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Letras

Detalle de ex convento de San Agustín, en Tekantó, Yucatán. Fotografía obtenida de Facebook.

Juan José Caamal Canul

Estamos hechos de silencios, sombras, polvo; o de silencios con palabras insertas.

Regresé al pueblo para hallar las palabras esenciales, necesarias, útiles. Regresé para reencontrarlas y dar contorno a las sombras: reconstruir lo perdido, lo extraviado, lo destruido por el tiempo. Regresé para reedificar con ellas lo inexistente, lo inasible, lo inconstante.

Regresé para levantar una vez más lo caído. Regresé para reunir lo disperso, para ser confluencia y coyuntura de tiempos, lugares y personas.

Regresé para atrapar en el viento murmullos, ecos que continúan girando como espirales en el alma del pueblo.

Regresé para hallar las palabras, volver a mirar lo físico, lo firme y contundente. Para con palabras sumar, compactar momentos, noches de luna llena, días lluviosos, arboles luminosos.

Regresé para leer las palabras del atardecer. El polvo que se levanta y nos envuelve. Para escuchar a las hojas jugando con el viento. Los saltos de las gotas de la lluvia en las copas de los árboles. La noche consistente, densa de sonidos y luces, ranas, grillos, luciérnagas. Escalar la noche y el viento, mirar la línea ardiente en el horizonte. Noches y rumores. Llanto de luna llena. Los árboles que se abren a la luna y a la noche colmada de estrellas en una sarteneja invertida.

5/05/2022

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