En la más fría madrugada de mi vida,
sin que el calor de tus brazos me tocara,
no podía conciliar mis sentimientos,
y las lágrimas de la soledad me requemaban.
No hay indicios de subir mis sobresaltos,
porque el afán de tenerte se esfumaba
y como el calor de tus brazos se alejaba
más lloraba mi corazón por tus encantos.
Gilberto Méndez