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Historia de un lunes – LIV

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MÚLTIPLES USOS DE LA IMPRENTA EN SU HISTORIA

Durante este año de 1991, que se cumplen diez años del fallecimiento del poeta y editor Humberto Lara y Lara, no he podido evitar memorar las áticas reuniones que tenían lugar en su imprenta durante los medios días, a la hora de la cerveza. Su imprenta estuvo originalmente localizada en la calle 58, a un lado del bar La Placita, de un señor Sansores. Con el tiempo se trasladó a la 72, por el barrio de Santiago, no lejos de la cantina El Chemulpo. A ambas imprentas asistían a partir de las doce del día los más distinguidos intelectuales de entonces, cuya relación sería interminable. Las charlas, amenísimas, tocaban todos los temas y estaban salpicadas de humorismo.

La imprenta en Yucatán, a partir de su introducción en 1813, ha servido para muchas cosas, aparte de imprimir libros y periódicos. En el siglo XIX era una suerte de agencia de colocaciones, comercio de artículos en general y cenáculo de inteligencia peninsular de hace más de cien años. Hojeando los periódicos de aquella época, observo que en las imprentas se arreglaban negocios y se consumaban ventas. En “El Noticioso” del 15 de enero de 1847 nos enteramos de que en la imprenta de Castillo y Compañía se anuncia para la venta la “Historia de Yucatán” del padre “Cogolludo”, en dos tomos; su precio es el de 8 pesos la rústica y 10 empastados a la holandesa”. ¡Qué precios! Hoy es harto difícil conseguir la historia de Cogolludo (las primeras ediciones por supuesto) a no ser que paguemos una respetable cantidad de dinero. Expertos bibliófilos yucatecos conocen el precio de esos raros tomos.

Siempre de “El Noticioso” tomo los siguientes avisos de venta de “un piano de seis octavas de muy poco uso y de buenas voces” y de “un caballo bueno calesero sin resabios ni tacha”. ¡Imagínese: acudir a una imprenta no para encargar un libro sino para adquirir un piano y un caballo!

Generalmente debajo de estos anuncios se añadía la siguiente línea: “en esta imprenta darán razón”. En este caso particular se habla de la imprenta donde se editaba “El Noticioso”. En ocasiones la imprenta servía para cuestiones más deleznables; por ejemplo, cuando un esclavo, hastiado del miserable trato que recibía en la hacienda donde laboraba, huía de ésta, el propietario solía sacar un aviso informando al respecto y ofreciendo una recompensa por la captura del fugitivo. Dicha recompensa era pagada en la misma imprenta donde se publicaba el periódico que anunciaba el aviso.

(4 de mayo de 1991)

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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