Esa imagen tuya
que me envuelve cada noche
me lleva a soñar
con galaxias lejanas…
Ahí soy estrella fugaz muriendo en el horizonte marino.
Llegas hasta mí con la bruma
que sube y baja en una melodía triste;
jugando con la luna,
escapas de mis labios
y sueño… ¿qué sueño?
Mis rodillas sucumbiendo ante tu voz…
Acá empieza a amanecer.
Sobre los árboles, la mañana se vislumbra naranja y cálida,
como una caricia sobre mi rostro,
sobre el violeta de mis párpados.
Esa imagen tuya se disuelve en mi ser,
como agua de río evaporado
en cada uno de mis huesos,
esperando la lluvia de mayo
para que retornes a mi piel.
Acá, donde sí existe el vacío
cuando los cuerpos se han perdido con la ausencia,
ya no existe la caricia en la aurora,
la claridad no es más que una burla
que dibuja tu silueta en cada pared
como rumor disperso de un día
en que tus ojos se perdieron en los míos
con el sonido intenso del campanario
y tus labios besándome la frente…
Aún siento en la pulsación de mis venas
el fluir de tu imagen.
Daniela Eugenia