Perspectiva Los Vivos y los Tontos

By on marzo 27, 2015

“En un país en el que todos quieren pasarse de vivos,

todos son tontos…

Mariano Grondona

 

Francamente estoy en shock: 4.7 billones de pesos, o sea 4,700,000,000,000. Cuatro punto siete millones de millones de pesos. Esa es la cantidad alegre que esta “casta divina” consideró que debe gastarse en hacer crecer el país y, asústense, solo es el presupuesto para este año 2015. Es el mayor presupuesto en la historia de nuestro país. Aquellos que van a aprovechar para llevar agua para su molino en base a lo anterior, reconsidérenlo pues TODOS los partidos lo aprobaron, así que los únicos que perdimos fuimos nosotros, los que debemos aportar el dinero para que estos señores gasten.

Ese fue el presupuesto del 2015 que aprobaron los “constituyentes” representantes que tenemos en la cámara de diputados y que ahora, cuando las cuentas no salen y lo que prendieron del petróleo simplemente no se cumplió, deberá revisarse para el 2016, a la baja. Habrá despidos y se revisará al 100% el presupuesto, retirando aquellos programas y asignaciones que ya no tengan razón de ser.

Cuando Calderón ganó la presidencia, recordarán que se la hicieron cardiaca y que todos nos preguntábamos cómo iba a llegar al recinto que habían bloqueado aquellos de izquierda que no estaban de acuerdo con su triunfo ante el mesías tabasqueño por tan reducido margen en la votación. Pues se coló, rindió juramento y se convirtió en nuestro presidente por seis años.

Menos de un mes después de haber llegado al puesto, casi por unanimidad, esos legisladores que estaban contra él le aprobaron un presupuesto para ejercer 2.2 billones de pesos en su primer año de gobierno: esa fue la recompensa para todos esos “indignados próceres” (nótese el sarcasmo), un aumento en sus gastos no investigables ni exigibles, y fue el inicio de lo que ahora ha escalado a los poco más de cuatro billones mencionados en las primeras líneas.

Ofende saber el tamaño del desfalco, de la impunidad y de la poca madre que muestran todos nuestros políticos: cuando no hay empleos, ni inversión, ni mejoran las condiciones macro-económicas de las cuales penden sus pronósticos, deciden ajustarse el cinturón reduciéndose 100 pesotes diarios de las dietas que reciben. Mayúsculo esfuerzo que merece nuestro desprecio.

Por si fuera poco, nos anuncian más impuestos para el próximo año y, de remate, nos indican que los gastos que se manejan tanto en la cámara de diputados como en la de senadores “no estarán sujetos a investigación alguna”, lo cual sería aceptable, según las mismas leyes que ellos han promulgado, solo si saber cómo gastan afectara la estabilidad del país. ¡Qué cinismo!

La desvergüenza no es privativa de un partido: es tricolor, amarilla, verde, azul y todas las combinaciones que llevan los partidos políticos que se llevan cada año una buena tajada del pastel.

En 1988, Mariano Grondona escribió un editorial en el que estableció la tesis que inicia este comentario: cuando todos nos esforzamos por engañar a los demás, para obtener beneficio, entonces todos actuamos de manera irracional y estúpida porque vamos a ser engañados-engañadores, y eso jamás nos permitirá salir adelante como nación. Ese editorial tuvo tal resonancia que lo considero como el despertar de mi consciencia política y social, tanto que se quedó conmigo y me acompaña desde esos días. ¿A poco no esto es a lo que nos están arrastrando tantos extraviados capitanes con sus desplantes e intolerable accionar, a hacernos a los tontos, o a ver cómo nos logramos pasar de vivos?

Nuestra nación está dividida, eso no es nuevo, y la división no será solucionada de la noche a la mañana. La unión no se dará a través de una revolución sangrienta, o al menos eso quisiera pensar, sino a través del despertar de la conciencia y de la responsable rendición de cuentas que, a su vez, conlleve una reducción en el grado de impunidad en que se desempeñan los funcionarios y los políticos.

A los políticos no les urge, por ejemplo, que se emita una ley que los castigue cuando los cachemos in fraganti en sus cochupos y moches, o en sus conflictos de interés. Y los ajustes presupuestales que se dejan venir generalmente inician con lo que ellos consideran superfluo: la cultura y la educación.

Contra lo que ellos consideran, pienso que esos dos rubros son tal vez los que más nos conviene reforzar en épocas de crisis porque, por un lado, una mejor educación redunda en mejor productividad y en trabajos mejor remunerados, además de elevar el grado de comprensión y reconocimiento de la situación y del entorno en que vivimos y, por el otro, la cultura aumenta el grado de consciencia grupal de los individuos, nos hermana.

Desde esta perspectiva, abramos los ojos y el entendimiento.

Exijamos, dentro del marco de la no violencia, que la situación cambie y que se rindan mejores cuentas, que se persigan y castiguen “vivezas”.

Seamos críticos, sí, pero también seamos propositivos.

Elijamos bien…y ni nos pasemos de vivos, ni seamos tontos.

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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