Santa Lucía y sus vecinos de hace medio siglo (V)

By on febrero 13, 2020

V

NARRACIÓN TERCERA

Continuación…

Seguía el de la conocida dama Mery Méndez, cuñada de don Fernando Espejo, señor padre del poeta Fernando Espejo Méndez, quien parte de su infancia –tesoro de imaginería con proezas nunca escritas– disfrutó de esta casa con sus familiares. Algunas tardes aquí dejaba ver el rostro amable y risueño de una señora toda pulcritud y simpatiquísima, que a los muchachos que le demostraban pasos del baile que era el furor de la época, “el charlestón”, los obsequiaba con un refresco y veinte centavos de plata ¡una verdadera fortuna para cualquier chiquillo! Lo curioso es que ella gustaba de llevar el compás palmoteado y tarareando, y dando uno que otro trancazo en el piso.

Quedaba contiguo el inmueble del hacendado don Arturo Cicero Cervera; lo habitaba con su esposa doña Dolores Castellanos y sus hijos Mercedes, Rosario–posteriormente casó en la capital con el licenciado Gilberto Loyo, quien fuera Secretario de Industria y Comercio durante el régimen ruizcortinista–, René, Arturo, Teresa y Miguel, el menor, con quien yo hice buenas migas, pues su casa colindaba con la mía por los patios posteriores.

Se encontraba después el consultorio, laboratorio y domicilio del doctor Diego Hernández Fajardo, insustituible gobernador interino en la administración del doctor Torre Díaz. Pared de por medio, contaba la propiedad que fue de don Juan Campos, rico hacendado motuleño, entonces habitada por el licenciado y notario público Maximiano Canto, con su numerosa familia, padre del ex gobernador ingeniero Humberto Canto Echeverría. Continuaba un portón, donde se inició la fábrica de guayaberas y camisas Mercader.

En la esquina, desembocando a la 57, estaba la tienda de abarrotes de don Pelegrín Sáenz, donde después instalaron su dulcería las señoritas Rodríguez. Ahora este lugar lo ocupa el hotel Casa Balam. Sobre la misma 57, contigua a la tienda, residía la distinguida señora doña Magdalena Linch viuda de Cervera, y sus hijas Esther y Rafaela. Doña Magdalena tuvo bien ganada fama de extraordinaria repostera, y era usual y toque de buen gusto ofrecer en fiestas de postín pastelitos y bocadillos preparados por ella. Muy próximo estaba el domicilio de don Fernando Espejo.

En la acera de enfrente, bajos del teatro Peón Contreras, tuvieron consultorio los cirujanos dentistas don Braulio Tamayo, el simpático y dicharachero don Alonso Rosado, y despacho el licenciado Jesús Palma y Palma. Pero una cuadra más adelante, en el número 474-A de la misma 57, estaba el muy acreditado bufete del licenciado don Ricardo Molina Hübbe, escritor elegante que dirigió “Diario Yucateco” en 1908, siendo el doctor Álvaro Torre Díaz, gobernador en 1926, su redactor en jefe.

Retornemos a la 55. A un costado de la sacristía del templo –acera norte– estaba el domicilio del licenciado Agustín Monsreal (3) con gran ventanal que miraba al atrio. Una de sus bonitas hijas, Aida, fue reina de los estudiantes. Habitaba inmediatamente el joven matrimonio Aznar con sus dos nenitas. Era él don Enrique Aznar Mendoza, licenciado en derecho que años más tarde ocupara la rectoría de la Universidad de Yucatán. Poeta y escritor, firmó también con el seudónimo de Ángel Blanco. A continuación, quedaba la casa de la familia Martínez de Arredondo. Disponía de dos finas vacas lecheras en su gran patio convertido en corral, y el vecindario acudía constantemente para consumir aquella leche que juzgaba inmejorable.

Se recuerda que el prestigioso cirujano y ginecólogo doctor Saturnino Guzmán, titulado en la facultad de París, algún tiempo instaló su consultorio en el número 497 de esta misma calle 55, y el ingeniero topógrafo y agrimensor Francisco Vega y Loyo varios años atendió su bufete en el número 478.

Desmenucemos otra escena: frente al parque y los portales, en la calle 60. En el inmueble propiedad de don Enrique Peón Cetina, aledaño al atrio que precede la entrada del templo, abrió sus puertas la “Miscelánea Santa Lucía” (4), que le decían “la de los catalanes”, quizá por atribuir su origen de esta admirada provincia española al matrimonio encargado. El mismo don Enrique ocupaba la otra sección de la casa. En años anteriores, aquí fijó su domicilio el tenedor de libros don Pablo Sarlat, quien dirigía también una Academia de Teneduría de Libros, la antecesora de la carrera de contador público. Don Pablo gustaba de organizar animadas tertulias, por lo que siempre era muy visitado por sus amistades.

Encontrábase inmediatamente el consultorio del doctor Fernando López Rodríguez, otorrinolaringólogo, quien tuvo el mérito de abrir las puertas a esta especialidad en Mérida. Junto funcionaba una típica lavandería de chinos con su gran rótulo al frente: “Ye Sing” donde, a veces, al rescatar la ropa de papá, nos regalaban los dichosos “salados”, que nos hacían agua la boca. Aquí vivían también el fabuloso “chino Mateo” –Mateo Yan-Poa– y su socio Joaquín, de la refresquería de los portales.

A continuación, habitaba el profesor don Marcial Cervera Buenfil –mi maestro de geografía e historia en la Escuela Hidalgo–, gran conversador, escritor ameno que ensayó la poesía, el teatro y la zarzuela. La casa inmediata, muy reconocible por estar remetida casi tres metros de la alineación guardada por sus colindantes, la ocupaba el también profesor don Enrique Erosa. Al mudarse el señor Erosa, se trasladó a ella por los años 29 el doctor Eusebio Acosta Reyes, que combinaba el ejercicio de su profesión con la enseñanza del francés, que dominaba impecablemente en virtud de haber seguido sus estudios académicos en Francia. Por cierto, uno de sus más aventajados discípulos lo fue el siempre documentado y estimabilísimo escritor don Víctor Suárez Molina –Medalla Yucatán 1972–. La esposa del doctor, madame Acosta, de bien dotada voz, se dedicaba a su vez a dar clases de canto.

Se alzaba luego la espléndida casa entresolada de doña Rosario “Chacha” Cicero Cervera. Residían con ella sus familiares, su hermana, doña Cristina Cicero de Villamil y sus hijos, el mayor, don Perfecto Jorge y Carlos Villamil Cicero, conocidos de todos por los “patos Villamil”. Abarcaba esta mansión parte de la acera sur de la calle 53, transversal a la 60, y en una amplia sección rentable abrió sus puertas la “Academia Mozart”, a cargo de la profesora de piano doña María Aznar de Pinelo y del violinista don Fausto Pinelo Río, matrimonio que la dirigió satisfactoriamente varios años. En su inauguración el laureado poeta, autor de la magna obra Historia de la Literatura Yucateca, doctor don José Esquivel Pren –primera “Medalla Eligio Ancona”–, pronunció emotivo discurso.

Posteriormente, con aprovechamiento de un largo patio de la misma propiedad que corría paralelo a la 53, se construyeron dos accesorias donde se alojaron por los años treinta y seis, en una el licenciado y poeta Javier Alayola Barrera, hermano del abogado don César de los mismos apellidos, quien fuera gobernador electo para el cuatrienio 1934 – 1938 y que no cumplió el término de su mandato; y en la otra don Manuel Torres Rojas, ex diputado federal por Yucatán y cirujano dentista que aún ejerce en la ciudad de México. Debe registrarse también como inquilino de alguna de esta accesorias a don Galdino Rivero, en los años treintaiseis gestor administrativo del gobierno del Estado en la capital.

Pero antes de que aparecieran estas construcciones, en un espacio que se acondicionó y disponiendo de regular portón de acceso, tuvo provisionalmente su expendio de lubricantes automotrices don Ricardo Vila, a quien encontraremos más tarde instalado sobre la 55, en los portales.

Inmediatos corrían los muros de la propiedad de don Joaquín Cicero Cervera, la que se iniciaba a la vuelta, sobre la 58, y era hermano de sus vecinas, doña Rosario y doña Cristina.

(3) La casa que habitó el licenciado Monsreal después fue ocupada por la señora Agustina Echeverría viuda de Canto, madre del ex gobernador Humberto Canto Echeverría, con sus hijas Aída y Lucía. En la siguiente propiedad estuvo la Academia de Piano del estimable maestro don José Rubio Milán, a quien la cedió su padre político don Ismael González. A continuación vivió el profesor Joaquín Barrera Vilar, escritor y periodista de viejo cuño y por años colaborador de “Diario de Yucatán”. Después de reformarse esta antigua construcción, trasladó ahí su consultorio el neumólogo doctor don Amílcar Novelo Rosado, y que ahora con la misma especialidad de su extinto señor padre, mantiene el doctor Amílcar Novelo Góngora.

(4) En este sitio, cabo del atrio que cae sobre la calle 60, se adaptó el bello pórtico con aliento dórico que ornó la casa número 491 de la calle 65, donde vivió hasta el último de sus días don Juan Miguel Castro benemérito ciudadano, fundador del puerto de Progreso, y la misma que durante años ocupó el antiguo café “La Balsa”. El traslado se hizo durante la gestión gubernativa de don Carlos Loret de Mola, proponiéndose preservar de mayores deterioros y descuidos esta obra de cantería y dotar al atrio de un apropiado motivo artístico colonial.

Delio Moreno Bolio

Continuará la próxima semana…

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