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Recuerdos de Mi Infancia: 1935 – 1938 – Después del Tercero de Primaria y los Aviones que Llegaban y Salían de Dzibalchén

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Recuerdos de Mi Infancia: 1935 – 1938

Hopelchén y Dzibalchén, Campeche

Mérida, Yucatán, México

CAPÍTULO 25

Después del Tercero de Primaria y los Aviones que Llegaban y Salían de Dzibalchén

Terminando el tercer año de primaria elemental en Dzibalchén, abandoné las aulas de su pequeña escuela. De la escuela que, siendo mucho más pequeña que la de Hopelchén, no tenía más cabida que para los estudios que yo ya estaba terminando, ni más cabida, ni más profesorado.

Así que aquel curso representaba, para la chiquillada de entonces, la graduación y el final de su preparación escolar: Se sabía leer y escribir y aplicar las tablas aritméticas. Eso era más que suficiente para esa juventud, que más adelante se conformaría con establecer un comercio en una localidad, o con heredar el comercio establecido por sus padres.

Pero, aunque yo también abandoné la escuela como todos los compañeros de estudio, no por eso, sin embargo, dejé del todo aquellos estudios. Ni los dejé, ni los tíos José del Carmen Barrera Lara y María Concepción Baqueiro Lara me lo hubiesen permitido.

Ya mis padres estaban emprendiendo el viaje para radicarse en la ciudad de Mérida, y eso sólo significaba la continuación de mi interrumpida preparación. Así que, mientras llegaba el tiempo de ir a reunirme con ellos, que representaba algo así como dos o tres meses, allí mismo, en la casa de los tíos y bajo la estricta vigilancia del primo Ermilo Barrera Baqueiro, se me dedicaba a seguir ampliando mis no tan ricos conocimientos de estudiante pueblerino. Se me dedicaba a ampliarlos solo en determinadas materias y a tratar de afianzarlos bien en las otras, como era el caso de las matemáticas, que siempre fueron para mí una tortura y un dolor de cabeza. Mi lectura era magnífica, y mi escritura no era del todo mala. Pero andaba demasiado flojo en las cuatro tablas aritméticas.

Los domingos eran mis días de descanso. Los lunes y los jueves los estudios quedaban reducidos a la mitad por ciertas obligaciones, si es que podían llamarse obligaciones a las que el tío José del Carmen me tenía destinado para esos días.

Eran los días en que bajaban en Dzibalchén los aviones que hacían el servicio de carga, de correo, y de pasajeros en muy contadas ocasiones, ya que no eran en verdad muchos los que nos visitaban.

Eran los días en que tenía que estar pendiente de recoger la correspondencia, tanto particular como la destinada para la tienda. Tenía que recoger la que llegaba y despachar la que se iba. Era en realidad un trabajo sencillo, un trabajo que bien podía hacerse en menos de20 minutos, en el costado opuesto a donde vivíamos. Era cuestión de cruzar de ida y vuelta.

Y si los estudios me quedaban reducidos a la mitad era porque el tío José del Carmen bien sabía que aquellas diligencias no las efectuaba en la oficina de correos, sino que me gustaba llegarme al mismo aeropuerto para esperar la llegada de los aviones “de ruta”, como el pueblo les llamaba. Y como esos aviones no llevaban un horario muy exacto, tenía uno que presentarse con bastante anticipación, si es que se gustaba, como yo, verlos llegar y descender a la pista.

Raúl Emiliano Lara Baqueiro

[Continuará la próxima semana…]

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