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Reflexiones Históricas sobre Mérida

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Mi primera intención era comentar las magníficas fotografías sobre el retiro de los puestos de los baratilleros en los alrededores de la Oficina de Correos. Pero vale comentar y ampliar nuestra impresión, como un ejercicio cortazariano, sobre estos invaluables testimonios fotográficos que nos ha servido don Luis Alvarado Alonzo.

Observo detenidamente una a una las fotografías que hacen referencia al inicio de la demolición de los puestos de los baratilleros que estaban instalados en los alrededores del Palacio Federal, nombre hoy en el olvido. Si nos es posible, se puede levantar la vista y leer en lo alto del edificio el nombre original. Hasta hoy en día, el edificio es mejor y popularmente conocido como Correos, aun cuando alberga al Museo de la Ciudad.

Las fotografías son dos ángulos de un mismo objetivo: hacen referencia al espacio entre el Portal de Granos y el citado edificio. Era el año de 1965 y fueron parte de los trabajos que emprendió  la administración municipal que encabezó el Sr. Agustín Martínez de Arredondo. Algunos de estos comerciantes serían trasladados al mercado Lucas de Gálvez.

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Me detengo en la gráfica y observo al niño a la derecha, de espaldas a la cámara, acaso cortando una naranja; al hombre de la carreta, cargando maderas; los puestos de ropa a un costado; en el centro de la impresión, al fondo, una persona comprando algo; el sol de las tres de la tarde impregnando el edificio postal; la mujer con un “sabucán”, como le llamamos en el argot yucateco a la bolsa de plástico para los mandados, que sostiene unos documentos y observa a su ¿hermano, su esposo, su padre?, recoger maderas y láminas, o que quizás era alguien que pasaba por el lugar y se detuvo a mirar y recordar otros días, lo que parecía que iba a permanecer por siempre. En general, podría parecer que estas personas están en la faena de la recolección de basura, pero cabe preguntarnos por qué se toman la molestia de recoger eso que parecen desperdicios: sencillamente porque todo ello representaba el fruto de años de trabajo, por no decir de generaciones. Todo ese aparente tiradero representaba, quizá, parte o todo el patrimonio familiar.

baratilleros2

Mirar estas fotografías nos permite recordar y tender puentes en la memoria de hechos, dichos y libros. En este tianguis, en alguna parte leí o me contaron, se podía conseguir desde un alfiler hasta un ataúd. La cuestión era pedir y esperar, porque uno podría tener la seguridad de que se lo traerían.

Este también fue el contexto, pero en el año de 1942, en que a Don Alfredo Barrera Vásquez, le fueron ofrecidos los manuscritos del Libro de los Cantares de Dzitbalché. Lo anterior se menciona en la presentación del citado libro en la edición del Ayuntamiento de Mérida de 1979.

Dzitbalché

El citado manuscrito en lengua maya fue adquirido en ocho pesos a un indígena maya hablante de aquella localidad campechana, que vino a Mérida a vender el citado documento y que, por las características propias del documento, nadie quería o apreciaba. Por cierto, el libro cumple cincuenta años de su primera edición por parte del INAH, ya que fue en el año de 1965 cuando se editó el libro, después de diez años de trabajo efectivo, transcripción y traducción del Profr. Barrera Vásquez.

“El manuscrito era una serie de hojitas maltrechas que formaron un cuaderno cosido con hilo de henequén. Son 15 cantares y una portada que tiene por título ‘El libro de la danzas de los hombres antiguos que era costumbre hacer acá en los pueblos cuando no llegaban los blancos’”. (P. 161. Estudios lingüísticos. Obras completas. Tomo II. Alfredo Barrera V.).

santa isabel

Los trabajos del Ayuntamiento del año de 1965 nos remontan al remozamiento del que fueron objeto el parque y los alrededores del Barrio de la Ermita. Para dejar constancia, se elaboró y publicó un documento del periodista Humberto Lara y Lara, histórico director del Diario del Sureste en su edición impresa. El libro El barrio de la ermita de Santa Isabel, un rincón colonial de Mérida, es todo un documento de investigación histórica, de paleografía de la escritura en placas de piedra y de obligada consulta. Acertadamente, en el libro se lee que todos estos trabajos fueron a favor de mejorar la imagen de los rincones históricos y tradicionales de la ciudad, y que su fin último era ofrecer espacios y alternativas de esparcimiento cultural a los viajeros que llegaban a Mérida, pero que no pernoctaban en la ciudad o no se quedaban más días. Lara y Lara lo cita en la presentación del libro, incluso aún persiste una placa que resume el concepto y significado de la mística laboral y de coordinación que representó aquella administración municipal y estatal en la cual se lee: “Los gobiernos emanados de la revolución, al restituir los rincones inéditos de Mérida, plenos de tradicionalismo, permiten a las nuevas generaciones conocer costumbres de pasado que dieron sólido cimiento a la fisonomía de nuestro pueblo…marzo de 1965”.

Aquí abrimos un paréntesis para citar que los padres fundadores de Diario del Sureste, y los que le dieron continuidad, fueron intelectuales que cultivaron diversos campos de la creación escrita y las ciencias sociales; ahora los llaman polígrafos porque, así como los vestigios –el patrimonio edificado en el pasado– enaltece una ciudad, también sus habitantes se agigantan en la historia al imprimir su impronta humana y, así, dar mayor brillo al legado de una comunidad. Cito como ejemplo “Geografía sentimental de Mérida y el convento de la mejorada” de Oswaldo Baqueiro Anduze, que fue “escrita con intención reporteril entre jornada y jornada”, en la redacción del viejo edificio, lugar poblado de fantasmas y sombras del pasado para quien quiera ver y para quien quiera entender.

En nuestro modesto parecer, los trabajos de aquellos años revolucionaron la imagen de Mérida y ampliaron las opciones labores y económicas de empresarios y trabajadores de ese entonces. Tan innovadores y benéficos fueron los resultados de esos trabajos, que fueron respaldados e impulsados por la siguiente administración, a pesar de emanar de un partido distinto y contrario, histórica e ideológicamente, al que los emprendió.

Felicito al Sr. Alvarado Alonzo por su aportación a la oportuna publicación de estos documentos gráficos, que permiten homenajear a las personas y su visión progresista como servidores públicos y, más que nada, como ciudadanos apasionados de verdad de su ciudad; por recordarnos, en estos momentos, hechos que no deben permanecer más en el olvido, atributo lamentable de la condición humana: olvidar tan pronto lo que debiera  ser imperecedero.

Afortunadamente existen personas como don Luis que, compartiendo su legado, clarifican hechos que se contextualizan, nos nutren y nos plantean preguntas en el presente sobre el pasado, lo que contribuye a poner en su justo lugar hechos, historias y personas.

Juan José Caamal

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