El Tianguis de la colonia Francisco I. Madero

By on marzo 20, 2015

El parque de la colonia Francisco I. Madero da cabida a uno de los principales tianguis de la ciudad los fines de semana. El que aquí se instala surgió, según dicen algunos, hace 24 años y estaba inicialmente al frente del templo parroquial del Divino Maestro.

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Este inicial mercado sobre ruedas fue desarrollándose hasta convertirse en el mercado de la colonia y, actualmente, los sábados y domingos aloja a un sinnúmero de oferentes que expenden diversos productos desde prendas de vestir llegados de los mercados fronterizos de Chetumal, hasta baratijas u objetos que por sí solos no tienen una explicación de su funcionamiento, pero sí para ojos expertos que andan en la búsqueda de tapas de gasolina, piezas y accesorios para teléfonos celulares, refacciones de artículos de línea blanca, medicamentos, perfumería, y otros.

 Los coleccionistas de miniaturas y juguetes se encontrarán en su elemento. Aquí aún es posible encontrar juguetes o piezas de artículos que fueron distribuidos por marcas refresqueras, o que venían en los Chicki pack, las cajitas felices de los negocios de comida rápida. Los hay por miles.

También hay libros, cómo no, todo tianguis que se precie debe ofertar libros. Pero, ojo: no vaya con un vendedor de libros. Ellos leen y se informan, saben ponerle precio a sus libros. Aun así son bastante económicos en comparación con otros libreros de ediciones antiguas del centro, o de los comercios establecidos, y de los especialistas en el ramo.

Una recomendación: vaya con aquellas personas que venden ropa, artículos de herrería, con un expendedor de juguetes. Ellos tienen libros de 5 a 10 pesos, de los cuales le cito dos ejemplos: Madera de héroe de Miguel Delibes, y el facsímil del libro, la Universidad Nacional de México, 1910, que contiene el acta constitutiva de su fundación, antecedentes, invitaciones, discurso de inauguración e imágenes de los asistentes.

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Aquí se abre un paréntesis para una anécdota. Un marchante, en su recorrido por el tianguis se encuentra con una vendedora de diversos objetos, entre ellos plantas, libros y revistas. Revuelve y repasa lo que se expone sobre un rectángulo de nylon extendido en el piso de cemento. De pronto, halla un ejemplar que le maravilla, y hace esfuerzos para disimular su interés. “¿Cuánto vale?”, pregunta. La señora le responde – veinte pesos -. El marchante, un tanto maniático, revisa el libro, lo mira por todas partes, lo abre en la página 69, lee. Mira el número y fecha de la edición, pasa las páginas, revisa el lomo, la tapa, la contraportada. – “Le ofrezco quince pesos”, dice. La señora, agitada y con los ojos casi desorbitados por el intento de ‘machetazo’ contesta –“No, señor, el libro tiene veinte cuentos”. Irrebatible y sin espacio para la negociación. El libro vale mucho más, son los relatos completos de Sergio Pitol. Editados por Alfaguara. El marchante paga y se aleja lo más rápido posible.

Acorde a la división social meridana, el mercadillo es conocido popularmente como tianguis, y las cocheras o alambradas albergan bazares. Como se sabe, la palabra “tianguis” es un préstamo del náhuatl tiyānquiztli – ‘mercado’, que es el tipo tradicional que ha existido en Mesoamérica desde la época prehispánica, y que ha ido evolucionando en forma y contexto social a lo largo de los siglos. En Yucatán hay otras palabras del valle de México que tienen carta de residencia: coa, comal, mecapal, tenate, quesquéme, batea, guaraches, el apellido Nahuat, etc. En el norte, y sus zonas noreste o noroeste, hay ventas de garaje y letreros de For sale. La palabra misma tiene origen francés y anglosajón, es el espacio para guardar el automóvil y cosas que van perdiendo utilidad para los dueños originales, pero que cada determinado tiempo abren para ofertar todo lo acumulado y obtener alguna ganancia.

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Esto es el poniente meridano. El sector broncudo de la zona dorada. A menos de un kilómetro está la avenida Jacinto Canek, por las noches una de las arterias y mercados de la prostitución masculina en su vertiente travesti. A cinco cuadras está el Parque Hundido, un antiguo banco de materiales, luego basurero, y finalmente rescatado para reconvertirlo en espacio para la recreación y esparcimiento de las familias del rumbo, y preferido por los jóvenes de uno y otro sexo para la procreación. A dos cuadras está el hospital psiquiátrico, donde se han dado abusos físicos y sexuales de pacientes ambulatorios. Enfrente del mercado está la secundaria general – y antes Federal – 2  “José Emilio Vallado Galaz”, donde se han dado casos de adulteración y consumo de bebidas con psicotrópicos entre los estudiantes con consecuencias fatales, además de reclutamiento de adolescentes, no precisamente con fines artísticos, por ex directores y personal de la exquisita orquesta sinfónica. La tragedia social y, en consecuencia, las manifestaciones delictivas están a la vuelta de la esquina. Todo lo que refiero ha sido publicado en medios locales. En fin, no es un zona del todo atractiva, pero que la habitan personas un tanto tranquilas y trabajadoras, o que saben conducirse entre la corrección cívica y urbana, pese a la desastrosa situación económica y social de la nación.

Nuestro tianguis hoy en día, se desborda por las aceras de la manzana que conforma, la parroquia, el mercado, el parque, los andadores, la fuente, la minipista de patinaje y los alrededores del campo de beisbol. Incluso junto al espacio que conforma la primaria que lleva el nombre del apóstol de la democracia, es una cuadra conformada por las calles 28, 32, 33 y la Avenida Madero o Circuito Colonias. Pase usted allí entre semana: no reconocerá el lugar. Está semidesierto, solo se aprecia el trajín diario del mercado con sus frutas y verduras, sus carnicería, sus puestos de comida, los comercios cercanos. El fin de semana todo ello es absorbido y difuminado por el tianguis. Para dar cierta comodidad a los oferentes, una empresa ofrece el servicio de renta de puestos con armazones tubulares y techos de lona; los hay de todas medidas, necesidades y capacidades económicas. La renta de un puesto pequeño de dos metros cuadrados vale 50 pesos. El ayuntamiento también despliega a sus inspectores: todos los espacios pagan una cuota fija de 50 pesos.

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En pocas palabras el tianguis, si se es un tanto exigente, es un lugar donde se expenden cosas, artículos, objetos que otros han dejado de usar y sacaron a la acera de la puerta de sus casas, basura si se quiere, pero aquí se comprende que la basura tiene aún larga vida útil y un valor. Aquí aplican las triples erres de la sostenibilidad ecológica: el reciclaje, la reducción y la reutilización, pero con un valor económico agregado. Mucho también de lo que aquí se oferta o demanda, se consigue en las incursiones que estas personas vecinas del rumbo, o no, realizan en las colonias del norte de Mérida.

El mercado popular del barrio meridano o colonia Madero, el tianguis, es un espacio en el cual se manifiesta lo más representativo de nuestra cultura local, de nuestra expresión como conjunto social.

Juan José Caamal Canul

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