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Ticul, Ciudad Cultural

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Edgar Rodríguez Cimé

Ticul posee atributos para convertirse en “ciudad cultural”, al estilo de San Miguel de Allende o Santa Clara del Cobre: en pleno estilo puuc (cumbre de la arquitectura en la civilización maya), bella iglesia del siglo XVII, arco tallado por Rómulo Rozo, lapidaria de Luis Echeverría, alfarería de los Tzum, Segura y Ayala, zapatería de los Azarcoya o los Castillo, gastronomía regional…

              Reciben al turismo nacional y extranjero obras maestras de dignatarios mayas que les dan la real Bienvenida. Una joya cultural en la región: el Taller de Lapidaria de uno de los mejores escultores en piedra en el sureste de Méjico, Luis Echeverría, quien heredó la pátina ancestral de los antiguos maestros mayas. En Ticul, y en la comisaría meridana de Dzityá, se crean obras de arte en piedra.

              En la localidad, don Luis navega con humilde bandera, como cualquier ciudadano, porque la gente, humilde, profesores o adinerados libaneses, ignoran la dimensión internacional de sus obras escultóricas, que han viajado hasta Norteamérica: Estados Unidos o Canadá, o ciudades de Europa y Asia, para ir a parar a colecciones de arte particulares.

              La imaginación creadora de los alfareros ticuleños, junto con los de Mama y Uayma, representa una de las artes mayas antiguas más apreciadas. Ticul posee una serie de talleres que empiezan en la calle 23 x 50, y continúan a lo largo de la veintitrés, hacia el centro, dirigidos por maestros de las familias Tzum, Segura o Ayala. Por supuesto, este pueblo está inundado de pequeños talleres de alfarería.

              Cabe hacer un reconocimiento público a los mejores artistas de la alfarería en Ticul: una de las familias con mayor imaginación y creatividad en sus diseños artesanales es la de los Tzum, porque tanto don Miguel (+) como su sobrino Ernesto han sido acreedores al Premio Estatal de Artesanías, en la modalidad de alfarería en barro.

              Si se trata de calzado femenino BBB (buenos, bonitos y baratos), chequen las zapaterías desparramadas por todo Ticul. Existen dos calles donde se concentran: la 34, que desemboca en la terminal de taxis a Mérida; y la 13, comenzando en la Chichén Itzá, avanzando hacia el oriente, donde encontrarán diseño, calidad y buen precio. Al grado que muchas “nenis” yucatecas (mujeres jóvenes que mercadean) compran zapatos para revender en Mérida.

              A partir de la 23 con la 40, comienza una serie de fruterías, loncherías, taquerías, marisquerías y cocinas económicas con guisos como “para chuparse los dedos de los pies”, como decía de niña mi hija la Monona: Amigo Beny, La flor del valle, Casanova, El Amigo Luis, Alejandra, La Bodeguita, hasta La Carmelita, para darle gusto al buen apetito.

              La catedral del queso relleno, manjar de la cocina yucateca, es el restaurant El Mirador, en lo alto del cerro, que a diferencia de otros como Los Almendros (en Ticul, desapareció), El príncipe Tutul Xiu (en Maní, Oxkutzcab y Ticul), o Codornejos: codorniz / conejo / borrego (entre Akil y Oxkutzcab), no solo ha mantenido su exquisito sabor regional y generoso queso holandés, sino aumentado su clientela.

              Y hay para todos los bolsillos. Quienes prefieran los tradicionales panuchos de huevo duro, salbutes de carne molida o pollo en escabeche; deliciosos polcanes y empanadas; o tortas de carne asada, bienvenidos al puesto de Belinda, en la calle 13 x 36.

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx

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