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El Ateneo Peninsular

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La construcción de este notable edificio de nuestra ciudad se remonta al período entre los años 1573 y 1579, en pleno siglo XVI. Se le conoció también como “Palacio Episcopal de Yucatán” debido a que albergó a los Obispos de Yucatán, y su ubicación está a un costado de la Catedral. El edificio consta de dos plantas, y de un patio central con corredores de arcos de medio punto, siendo durante el gobierno eclesiástico de Fray Diego de Landa que se inició su construcción, para ser concluido durante el período del obispo Fray Gonzalo de Salazar.

En un principio estuvo unido a la Catedral por dos capillas. En sus primeros años fue sede del Seminario Conciliar de San Idelfonso, y es considerado como el edificio más representativo de la ciudad de Mérida, pues ha pasado por diferentes etapas desde su construcción hasta la presente fecha.

En 1751, el obispo de Yucatán, Fr. Francisco de San Buenaventura Martínez de Tejada Diez de Velazco, fundó el seminario conciliar de Nuestra Señora del Santísimo Rosario y de San Ildefonso, o Colegio Tridentino, en los patios de lo que fue el Palacio Episcopal.

Estaba comunicado al fondo con la Catedral y, en algún tiempo, una de sus partes fue ocupada para los servicios del templo. Cuando se le comenzó a utilizar para otras actividades se le segregó otra sección para formar el “Pasaje de la Revolución”. En la entrada del antiguo seminario aún se conserva una elegante ventana central enrejada, flanqueada por dos estatuas labradas en piedra de la Virgen del Rosario y de San Ildefonso.

En el interior, su principal característica eran las arcadas de su pequeño patio, un pozo con sus primitivos hierros sobre el brocal. El edificio deja de funcionar como Seminario en 1861, debido al decreto de las Leyes de Reforma, que declaran extinto ese instituto educativo.

Fue a mediados del mes de marzo de 1915, cuando hace su entrada a la ciudad de Mérida el Gral. Salvador Alvarado Rubio con los poderes que le había otorgado el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista don Venustiano Carranza, que toma la Catedral y el Palacio Episcopal, disponiendo que el entonces Palacio Episcopal sirviera para dar alojamiento a sus tropas.

En poco tiempo Alvarado se declara abiertamente en contra de la iglesia. El 5 de junio de 1915 incautó la antigua sede obispal y decidió cambiar su aspecto, de una fachada sencilla típica del estilo colonial al estilo afrancesado. Modificó los corredores del interior y hasta algunas habitaciones. Alvarado le encarga al entonces Director de Obras Públicas, Manuel Amábilis, las reformas que dan lugar al edificio en la actualidad, es decir, la remodelación de las fachadas norte, sur y poniente, y la apertura de una calle que lo separase de la Catedral. A esta remodelación obedece la demolición de las dos capillas que unían al edificio con la iglesia.

Se conjetura que el edificio toma su nombre de la sociedad literaria Ateneo Peninsular, nombre propuesto por Calixto Maldonado, de la cual fue su sede después de la remodelación en 1915, aunque únicamente de 1923 a 1926. Varias fuentes indican que de 1915 a 1918 se gastaron más de 105 millones de pesos en la obra.

A partir de ese entonces, dos esculturas adornan el friso superior del edificio, enmarcando el escudo nacional de principios de siglo, y debajo se encuentra el título “ATENEO PENINSULAR”, en honor a la sociedad de ese nombre.

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Jorge Zapata

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