Luz y Sonido en Uxmal

By on marzo 20, 2015

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Hacían varios años desde que asistí por última vez a presenciar el espectáculo de Luz y Sonido a Uxmal, hasta que regresé el pasado fin de semana, el 14 de marzo. Tal vez por mi edad, tal vez porque mi nivel de consciencia se hubiera acrecentado con el paso de los años, el caso es que hubo momentos durante el espectáculo en los que se me crispaba la mandíbula debido a lo que escuchaba. Pero no nos adelantemos y transcribamos lo que ahora conlleva una visita a este espectáculo ofrecido por Cultur y el gobierno del estado.

Para abordar la carretera que nos lleva a Uxmal se toma la carretera que lleva a Campeche – a menos que se desee ir por la salida a Umán – y, al localizar la salida sobre la carretera que indica Muna y Uxmal, se debe subir al puente para incorporarse al tráfico en dirección a Muna. Aquí comenzaron los problemas: la susodicha salida sobre la carretera a Campeche está en estos momentos en reparación y no existe indicación alguna de la maniobra que debe hacerse para incorporarse a la carretera a Muna. Lo que hubo que hacer fue continuar hasta el siguiente retorno sobre la carretera a Campeche –varios kilómetros más adelante –, dar vuelta a la izquierda,  retornar con dirección a Mérida, y encontrar la salida a la derecha que lleva a Muna. Si bien esto es algo lógico para nosotros que vivimos aquí, no me imagino cuán difícil sería esta maniobra para algún extranjero o visitante de otro estado que no estuviera familiarizado con nuestra red carretera, pero sí puedo imaginarme las incomodidades e imprecaciones que emitiría.

Es necesario señalizar mejor y, considerando que vivimos en una gran parte del turismo, asegurarnos de que cualquier reparación en nuestra red de carreteras ofrezca alternativas para los que transitan sobre ella.

El resto del trayecto no presenta mayores contratiempos y, de hecho, resulta muy ágil a lo largo de los poco más de 70 km que consta. El libramiento de Muna vino a ser una excelente solución vial.

Al llegar a Uxmal, a la vera de la carretera justo antes de ingresar a la zona arqueológica, se encuentra el Museo del Cacao (del cual platicaremos en una próxima entrega).

Para entrar a la zona arqueológica es necesario franquear el estacionamiento, y para ello y si se llegó en un vehículo automotor propio, es menester desembolsar 30 pesos. Considerando que cada boleto de entrada al espectáculo de Luz y Sonido para turistas nacionales mayores de 13 años cuesta $52, cobrar un 60% adicional disfrazándolo de “pago de estacionamiento” me parece demasiado costoso. Más aún cuando el espectáculo dura alrededor de 45 minutos. Pero bien, o se paga o se arriesga uno a dejar el vehículo sobre la carretera, al no haber otras opciones de estacionamiento que no fueran parte de los hoteles en el sitio.

Esa tarde había llovido unos momentos antes de que llegáramos al estacionamiento, por lo que el dependiente amablemente nos indicó que no nos cobraría la tarifa a la entrada sino a la salida, pues era posible que se cancelara la función debido a la lluvia. Si se cancelaba, no nos cobraría. Chaac manifestaba su presencia.

En la taquilla se avisa que existe un número finito de boletos por función (250) y, por lo tanto, hay que estar temprano y hacer la fila. Claro que esto vendría valiendo de poco si es que llegaran camiones con turistas y entonces la pregunta obligada se volvería, ¿a quién se le daría prioridad: al turismo nacional o al turismo internacional? En realidad esto ni siquiera debería entrar a debate: si llegara a presentarse la situación, espero que den cabida a todos los que se hayan tomado la molestia de aparecerse a la función, sean mexicanos o extranjeros. Se trata de dar el mejor servicio siempre, pero no vi a nadie con la suficiente autoridad para tomar esa decisión si fuera necesario.

El espectáculo está diseñado, como desde sus inicios, para presenciarse en el Cuadrángulo de las Monjas: sobre la plataforma en su cara norte se colocan sillas de plástico en cantidad de 250, en cantidad aproximada de 50 por fila, en 5 filas. Sugerencia: todas las sillas de plástico quedan al mismo nivel, ¿no será posible que se instalen y desinstalen gradas, con lo cual todos obtendrían una visual adecuada del espectáculo, independientemente de su edad y estatura y, además, se aumenta el aforo?

Pero la parte más agraviante del espectáculo, y que desmerece por completo la majestuosidad del escenario que proveen los edificios y las luces, proviene del diálogo y, en menor parte pero con igual agravio, de la historia y de la música que acompañan la presentación.

Vayamos por partes: perdí la cuenta de cuántas veces escuché que los que prestaron voz a la historia que se relata mencionaran a “Shaac” y en una ocasión mencionaran al “balshé”. En un espectáculo cuya teatralidad gira alrededor del dios maya del agua, es imperdonable que quienes le dieron sus diálogos a los actores (no yucatecos, a juzgar por su nulo conocimiento de la pronunciación de estas dos simples palabras mayas) no se tomaran la molestia de revisarles su dicción. Cada vez que escuché que se hablaba de Shaac mi mandíbula y mis dientes crujían ante la afrenta. Inicialmente pensé que escuché mal, pero mis acompañantes me confirmaron que no me lo estaba imaginando.

De la historia, hubiera sido agradable encontrar un hilo conductor en las múltiples historias que se cuentan durante el espectáculo, pero no lo hay. Considerando que estamos en Uxmal, hubiera sido sin duda muy entretenido que nos platicaran su historia, qué tipo de ciudad era, qué sucedía en cada uno de los edificios que se iluminaban. En vez de eso, todo lo que escuchamos se volvió una mescolanza de ritos, dioses, cosmogonía, referencias a ¡Quetzalcóatl!, para empatar con la historia del rapto de la princesa Sac Nicté, concluyendo con la emigración a Maní (o al menos eso es lo que nos quisieron dar a entender). Ninguna referencia a la leyenda del enano de Uxmal que, por cierto, considero inaceptable puesto que viene siendo una de las más bellas leyendas de nuestro Mayab.

Para finalizar, los cánticos que se escuchaban durante ciertas etapas del relato me causaron demasiada distracción puesto que, a ver díganme, ¿alguno de ustedes se imagina a un maya de las épocas prehispánicas cantando como tenor, o a princesas mayas cantando como sopranos, con vibrato incluido? Creo que no. ¿Qué hubiera costado hacer un esfuerzo por usar instrumentos, actores, compositores autóctonos en todo esto que no tiene pies ni cabeza?

No cuestiono ni por un segundo el magnífico espectáculo que representan las luces que resaltan la belleza y la imponente figura de los edificios mayas. Mención aparte merecen los trabajos de reconstrucción que se ven muy avanzados y que nos presentan tantos ricos detalles de nuestro pasado ancestral que no se podían apreciar sino hasta hace poco.

Ojalá las autoridades presten atención a lo que aquí se describe, porque Uxmal ciertamente lo merece. Nuestra historia maya lo exige.

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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