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Editorial: Batalla De Puebla Y Batallas Del Pueblo

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El cinco de mayo de 1862, el parte de las tropas militares mexicanas fue emitido incluyendo la frase “las Fuerzas nacionales se han cubierto de gloria”. Y es que el resultado militar obtenido en Puebla hacía pensar que a partir de ese momento nuestro país lograría su consolidación internacional, y el reconocimiento a su mayoría de edad política, después de vencer a las fuerzas militares de un país como Francia, de gran tradición guerrera y vencedora. El suyo era uno de los mejores ejércitos del mundo en esos momentos.

Levantando el estandarte de la dignidad estaban Benito Juárez y su pequeño grupo de seguidores, imbuidos de fe en la República y en los valores de nuestro pueblo mexicano. Una larga lucha, que en su peregrinar recorrió la amplia geografía de la patria, logró al fin que, del polvo levantado a su paso en los poblados y ciudades de los caminos mexicanos, surgiese la materia prima para una nación fuerte.

La historia nos recuerda ahora que, aunque esa lucha fue encomiable y digna de ser incluida en la memoria histórica del país, no fue el punto final de los apetitos extranjeros que desde la conquista por los españoles han venido saqueando al país. Entonces el oro, la plata, los metales y productos, ahora el petróleo y sus derivados, hasta llegar a la materia prima vital que es el agua, están cambiando de manos, y son las extranjeras las que consuman el despojo.

Las batallas del pueblo no han dejado de existir. Aun están entre nosotros. Desde las batallas por la supervivencia alimentaria de las familias que tienen como común denominador el hambre y sus secuelas de enfermedades, pobreza, medios de vida penosos, sistemas políticos viciados, y la amenaza de intervenciones cada vez mayores de los grandes intereses del imperialismo económico. Millones de compatriotas de salario mínimo, servicios de salud saturados, tolerancia extrema a la corrupción, políticos que ven todo color de rosa, y partidos que desde sus trincheras levantan banderas de redención y justicia social, cuando lo que se vive es una crisis mayor, de valores e ideas, de principios y falta de acciones.

En 1862, las armas nacionales se cubrieron de gloria.

En 2015, armas extranjeras en manos de grupos violentos ya hablan de un estado fallido, en un país que anhela espacios tranquilos para la convivencia, la paz, la evolución social, el crecimiento armónico y justo que merecemos.

¿CUÁNDO LLEGAREMOS A ÉL?

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