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Mitsu e Hiraku (XIV)

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XIV

“Una cosa son los Shinobi-no-mono, guerreros que no temen a la muerte, y otra muy diferente son aquellos que pactan con el mal para lograr poderes únicos. Los que realizan estas prácticas se convierten en bestias.” – AYUMI KOIZUMI, Cronista

Hibiki Matsumoto se vio obligado a viajar en secreto a Kioto, para reunirse con uno de los generales de su clan. Noticias importantes debían entregarse de propia voz

Fukawa le deseaba compartir toda la información que sus espías habían conseguido del llamado ‘Asesino Negro’, descendiente de uno de los 4 generales asesinados por Mitsu e Hiraku con la autorización del maestro Matsumoto. La pista de los clanes Inoue y Hayashi desapareció con el tiempo, pero los clanes Fukuda y Maeda florecieron, pactando a través de las generaciones con otros importantes líderes de distintas zonas del Japón. Los Fukuda eliminaron a los líderes de los Maeda, anexando a sus mujeres e hijos a su clan. No habían tenido contacto en centenares de años.

Fukawa era tío de Hibiki, y uno de sus maestros en el arte de la espada. Era su padre adoptivo y también su superior. El abrazo fue grato para ambos.

Fukawa inició la charla, como era su costumbre, señalando importantes hechos históricos: <<Hace 150 años esta ciudad dejó de ser la capital de Japón. Fue la única de todas las ciudades de nuestro país que no fue bombardeada por la Fuerza Aérea Estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Podrías negarle el mote de ciudad privilegiada?>>

Hibiki sonrió, recordando tantas y tantas otras historias sobre su milenario país. Todo lo que sabía de la vida y del arte que forjaron su dinastía lo aprendió de él.

<<¿Sabes, tío? Contigo aprendí mucho más que con todos mis maestros. Sé que soy resultado de tu guía y por ello he podido ser nombrado Ángel Guardián de nuestro oráculo. Pero, más allá del arte marcial, fue tu filosofía la que siempre disfruté en cada faceta de mi vida. Me ayudó a comprender que al amor no puede definirse en palabras. Los sentimientos que despierta en nosotros son tan poderosos que nos orillan a realizar proezas sorprendentes.>>

<<Pero…>>

<<Pero también nos convierte en vulnerables. Es una oleada que sobrepasa nuestro entrenamiento físico y mental.>>

<<Fuiste elegido para esta vital encomienda por ser el único que superó todas las pruebas; recuerda que dos hermanos tuyos murieron en el proceso. Tú has sido un ejemplo de constancia en todas y cada una de las etapas que se requieren para convertirte en guerrero. Eres el Ángel Guardián porque estás dispuesto a dar la vida por tu protegida. La vida te pone en una posición en la que, llegado el momento, harás lo que debes hacer. Ni más, ni menos. Si tu destino es morir protegiendo al amor de tu vida, lo harás con dignidad.>>

<<No temo morir, tío. Me preocupa percatarme de lo cerca que están nuestros enemigos. Chieko ha iniciado su entrenamiento, pero aún le falta mucho para estar al nivel requerido.>>

<<De ahí el motivo de esta reunión, querido sobrino. Revisemos lo más reciente. Esta información la conseguimos a través de nuestros contactos ucranianos, quienes al parecer lo adquirieron a su vez con los del Mossad.>>

Fukawa prosiguió: <<Los Fukuda son los responsables de fulminantes ataques a importantes blancos internacionales desde hace décadas, cuando reaparecieron pactando con mafias de todo el mundo. Sus soldados utilizaban técnicas ninjas tradicionales, pero también son expertos en armamento moderno, el cual utilizan con precisión suprema. Lo peor es que en los 20 años recientes realizaron operaciones para la compañía más peligrosa, la que domina el planeta. Un enemigo de ese nivel llegará tarde o temprano al objetivo, pues cuentan con abrumador apoyo.>>

Hibiki repasó el informe del ‘Asesino Negro’, el líder de los guerreros del clan Fukuda. Observó que contenía escasos datos; y muchos eran hipótesis sobre cómo pudieron realizar asesinatos fuera de toda lógica. Lo más temible fue constatar la cantidad de personas desaparecidas que pudieron también ser víctimas de su espada, y cuyos cuerpos jamás fueron encontrados.

La parte final del informe aseguraba que aquel clan nipón había pactado con otro de origen británico que practicaba las artes negras, creando una fusión tenebrosa capaz de convocar a los demonios más temibles para contar con su protección, asesinos que han aceptado la denominación de ‘Ángel de la Muerte’, pues su placer es segar vidas, pintando con cada objetivo importante óleos de maldad e ingenio maligno. La evidencia indicaba que, a través de la historia, sacrificaban personas en ritos perversos para satisfacer la voracidad de sus aliados, aquellas creaturas malignas sin alma que se alimentan de la maldad de los humanos. Los ‘Angeles de la Muerte’ saben que están condenados y que, al fallecer, su lugar estará en el Infierno. Aceptan pagar ese precio, porque saben que seres como ellos sirven más como verdugos que cómo víctimas. En cambio, temen llegar al Cielo, porque saben que ahí serían castigados por sus pecados.

Dio un sorbo a su té antes de levantarse, exponiendo su conclusión.

<<O sea que me enfrento a un demente, tío.>>

<<Más bien a tu némesis. Todo parece diseñado para que ambos se enfrenten más temprano que tarde, cada uno representando el rol que el Creador ha diseñado para esta historia. Tu destino está escrito y por ello debes intensificar tu entrenamiento, sin dejar de realizar tu labor de protección a Chieko. Vamos a darte todo el apoyo posible, pero no sabemos cuándo atacarán; solo tenemos hipótesis, diseños de posibles escenarios.>>

Desde aquella residencia ubicada en Ukyo, al oeste de la Avenida Suzaku, la principal desde que Kioto era la capital nipona, los guerreros se despidieron elevando silenciosas plegarias a Mitsu e Hiraku.

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En Liberia, unas monjas europeas habían sido secuestradas por uno de los tantos grupos armados en eterno conflicto por el control del país. Varias de ellas tenían familias poderosas y eso propició que ‘El Asesino Negro’ entrara en acción con su escuadrón de la muerte.

Kadashi Fukuda aceptaba aquellos contratos no solo porque le otorgaban verdaderas fortunas al clan, permitiendo expandirlo, sino también porque le permitía probar a sus comandos en misiones extremadamente peligrosas, e incluso suicidas. El homicida disfrutaba participando en ellos; nada lo hacía más feliz que arrebatar vidas.

En tres helicópteros, 14 guerreros se dispusieron a saltar sobre un campo enemigo: eran sus alumnos más avanzados y con esa operación demostrarían su verdadera valía, escoltados por cuatro maestros, veteranos experimentados. Las naves penetraron en aquel país del África Occidental por el Océano Atlántico.

El blanco era un general llamado Joseph Doe, líder del comando que había atacado un campo de refugiados, secuestrando a las religiosas. En unos minutos saltarían sobre su base, para eliminar a todos los ahí presentes.

A través de los intercomunicadores, Kadashi alentó a su escuadrón: <<Son afortunados porque combatirán en una nación que huele a muerte. Bienaventurados aquellos que tienen la oportunidad de matar y regocijarse en el proceso.>>

Los soldados africanos, hastiados de combatir desde que eran niños, se embrutecían con alcohol y drogas, torturaban prisioneros o violaban sin descanso a las monjas y demás mujeres que secuestraban con frecuencia.

No tuvieron ninguna oportunidad…

Los pocos guardias no esperaban que del cielo descendieran ángeles asesinos empuñando pistolas con silenciador y estrellas letales. Fue como si un fumigador recorriera el área exterminando cucarachas.

Más de 90 mercenarios fueron eliminados con maligna precisión. El líder trató de suicidarse cuando Kadashi irrumpió en su cuarto, pero antes de poder jalar el gatillo de su Magnum 44 su mano fue cercenada por una afilada katana. No fue el único miembro que perdió antes de morir.

Consumada la matanza, los guerreros llegaron al bunker donde las prisioneras lloraban su desdicha.

Al abrir el portón, encontraron a unas 50 mujeres desnudas, de diversas edades y nacionalidades, aunque la mayoría eran menores de edad.

Kadashi preguntó: <<¿Quiénes son las monjas? Venimos a rescatarlas.>>

El silencio pesado, producto del desconcierto de aquellas mujeres que no alcanzaban de inmediato a entender lo que aquello significaba, se mantuvo hasta que una mujer madura, de unos 50 años, trató de incorporarse. Uno de los comandos del escuadrón de muerte la tomó del brazo y la ayudó a acercarse a su líder, quedando de rodillas frente a él.

<<Soy la Reverenda Elisa Carpenter; están aquí conmigo otras 8 monjas>> dijo de manera lastimera, mientras abundantes lágrimas escapaban de sus ojos. <<Hemos sido ultrajadas de manera inmisericorde desde hace 4 días… Algunas de nuestras asistentes murieron desangradas. Dicen que sus cuerpos fueron destazados y que su carne es la que sirve de comida a nuestros verdugos. ¿Los ha enviado mi padre, el senador Carpenter? ¿Nos llevarán a nuestro país?>>

Kadashi esbozó una leve sonrisa antes de descargar un tajo relampagueante sobre el cuello de la mujer.

El baño de sangre arrancó gritos de terror a todas las víctimas ahí presentes.

Mientras se retiraban, uno de los alumnos cuestionó a su mentor: <<‘¡Pero, Sensei! ¿Por qué ha hecho esto?>>

<<Me faltaba una monja en mi colección de cabezas.>>

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

Continuará…

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