Abducción – Capítulo III

By on marzo 27, 2015

abduccion

Dentro del contexto de la amena plática sostenida en el elegante salón del módulo flotante, se abordó una de las inquietudes de Dam: ¿cómo pudieron llegar a la Tierra, desde su lugar de origen, los  abductores de Ciilulah?

“Para satisfacer un poco la inquietud respecto a nuestros procedimientos de movernos y transportarnos por el cosmos, comenzaremos comentando un poco de historia”, el Dr. Otto inició.

“La vida en el universo no comienza hoy: miles y miles de siglos atrás han transcurrido en distintos sistemas planetarios repartidos en infinidad de galaxias. La Tierra y Ciilulah no son los únicos planetas habitados por seres semejantes a nosotros, y lo son también por seres diferentes en presencia física, capacidades e inteligencia. Algunas civilizaciones se han comunicado entre sí y otras permanecen en aislamiento”.

“Concretémonos ahora brevemente a nuestros mundos. Nuestra gente, terrícolas y ciilulenses, se han conocido mucho tiempo atrás, hace ya muchos miles de años, años terrestres”, aclaró el doctor.

“Nosotros en tiempos remotos conocimos y visitamos este planeta. Contactamos con varias de las civilizaciones derramadas por la superficie del globo terráqueo, esto es, contactamos con chinos, indios, mesopotámicos, egipcios, incas, mayas, aztecas, hopis y, principalmente, con los Atlantes. Les instruimos, ayudamos y orientamos para que ajusten sus civilizaciones, organizándose en armonía con la naturaleza a fin de que su desarrollo fuera mejor, más productivo, creando un nivel de vida que satisfaciera cabalmente sus necesidades y les permitiera desarrollarse sana y efectivamente en la búsqueda de una vida, con progreso en ciencia y tecnología, que les permitiera el desarrollo de sus capacidades físicas e intelectuales hasta alcanzar metas de felicidad. No todas las civilizaciones que mencioné lograron entender los principios básicos, pero algunos de esos grupos humanos comenzaron a aplicar los conocimientos que les propusimos. Ejemplo es la tecnología con la cual les ayudamos en sus grandes edificaciones.  Resultó difícil para ellos, y ahora mismo para ustedes, entender esas técnicas, por lo que únicamente les orientamos  para que solos lograran, poco a poco, su progreso en el maravilloso mundo de la ciencia y la tecnología. Cabe aclarar que los habitantes de la Atlántida fueron los que más aprovecharon esa coyuntura cultural. Con el tiempo, algunos habitantes de ese continente, ahora perdido, fueron seducidos por el egoísmo y el ansia de poder. El resultado fue que, por ambición, ellos mismos destruyeron su continente”.

“Resulta conveniente que te enteres, Dam, porque eres descendiente de los mayas, que esa civilización también intentó progresar sobre la ruta que nosotros le marcamos. Sus vastos conocimientos en astronomía, que dieron base a los calendarios que diseñaron y establecieron cubriendo miles de miles de años son un ejemplo; en las matemáticas progresaron de manera sobresaliente  con la aplicación y uso del cero y el manejo de  cifras de muchos dígitos. A ésta, tu civilización, le sucedió lo mismo que a los Atlantes: también la ambición de poder dio pie a sus guerras intestinas y aun cuando no llegaron a destruirse por completo, sí olvidaron y abandonaron la senda correcta”.

El silencio era extremo en el recinto del módulo. Dam permanecía atento, absorto e incrédulo a todo aquello que le comunicaban. Conocía la historia que aprendió en la escuela, pero nunca siquiera había pensado en la nueva historia con la que ahora se enfrentaba. Sin perder la atención, tomó un sorbo de la copa del Rosé y se acomodó mejor en su asiento cruzando las piernas.

“Desde aquel entonces realizamos viajes interestelares”, continuó el doctor, “utilizando tecnología de punta. Ningún motor convencional, como bien sabes, es capaz de romper la barrera de la velocidad de la luz, ni acercarse siquiera a esos rangos extraordinarios. En esta época, tus coterráneos apenas han rebasado la velocidad del sonido. La diferencia entre ambos rangos de velocidad resulta abismal”.

“Para situarnos en un esquema que pueda resultarte más fácil de comprender, utilizaré los valores de medición actuales de este planeta: los kilómetros por hora: la velocidad del sonido es aproximadamente de mil trescientos kilómetros por hora, la aviación terráquea ya ha roto esa barrera; pero alcanzar la velocidad de la luz, es un sueño por ahora. La barrera de la velocidad lumínica resulta de 299 millones 792 mil 458 metros por segundo, valor que, redondeando números, equivale a mil ochenta millones de kilómetros por hora”.

“Cuando iniciamos esta plática, expuse que la distancia de Ciilulah a la tierra es de veinte y medio años luz, de tal suerte que, aun viajando a velocidad lumínica, una travesía de ida y retorno entre ambos planetas nos ocuparía aproximadamente, redondeando años, medio siglo terrícola y, aunque nuestro promedio de vida es mucho mayor que el de ustedes, sería difícil tomar la decisión de invertir tanto tiempo en un proyecto secundario”.

 Dam interrumpió y, con cierto temor, preguntó: “¿cuál es el promedio de vida en Ciilulah?”

“Escuetamente responderé a tu cuestionamiento”, dijo el  Dr. Otto. “Nuestra edad promedio es equivalente a una vida de doscientos ochenta años de la Tierra. Sin ambages, te confesaré que yo cuento hoy con doscientos doce años, y la Dra. Clelia ha gozado ciento veintisiete años de vida”.

“No te sorprendas. Quizá hoy nos alcance el tiempo para explicarte ampliamente, a fin de que  puedas conocer y entender cómo es nuestra vida, nuestra alimentación, etc., factores que nos condicionan para poder alcanzar mayor longevidad que la que en este mundo se registra”.

Mientras digería lentamente la revelación en cuanto a la longevidad de sus abductores, Dam no podía ocultar el asombro que en su rostro se reflejaba.

“Tranquilo, amigo. Esto es lo más natural en nuestro mundo, no así en el tuyo”, intervino la Dra. Clelia. “Aun cuando nuestra vida es mayor que la vuestra, como el Dr. Otto te comentó, no podemos desperdiciar medio siglo para una visita como esta. Nuestra civilización estudió, analizó y por fin alcanzó muy buenos resultados en diferentes campos del saber. Con respecto a nuestros viajes en el espacio, logramos nuestro anhelo: la velocidad de traslación en el espacio de las naves de Ciilulah es mayor que la velocidad lumínica en razón de que no sólo aprovechamos esa velocidad, sino también otros medios que ofrece el espacio sideral, como el aprovechamiento del espacio-tiempo y los agujeros negros, entre otras circunstancias”.

“El espacio-tiempo”, continuó el Dr. Otto, “es una cuarta dimensión. Los cerebros de los terrícolas se han desarrollado adaptándose a un entorno tridimensional, nunca tetra o pluri-dimensional. Les resulta muy difícil, casi imposible, visualizar un espacio de cuatro dimensiones. Aprovechando la curvatura de esa cuarta dimensión espacio-tiempo, y aprovechando también  los agujeros negros que el espacio ofrece, hemos adaptado nuestras naves para estas aventuras espaciales y obtuvimos un sistema de traslación eficiente y eficaz. También puedo decirte que el tiempo no es la línea recta que une el pasado con el presente y aun con el futuro. Permíteme puntualizar más,  es importante: no sólo existen cuatro dimensiones, hay muchas más”.

“También te resultará importante saber que en muchos momentos de nuestras travesías requerimos de fuerza motriz”, indicó la doctora. “Esta fuerza propulsora que por medio de impulsos permite a nuestras naves elevarse, descender y cambiar de dirección, requiere de energía y ésta la obtenemos del vacío. La variabilidad entre los campos magnéticos y las radiaciones solares nos permiten obtener grandes cantidades de la energía necesaria, la cual es aplicada al  rotor de un instrumento controlador de voltaje. Para que tengas una leve idea, aplicando ese voltaje a un rotor fabricado ex profeso, se pueden alcanzar velocidades de miles de revoluciones por segundo. Se trata de física de plasmas, de magneto-hidrodinámica, para ser exactos”.

“Los soles forman campos auto contenidos de liberación automática de energía atómica que ustedes aún no comprenden. Todos los observatorios y las sondas de investigación solar de este planeta estudian la radiación de la superficie solar, pero no se ocupan del núcleo, que es donde se generan las radiaciones termonucleares”.

“Aprovechando esa abundante y poderosa energía es como podemos, sin problemas, levitar y desplazarnos por el cosmos”.

“Confórmate hoy con este somero esbozo de lo que tu civilización hallará en su futuro”, dijo el Dr. Otto. “Sería casi imposible que ahora nos comprendieras del todo, no por incapacidad, sino debido a que tu mente y cerebro no están preparados para concebir ideas y técnicas del futuro de tu raza. Quizá en un cercano porvenir ustedes, utilizando estas posibilidades, puedan también desplazarse alegremente por el mundo sideral”.

Si nuestro amigo estaba asombrado con estas explicaciones suficientemente mayores y difíciles para su entendimiento, el asombro se acrecentó a la novena potencia.

“Me resulta difícilmente concebible todo este prolijo bagaje de conocimientos en todas las materias de la ciencia”, dijo Dam. “Creo que, en lo que resta de mi vida, no alcanzaré a presenciar ni la milésima parte de esas técnicas y ciencias; mis hijos, nietos, bisnietos, y quizá toda mi descendencia, tampoco tendrán esa oportunidad”.

Guardó silencio. Su mente se concentró ante esos nuevos y profundos aspectos de su mundo y de otros mundos, aspectos que antes eran inadvertidos para él y para mucha gente de este planeta.

Ante los esfuerzos de Dam, sus abductores detuvieron momentáneamente la comunicación, con la finalidad de que esa mente excitada retornase a la tranquilidad y la mesura.

(Continuará…)

 

Diego M. Mezeta Chan

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.