016

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Recuerdos de Mi Infancia: 1935 – 1938

Hopelchén y Dzibalchén, Campeche

Mérida, Yucatán, México

CAPÍTULO 27

Ayudando Al Tío José del Carmen

El tío José de Carmen Barrera Lara gustaba de hacerme sentir importante prestándole mi ayuda en algunas de las faenas que realizaba. Bien sabía que yo era feliz con eso, y era suficiente para que no le importase mucho que esa mi espontánea colaboración no le reportase muchas utilidades y ni siquiera mínimos beneficios.

Tenía gente especializada en cada uno de los trabajos que se hacían, así que muchas veces mi colaboración, más que ayuda, lo único que hacía era retrasar las faenas que se ejecutaban; pero más adelante, cuando el trabajo volvía a realizarse, de nuevo me llamaba, como si mi presencia fuese sumamente importante.

Cuando los carros llegaban al pueblo llevando mercancía para la tienda, tras de él me iba rumbo a las bodegas, construidas a un lado de los corrales, para quedarme allí, más que como espectador, como ayudante. Me daba lápiz y papel y, advirtiéndome que era un trabajo muy importante, me dejaba anotar el número de bultos que se iban bajando, con su correspondiente kilaje. Creo que era un trabajo que no se necesitaba, pero yo era el más feliz de los chiquillos, sintiéndome tan importante con aquella encomienda “tan delicada”. Con aquella tarea, como que una cosa muy especial se me ponía en las manos, ya que nunca había visto que ni los propios ayudantes del tío la realizasen. Ahora pienso que en realidad fue un trabajo “muy especial”, creado por el tío para tenerme allí quietecito, sin meter las manos en la mercancía cuando se estaba recibiendo y bajando.

En otras ocasiones, colaboraba durante los días que se empleaban para la fabricación de las velas que se expendían en la misma tienda.

La tienda del tío José de Carmen no era la única del pueblo y cada una de las otras también fabricaba sus propias velas. Y si es cierto que la luz eléctrica con que se contaba en aquel tiempo no era muy esplendorosa que se diga, al menos era suficiente para satisfacer las necesidades de las casas que contaban con ella. Las velas se reducían al uso de las casitas que iban quedando fuera del centro del poblado y para los cultos de la iglesia, que también resultaban un tanto escasos.

Raúl Emiliano Lara Baqueiro

[Continuará la próxima semana…]

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