Cada vez, con mayor frecuencia, las notas policiacas dan testimonio escrito de que el número de jóvenes, y aún niños, que ha incurrido en actos suicidas va en aumento.
Menores de quince años, esposos jóvenes con hijos pequeños, igual incurren en esta práctica de evasión de una realidad que les pesa, y que no les es dable corregir o resolver.
¿Qué deficiencias tiene nuestra sociedad, nuestro sistema, nuestra economía, nuestras relaciones familiares? ¿Qué motiva a un niño a ahorcarse? ¿O a un joven? Solo podríamos tener una justificación, aunque no válida, para los adultos enfermos, en fase terminal, cuyas esperanzas se han desvanecido. Pero, ¿un jovencito de 14, 10 o 15 años?
Los suicidios se han dado desde la época maya, hace cientos de años. La diosa Ixtab esperaba a los suicidas para hacerlos compartir un sitio feliz donde sus problemas no existirían. La cuerda que sujeta por el cuello a Ixtab es de henequén, enlace mitológico con Zamná, dios supremo que trajo bienestar, evolución, progreso a sus congéneres mayas. Pero de esos tiempos a los actuales, la mentalidad maya ha sido deteriorada severamente, aunque persisten las firmes raíces de una raza y un pueblo.
Sí, esas raíces se han ido erosionando con el paso de los siglos por las nuevas costumbres impuestas por los “conquistadores”, los abusos contra los pobladores antiguos, la explotación de su mano de obra, los castigos inhumanos, el despojo de sus tierras y la ruptura de su hábitat, entre otras cosas. Un amo tras otro, la sucesión de sistemas de expoliación, la frustración en cuanto a sus ansias libertarias, ha venido influyendo en el espíritu de nuestra gente maya que, a pesar de todas las adversidades, aún mantiene su fe en la cultura de sus antepasados, tomando selectivamente de las nuevas creencias aquello que se aviene con su forma de ser y de pensar.
Pero, aunque la mayoría es fuerte, la debilidad en algunos en cuanto a las crisis que surgen en las familias que viven en zozobra, el impulso a un alcoholismo embrutecedor con promociones y ofertas, está haciendo que se altere el ambiente familiar, que disminuya la preocupación por los hijos y decaiga el espíritu de lucha de tiempos pretéritos. Es ahí donde surgen o se afirman el desánimo, la frustración, la angustia. El camino al suicidio está empedrado de dolor y tristeza.
Para los acosados en las escuelas, golpeados, objeto de violencia familiar o laboral, las víctimas de abusos sexuales en un medio en que la justicia es lenta y no expedita, las puertas abiertas de una liberación del medio hostil que los rodea son el único camino viable para desligarse de su situación amarga.
El suicidio es una dura realidad social que nos afecta. Es preciso determinar las causas para corregir las deficiencias de la sociedad en que vivimos.
Nuestra sociedad de ahora parece inclinarse más por el bienestar de las mascotas y el derecho de los animales, que por el estudio de la problemática presente en la entraña colectiva.
El suicidio en Yucatán es una dolorosa realidad que nos compete conocer, estudiar y corregir, si es que de verdad luchamos por construir una sociedad más justa para todos.