Inicio Cultura Alegría y Nostalgia, Semblanza de mi barrio XIV

Alegría y Nostalgia, Semblanza de mi barrio XIV

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PANADERÍAS Y OTROS NEGOCIOS

La esquina de las calles 72 x 57 se llama El Chemulpo. El curioso nombre no se refiere a ninguna planta o animal de esta región. Según la fama, debe su singular denominación a que, a fines del siglo 18 y principios del siglo 19, en ese lugar se alojaba a trabajadores coreanos que llegaban de su lejano país, contratados para laborar en las fincas henequeneras del estado. Todos ellos eran embarcados en un puerto de Corea así llamado: Chemulpo, con destino a Yucatán.

En el ángulo noroeste de esa esquina, una panadería y tienda de abarrotes estaba al servicio de los vecinos: La Nueva Especial, atendida por don Serapio Velázquez, hombre bajo y regordete que también heredó el oficio a sus descendientes, algunos de los cuales hoy se dedican a la confección de sabrosos hojaldres rellenos de jamón y queso. Un poco más al oeste, la tintorería Rex se encargaba de la limpieza de las ropas finas de los santiagueros.

La otra esquina (70 por 57) era ocupada por la sala de fiestas Caribe, que en los carnavales y durante la feria del barrio daba bailes para gente de trueno. A principios del siglo 20 este local fue ocupado por un colegio de las hermanas Fuster Acosta. A este respecto Francisco D. Montejo Baqueiro, en su ya citada obra Mérida en los Años Veinte, refiriéndose a los años a mitad de esa centuria que son los que nos interesan en estos apuntes, dice: “El predio que ocupó tan ameritado plantel educacional hoy es el local de bailes de la más ínfima categoría, y centro de escándalos y pendencias con las consiguientes e irremediables molestias al paciente vecindario”.

Cuando no había festejo, la sala Caribe funcionaba como salón de billares con asistencia de gente semejante a la que acudía a los bailes. Como las trifulcas eran constantes, el sitio significaba un peligro para la integridad física de los asistentes y de uno que otro peatón que circulara por ahí. Al día de hoy este local está en el abandono.

Frente a la Sala Caribe funcionaba un hotelucho de mala muerte cuyos propietarios le impusieron el significativo nombre de Hotel Coliseo. Este negocio terminó como hotel de paso hasta que fue clausurado por las autoridades correspondientes. En la actualidad, en su planta baja funcionan varios comercios relacionados con partes de vehículos de motor.

Antes dijimos que en La Jardinera los vecinos adquirían su pan de un modesto tahonero que a mañana y tarde acudía al rumbo en bicicleta con su globo de hojalata en la cabeza en el que llevaba las piezas de pan. También se podía adquirir ese sabroso alimento en la tienda de don Manuel Escalante, quien muy ufano pregonaba que su pan francés era de la acreditada panadería Los Catalanes, ubicada en la calle 62 entre las calles 47 y 49 (Esquinas de La Negrita y el Motor Eléctrico, respectivamente). En El Zopilote, don Tomás Madera expendía el pan elaborado en su propia panadería.

Más cerca del parque, frente a casa de la señora Waterland de Batista, se estableció una panadería con el mismo nombre de esa esquina: El Naranjo. Este comercio elaboraba un buen pan francés, pan de molde cortado a lo largo especial para hacer los llamados sandwichones o los sandwichitos arrollados, y pan dulce, del que recuerdo con agrado un pan redondo y suave con sabor a naranja dulce o de china, como más se le conocía, y el selecto pan almendrado, de forma rectangular con lascas de almendra en la parte superior y trocitos de esa semilla revueltos en la masa del pan.

El precio del pan dulce era de 6 piezas chicas por 25 centavos, 3 piezas medianas por 50 centavos, y los panes más grandes y mejor elaborados costaban un peso. De ahí que cuando los chismosos del rumbo hablaban de una persona petulante y engreída, en términos coloquiales decían que se creía un pan de peso.

Otras dos panaderías existían en el barrio: La Primera Central, que funcionaba en la calle 59 en su cruce con la 74, ángulo noreste, y La Flor de Santiago, en la calle 70, atrás de la iglesia de Santiago Apóstol. Ambos establecimientos eran una mezcla de café y panadería, y sus asiduos parroquianos integraban diversas tertulias, según sus respectivas ocupaciones.

Al correr de los años La Primera Central se dedicó exclusivamente a la panificación, siendo su especialidad la rosca canaria, de gran demanda entre la clientela. Esta pieza era elaborada personalmente por la dueña de la panadería, señora Isolina González Manzanero de Pérez, pues ni su panadero estrella, don Miro (Teodomiro) Dzul, traído especialmente de Valladolid, conocía la fórmula para hacer esa rosca. También se expendían en ese lugar las tablillas de chocolate de fabricación casera, para hacer una rica, espumosa y perfumada bebida para acompañar los panes. Tras numerosos cambios de propietario, La Primera Central cerró sus puertas definitivamente a fines del siglo recién pasado.

Muy cerca del Hotel Coliseo, la panadería y café La Flor de Santiago era un conocido centro de tertulias. Viene a mi memoria un anuncio escrito con tiza en un pequeño pizarrón fijado en los mostradores: Pan francés caliente tres veces al día. En las mesas, mientras degustaban un exquisito café, numerosas personas como carniceros del mercado vecino, empleados de la Sanidad del Estado y comerciantes de distintos géneros integraban las peñas de todos los días. Cuando mi padre me llevaba ahí, me encantaba pedir una riquísima champola, con leche de vaca de establo propio, según decía un cartel colgado en la pared, y helado de coco o de mamey, los dos únicos sabores que se elaboraban en ese establecimiento.

La Flor de Santiago ha pasado por diversos propietarios y hasta la fecha subsiste, dedicada al mismo giro de café y panadería. Recientemente fue remozada y adornan sus paredes del lado sur dos enormes fotografías del Circo Teatro Yucateco y de la Feria de Santiago, como eran a principios del siglo 20. Con frecuencia acudo a este lugar y con satisfacción veo que vecinos santiagueros de corazón (como este recopilador de recuerdos), asisten ahí al igual que antaño, para formar nuevas peñas cafeteras.

Ojalá conservemos este agradable sitio de esparcimiento por mucho tiempo más.

[Continuará la semana próxima…]

Felipe Andrés Escalante Ceballos

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