Crónicas de Cine: Corazones de Acero (Fury)

By on enero 22, 2015

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Cuando aún era un niño, mi padre solía llevarme al cine con frecuencia y las películas de guerra, junto con las películas de James Bond, eran imperdibles, ambos géneros le gustaban y entusiasmaban. Así fue como conocí y me enamoré de The Dirty Dozen, Kelly’s Heroes, El Día Más Largo, Donde las Águilas se Atreven y, más adelante y ya por mi cuenta, M.A.S.H., La Batalla de Midway, y todas las películas en las que Richard Burton, Henry Fonda, Gregory Peck, Lee Marvin, Clint Eastwood, James Mason, John Wayne, Robert Mitchum y otros grandes actores participaban.

Todas estas películas presentaban episodios de la segunda guerra mundial desde el punto de vista de los americanos. Los directores de esos filmes trabajaban principalmente con la tensión que la historia generaba sobre los protagonistas y, al mismo tiempo, mostraban lo heroicos y dispuestos a morir en aras de un ideal de libertad que estaban los protagonistas. Buscaban, en pocas palabras, exaltar las virtudes de los soldados, de sus dirigentes y, por supuesto, los de la nación. En la mayoría de esas películas “los buenos” ganaban y los desenlaces era felices.

Vinieron entonces las historias de Vietnam contadas por el director Francis Ford Coppola (Apocalipsis Ahora) y por Oliver Stone, tanto como escritor como en el sillón del director (Pelotón, Nacido el cuatro de julio), y entonces el romanticismo – si pudiéramos llamarle así – en esas películas entre los 50s y los 80s palideció ante el realismo y las descarnadas y, hasta ese momento, inverosímiles historias que las pantallas presentaban.

A mi juicio fue Salvando al Soldado Ryan de Steven Spielberg, con sus escenas iniciales del desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía en el día D, la película que vino a mostrarnos la locura que es una conflagración de estas dimensiones. A pesar de ser una película de 1998, aún hoy recuerdo la escena en la que un soldado busca, en medio de una cortina de balas, la pantorrilla que acaba de perder después de recibir un obús. Ahí mismo recordé leer un relato de un veterano de guerra que decía que “una bala lleva tu nombre, y esa es la que te acaba matando”, sobre todo cuando se observan las ráfagas que vienen de todas las direcciones, lo encarnizado del desembarco, el peligro y lo suicida de la misión; solo de esa manera se explica cómo lograron llegar y arrebatar los soldados aliados a los soldados alemanes las posiciones de playa. En esa película, Spielberg nos presenta crudamente lo que era la “vida” de un soldado en combate, tratando de sobrevivir en un medio ambiente que lo desea ver muerto.

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Corazones de Acero, del director David Ayer, cuenta la historia de los elementos de un tanque (bautizado Fury) en los últimos días de la invasión aliada a Alemania. Lo novedoso de la historia es que ahora obtenemos el punto de vista de la guerra desde un tanque, sus confrontaciones con tanques alemanes (los Panzer Tiger eran mucho mejores que los Sherman que usaban los aliados y en la película vemos cuán mejores era), y cómo eran usados por los capitanes de las tropas de tierra para afianzar sus posiciones y defender a sus tropas. Nos cuenta la historia del joven mecanógrafo-convertido-en-maquinista-operador-de-la torreta-derecha Norman (Logan Lerman), que acompaña a Biblia (Shia LaBeouf), a Gordo (Michael Peña), a Grady (Jon Bernthal) y al Sargento Collier (Brad Pitt) en sus esfuerzos por sostener un enclave particularmente importante para las tropas aliadas, enfrentando los embates de un pelotón de las SS alemanas.

David Ayer, quien es famoso por haber escrito los guiones de películas famosas como Día de Entrenamiento, The Fast and the Furious, U-571, no lo ha sido tanto como director aunque, eso sí, ha logrado que actores de la talla de Jake Gyllenhaal,  Christian Bale, Arnold Schwarzenegger, y ahora Brad Pitt, hayan estelarizado sus esfuerzos como tal. En esta ocasión, siguiendo el ejemplo que dejaron los directores mencionados con anterioridad, nos presenta el deprimente panorama de los últimos días de la guerra en Alemania, cuando los niños alemanes eran obligados, bajo pena de muerte, a pelear contra los “invasores aliados”, cuando los vencedores se adueñaban de lo que los perdedores dejaban atrás, bienes, mujeres, alimentos, etc.

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Las actuaciones del reparto son muy buenas. Grady, a quien muchos reconocerán por su papel en las temporadas iniciales de The Walking Dead, se lleva las palmas sobre las actuaciones del resto, mostrándonos a un personaje despreciable que se redime hacia el final de la película. Gordo es un “pocho” que proporciona los breves momentos de “alivio cómico” de la película y que ha acompañado al director en otras películas. Biblia, un excesivamente lloroso Shia LaBeouf, es un personaje profundamente religioso cuya fe es constantemente cuestionada por su líder, con quien mantiene una relación de odio-amor. El Sargento Collier, el rol de Brad Pitt, es el líder del tanque, es un personaje cuya personalidad se desplaza de cínico a benevolente, de tutor a verdugo, de líder a héroe.

Corazones de Acero nos presenta, a través de los ojos de Norman, ejemplos de la naturaleza humana y de cómo la guerra trastoca valores. “Los ideales son pacíficos; la Historia es violenta” nos dice el Sargento Collier cuando Norman se rehúsa a perder sus valores e integridad para, progresivamente, observarlo formar parte de eso mismo que inicialmente repudiaba. Es como si el director quisiera restregarnos la cara en el lodo, mostrándonos de lo que somos capaces cuando nos enfrentamos a situaciones extremas, de vida o muerte.

La cinematografía y la acción nos adentran en la época y nos permiten asomarnos al horror que tanta gente vivió en aquellos días, tanto vencedores como vencidos. El director pretende justificar el violento y cruento accionar de este grupo de tanquistas a partir de lo que hacían los alemanes, como una reacción “natural” a la crueldad que atestiguaban. La guerra no es asunto pequeño, eso queda claro, y acaso el filme nos haga apreciar seriamente la paz que vivimos.

Corazones de Acero es una muy buena película que vale la pena ir a ver. Son 134 minutos de diversión garantizada.

Véala.

Comentarios y sugerencias son bienvenidos en el correo gerardo.saviola@gmail.com

Gerardo Saviola

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