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Perros hiperactivos

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«Debidamente entrenado, el hombre puede llegar a ser el mejor amigo del perro»

Corey Ford

 

Tal vez tengamos un perro en casa que nunca para de jugar, correr, morderlo todo… ¡Enhorabuena! Estás en presencia de un perro hiperactivo.

Lo que tenemos que tener en cuenta es que, siendo un cachorro, tal vez solo sea cuestión de la edad y que con el tiempo se irán tranquilizando. Pero a veces, siendo ya un perro adulto, siguen con el mismo comportamiento. Es ahí donde tenemos un problema al que deberemos de enfrentarnos de la mejor manera posible.

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Primeramente deberemos evaluar si este comportamiento es debido al aburrimiento, ansiedad por separación, excitación por la interacción con perros vecinos, o simplemente para atraer la atención del dueño.

El primer paso es descartar que pueda tratarse de una hiperactividad derivada por una enfermedad, que no suele ser probable pero se puede dar.

Descartada la patología, el siguiente paso sería preguntarse si se trata de hiperactividad de cachorro, o tenemos un perro cuya raza la predispone a tener ese carácter, como por ejemplo, los perros de caza o pastoreo.

En estos casos, sólo podemos actuar recompensando al perro en los momentos en los que esté tranquilo, y deberemos ejercitarlo todo lo posible para ir agotando poco a poco sus reservas de energía.

Cuando el perro actúe en estado de hiperactividad, lo mejor es ignorarlo y alejarse. Esto ayudará a que se calme con más facilidad. Si lo castigamos, tendremos que tener en cuenta que la aplicación del mismo deberá de ser justo al principio del comportamiento y cada vez que surja. Las recompensas sólo se darán cuando el perro esté tranquilo y se domine. Si somos capaces de controlar su excitación durante un par de minutos, entonces lo recompensaremos con comida al final de los minutos pertinentes (ya que las caricias y los halagos podrían devolverlo al estado de excitación), y repetiremos el ejercicio cuando el perro esté cansado y con predisposición a un estado de calma.

Todo lo que sea una amenaza a sus “posesiones” provocará en él una alarma de aviso, por lo que la acción más lógica es que ladre para intimidar y, con ello, hacer que el perro, animal o persona que quiera acceder a su entorno desista de tales intenciones. La mayoría de las veces funciona.

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Un cachorro aprende que, si ladra con insistencia, en la mayoría de los casos consigue lo que quiere. Así que, en vez de callar al perro, resultará más fácil eliminar el estímulo que provocó el ladrido.

Antes de nada, hagamos las siguientes preguntas:

  • ¿Es una conducta natural o aprendida?
  • ¿Qué fue lo que originó que empezara a ladrar y cuándo empezó a ser un problema?
  • ¿Cuál ha sido nuestra reacción?

Para resolver el problema pueden ser necesarios procedimientos tales como la extinción, o la reasociación.

Dependerá del caso que tengamos entre manos será mejor el uso de uno u otro.

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Con este procedimiento eliminaremos la conducta aprendida, siempre que podamos saber el factor que reforzó y mantuvo, o provocó el comportamiento. Por ejemplo, nos ladra para que le dejemos entrar en casa y lo consigue, nosotros hemos reforzado esa conducta ya que ha conseguido lo que buscaba.

En estos casos lo que tenemos que hacer es eliminar la recompensa: no lo dejaremos entrar y su comportamiento desaparecerá poco a poco. Sólo entrará cuando lleve un tiempo sin ladrar y esté tranquilo.

Normalmente, cuando un perro ladra en exceso suele llevar aparejados otros problemas conductuales. Con un poco de suerte podremos tratarlo todo a la vez, ya que normalmente irán asociados.

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Reasociación

Puede utilizarse cuando los ladridos se producen en ausencia del dueño. Este método es lento, por lo que la paciencia aquí es imprescindible.

Si podemos entrar en casa sin que el perro emita un solo ladrido, lo recompensaremos (en otra zona distinta a la entrada) con comidas y halagos.

Si el perro no ladra, pero presenta un comportamiento destructivo, como morder muebles, destrozar el jardín, rascar paredes, etc., es importante controlar el estado emocional del perro cuando cometa un acto destructivo, observando cómo y cuándo lo hacen. Si no sacamos al perro lo suficiente para que no se aburra, conozca su entorno con sus miles de olores y se distraiga con otros perros, por simple aburrimiento podrá romper cosas en casa. Otro caso distinto sería si remueve la basura para encontrar comida.

Cuando no hay ansiedad de por medio, habrá que evitarse la causa que provocó el problema para que no vuelva a surgir, por lo que sería conveniente un programa de educación en obediencia, ejercicio y atenciones diarias.

Cuando se intenta solucionar un problema de comportamiento que está causado por un problema emocional, entonces sería más aconsejable la utilización de métodos indirectos o de reasociación.

Pero quizá lo más importante es saber que, en la mayoría de los casos, dándole los cuidados que necesita, y ocupándonos correctamente de su tiempo de ocio lo podríamos evitar en gran medida.

 

Dra. Carmen Báez

Presidenta de El Muro Mérida A.C.

 

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