Perspectiva: Los Incrédulos

By on marzo 5, 2015

“Nuestros mal llamados líderes hablan

Con palabras intentan aprisionarte

Subyugan a los mansos

Pero es la retórica del fracaso…”

Spirits In The Material World, The Police

 

Comenta el presidente al Financial Times inglés que México “está plagado de incredulidad y desconfianza” y, junto al otro infortunado comentario aquél de “nadie aplaude”, suena a queja de nuestro mandatario más que a mea culpa.

Lo cierto es que no está alejado nada de la verdad: ni le aplaudimos ni tampoco le creemos ni confiamos. Pero no es solo a él, sino a todo lo que huela a gobierno y funcionarios, tanto a nivel local como a nivel federal. Y es que muchos de nosotros hemos sido timados por estos personajes.

Nadie se salva: azules que esperaban la oportunidad de salvarnos de los “pillos” tricolores resultaron ser iguales o peores, sin olvidar a los amarillos o a los verdes. Todos son iguales y todos nos han visto la cara cubiertos por ese andamiaje llamado “fuero” que ellos mismos han pervertido ad nauseaum.

Tal vez lo más molesto sea que, a pesar de que eventualmente todas las mentiras son descubiertas a la luz del día, no existe castigo por las malas obras. La impunidad agravia. Ejemplos de lo que menciono abundan tanto en nuestra historia reciente como en nuestro pasado. Tomemos el caso presentado en nuestro Diario del Sureste en semanas pasadas, el del gobernador Eleuterio Martínez en 1915 que malversó fondos durante su breve período – 4 meses – al frente del gobierno de Yucatán, y que tan solo fue “sustituido” en el cargo por Carranza, sin mayor castigo. ¿Les suena familiar la historia? ¿Acaso no hemos estado viendo y viviendo este escenario por los últimos cien años?

Ya estamos hartos (que no es lo mismo que “cansados”) de que ellos mismos se confabulen y cuiden las espaldas, y no será con palabras ni con demagogia que logremos confiar de nuevo en los políticos. No, para ello necesitamos ver acciones y ver a algunos de ellos tras las rejas, y sean despojados de sus ganancias mal habidas. Si, por ejemplo, deseamos reducir lo que se asigna a los partidos, o reducir el número de diputados o de senadores, o reducir cualquier renglón presupuestal, necesariamente la propuesta debe venir de alguna de las (re)cámaras de diputados o senadores, y que eso suceda es prácticamente imposible: ¿renunciar o recortar sus beneficios? ¡Faltaba más!

Todos sabemos que la confianza tarda años en construirse y que es muy frágil. Todos hemos vivido episodios personales en los cuales la confianza que nos fue depositada es afectada y tarda mucho en recuperarse y, en muchas ocasiones, jamás se recupera al 100%.

Esto es algo que todo aquél que se dedique a la política debe tomar en cuenta y nunca olvidar.

Desde esta perspectiva, no la tienen fácil los aspirantes. Estamos creando consciencia y la información que existe ahora disponible, en muchos casos proporcionada por gente que está en los círculos cercanos a estos protagonistas y que también está harta de su prepotencia, no deja sombra de dudas sobre su comportamiento.

Me pregunto cuánto avanzaríamos como país si tan solo los presupuestos se ejercieran – y se vigilaran – como se planean, si el dinero llegara completo – sin moches o recortes – y fuera administrado con toda limpieza y legalidad.

Me pregunto quién de nuestros políticos estaría dispuesto a pasar a la historia como el primer político honesto y comprometido con nosotros, que somos los que pagamos sus salarios y que recibimos el mínimo beneficio por ellos.

¿Algún voluntario?

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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