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Tecleando sin rumbo fijo

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Letras

Edmundo de Goncourt

Santiago Burgos Brito

He leído con verdadero interés el libro recientemente publicado del licenciado Gustavo Molina Font. Hijo de un eminente historiador yucateco, habría de culminar su vida de intelectual con un libro de historia. Era lógico que sucediera. Hombre de claro talento y heredero de la rica biblioteca de su progenitor, abundante en manuscritos y en copias paleográficas de gran importancia, dispone de material suficiente para trabajar con éxito en cuestiones relativas al pasado de la tierra yucateca.

La gesta de los mayas es el título de su obra, y le da nombre la pareja de estudios relativos, el primero, al descubrimiento y conquista de Yucatán, y el segundo a la rebelión de los mayas en los tiempos modernos, todo expuesto con meridiana claridad y un criterio que casi podríamos llamar revolucionario. Molina Font expone atinadamente las causas de este último suceso, poniendo los puntos sobre muchas íes que los historiadores no siempre sitúan correctamente.

Los sugestivos temas de “Los alcaldes de Valladolid” y “El asesinato de don Lucas de Gálvez” constituyen otros dos ensayos en los que se conjugan con rara habilidad la amenidad y la verdad histórica. En el caso Gálvez, se ve la mano maestra del viejo abogado que se mueve cómodamente por entre voluminosos expedientes y artículos de los códigos, entreverados por artimañas de todos los colores y tamaños. Sigue luego el caso de Nording de Witt, con también sus malabarismos legales y su terrorífica sentencia. Algo más contiene este libro interesante, que para algunos es una gratísima recordación de viejas lecturas, y para muchos un manojo selecto de conocimientos relativos a la historia de nuestro querido Yucatán. De tal padre, tal hijo. Felicitaciones.

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La efervescencia juvenil, que hoy corre desbocada por el mundo, está subiéndosele a las barbas al mismísimo Mao, el emperador marxista de China, en forma por demás amenazadora. Los Jóvenes Rojos, que me parece así se denomina la novísima hornada revolucionaria china, no se andan por las ramas y ahora resulta que, si Mao era excesivamente radical comparado con los soviéticos, ellos lo son en mayor escala, comparados con el máximo dirigente comunista. Han llegado hasta el grado de cambiar el simbolismo de las señales del tránsito urbano, protestando porque al rojo se le considere como signo de contención, de detención, de espera, siendo así que es el color revolucionario por excelencia. Cámbiese, pues, de los semáforos el rojo por el verde como señal de espera, y que el rojo indique el paso franco, la marcha hacia adelante, como lo simboliza en todos los sistemas revolucionarios del mundo.

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Los grandes escritores tienen a veces arranques de hondo pesimismo, y de su pluma brotan expresiones iracundas que suelen ser verdades indudables. Edmundo de Goncourt, por ejemplo, decía con respecto a la vida: “¡Qué miserable cosa es la vida! No es más que el simple usufructo de un agregado de moléculas.” Veamos el problema desde el punto de vista estrictamente biológico, y a buen seguro que encontraréis en esto algo de cierto. O acaso mucho.

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Anatole France decía con toda su cachaza: “El tumulto me es necesario. Cuando estoy solo, leo; cuando me hacen ruido no puedo leer: entonces escribo.” El gran novelista francés debía tener unos nervios muy especiales, pues eso de escribir en pleno escándalo es un milagro que sólo acaricia a los privilegiados de la vida.

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En estos tiempos de guerra constante, por aquí o por allá, es interesante enterarse de estas afirmaciones: para un inglés, ser soldado es una situación; para un alemán, es una necesidad; para un italiano, es un uniforme; para un francés, es una obligación: para un mexicano, es un orgullo; para un cobarde, es una enfermedad.

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Para no desesperarse mucho con los problemas de esta vida tan complicada que vivimos, recordemos esta estrofa de Antonio Machado, que apunta y exactamente da en el blanco:

 

Es el mejor de los buenos quien sabe que en esta vida

Todo es cuestión de medida: un poco más, algo menos.

 

Diario del Sureste. Mérida, 22 de noviembre de 1966, pp. 3, 7.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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