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Pangolines

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Los folidotos (Pholidota, «cubierto de escamas» en griego antiguo) forman un orden de mamíferos placentarios conocidos popularmente como pangolines. El orden contiene ocho especies vivas, todas pertenecientes al género Manis, uno de los cuatro que forman la familia de los mánidos.

En el pasado había mayor diversidad de pangolines, hasta seis familias diferentes. Los pangolines tienen grandes escamas en la piel, son los únicos mamíferos que las poseen y viven en las regiones tropicales de África y Asia. No tienen dientes y atrapan las hormigas y termitas mediante su larga lengua, estrecha y pegajosa. Son animales nocturnos que utilizan su olfato bien desarrollado para encontrar los insectos de los que se alimentan, pero el pangolín de cola larga también es activo durante el día. Los pangolines se pasan la mayor parte del día durmiendo enroscados en una bola. El nombre pangolín proviene del malayo peng-guling («el que se enrolla»).

Las dimensiones de los pangolines varían: la especie más pequeña es el pangolín de cola larga (que mide 30-40 cms., pero tiene una cola de entre 60-70 cms.), y la más grande el pangolín gigante (75-85 cms. y una cola de 65-80 cms.). Un ejemplar de pangolín gigante alcanzó un peso de 33 kg. En general, las hembras son más pequeñas que los machos.

Se caracterizan por presentar grandes escamas endurecidas en forma de placas que cubren todo el cuerpo, menos el hocico, la cara, el vientre y la parte interior de los miembros. Estas placas son blandas en los pangolines recién nacidos, pero se endurecen a medida que el animal crece.​ Las placas están compuestas de queratina, el mismo material de que se componen las uñas del ser humano, las garras de los animales o los cuernos de rinocerontes. La función defensiva de estas escamas está reforzada por el hecho de que están muy afiladas y que el animal puede controlarlas mediante unos músculos especiales, pudiendo usarlas para herir a cualquier animal que intente meter el hocico o una pata dentro de la coraza. ​

Su lengua es extraordinariamente larga y musculosa; surge del tórax, entre el esternón y la tráquea, en el pecho del animal. Como resultado, la lengua y los músculos asociados son más largos que la cabeza y el cuerpo, lo que le permite al pangolín estirar su lengua de un modo sorprendente. En cambio, la zona pilórica de su estómago es gruesa y musculosa, con proyecciones de espinas queratinosas hacia su interior. Por lo general, contiene guijarros, los cuales utiliza para triturar el alimento.

Tienen las patas cortas, con garras afiladas que utilizan tanto para excavar en los nidos de termitas y hormigas como para subir a los árboles. Se trata de patas robustas, y las posteriores son más largas que las delanteras. Las garras de las patas delanteras son tan largas que no están bien adaptadas para caminar, de manera que los pangolines caminan con las patas delanteras encogidas para protegerlas. Por este motivo, los pangolines se mueven bastante lento, aunque en algunos casos pueden llegar a correr únicamente con las patas posteriores, manteniendo el equilibrio mediante la cola y llegando a velocidades de 5 km/h. También pueden liberar un ácido maloliente de unas glándulas cercanas al ano, de una manera similar a las mofetas.

Los pangolines tienen un cráneo pequeño, cónico y alargado, uno de los más sencillos de todos los mamíferos. Aunque sus orejas son muy pequeñas o ausentes,​ los pangolines tienen bien desarrollado el oído. Su sentido del olfato también está bien desarrollado; en cambio, tienen una vista bastante pobre.

​ A diferencia de otros animales que permanecen siempre en la misma zona, los pangolines tienden a vagar más por regiones amplias, marcando territorio.​ Lo más habitual es que las hembras vivan solas con sus crías, si es que tienen, pero en algunas ocasiones comparten madriguera con un macho.

Los pangolines son mirmecófagos; tienen un sentido del olfato bien desarrollado, que utilizan para encontrar los nidos de termitas y hormigas. Una vez que han encontrado los nidos de insectos, excavan con las patas para sacarlos al exterior, donde los atrapan con su larga lengua (que en los pangolines más grandes puede llegar a medir 40 centímetros, pero con diámetro de sólo medio centímetro). Un pangolín puede comer hasta 200 mil hormigas diarias.

A diferencia de otros mamíferos, y en común con el oso hormiguero o el murciélago Anoura fistulata, los pangolines no tienen la lengua unida al hioides, de manera que, cuando no la están utilizando, la lengua reposa en una cavidad en el tórax entre el esternón y la tráquea.

Como no poseen dientes, no mastican sus presas antes de tragárselas. Por este motivo se suelen tragar pequeñas piedras y granos de arena que sirven para moler las presas dentro del estómago. El estómago está blindado con un epitelio puntiagudo y duro que protege a los pangolines de las picaduras y el veneno de las hormigas y las termitas. En las especies asiáticas, la salida del estómago presenta dos pequeños «puntas pilóricas» que son capaces de deshacer hasta el exoesqueleto más duro.

Aunque el pangolín apareció hace unos 60 millones de años, durante el Paleoceno, los pangolines más primitivos conocidos datan de hace unos 50 millones de años.

Las escamas del pangolín son muy demandadas en algunos países asiáticos, como China o Vietnam, donde se usan como medicina tradicional para el tratamiento de remedios como el asma, el reumatismo o la artritis. Esta frágil situación lo convierte en el mamífero más afectado por el tráfico de especies, especialmente en Asia. En países como China o Vietnam, su carne es considerada un manjar, se le atribuyen poderes mágicos, estos los lleva a estar en la lista de los animales en peligro de extinción. Se llegó a pensar que podía ser el responsable de la transmisión del coronavirus, afortunadamente no fue así.

Dra. Carmen Báez Ruiz

drabaez1@hotmail.es

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