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La revolución que quiso ser – V

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Porfiriato

 

CAPITULO II

EL PORFIRIATO Y LAS LUCHAS ANTIREELECCIONISTAS EN YUCATÁN

1.El Porfiriato en Yucatán: la Hacienda Henequenera y el Control Monopólico del Mercado

 Continuación…

 Entre 1891 y 1894 se vivió una intensa crisis agrícola que afectó profundamente a los agricultores norteamericanos y, con ellos, al mercado de las fibras duras. La prolongada crisis agrícola y la baja en los precios internacionales de la fibra significó la quiebra de muchos productores, incapacitados de afrontar los compromisos financieros adquiridos para ampliar sus siembras de henequén y para refaccionar la producción de fibra. Estas situaciones eran comunes y se daban periódicamente, de acuerdo a las fluctuaciones del precio de la fibra fijado por el mercado internacional. Lo nuevo en esta ocasión fue la profundidad de la crisis, que arrastró también con los acreedores que, tradicionalmente, resultaban los beneficiarios de los hacendados que fracasaban y que se veían obligados a rematar sus propiedades a una fracción de su valor comercial o a entregar las mismas a cambio de las hipotecas signadas a sus acreedores.

Se puede afirmar que, al finalizar el siglo XIX, la exportación henequenera era controlada en su totalidad por cuatro firmas (21). Lograron soportar la crisis sólo aquellos comerciantes que contaban con vastos recursos de apoyo; no por casualidad ligados a las firmas productoras. de maquinaria agrícola en los Estados Unidos. Así, el fracaso de la National Cordage Co. y del intento por constituir un monopolio al margen de las grandes firmas industriales trajo como consecuencia, en Yucatán, la quiebra de múltiples casas comerciales, ligadas a los intereses y las operaciones de los cordeleros norteamericanos independientes y, por consecuencia, al fortalecimiento de los intereses de las grandes compañías al través de sus intermediarios (22).

También la guerra con España trajo profundas repercusiones para la economía henequenera. Yucatán vio consolidado su predominio en el mercado norteamericano de fibras duras al verse excluidas las fibras asiáticas por el bloqueo de las rutas marítimas. Entre 1898 y 1901 Yucatán lograría la exclusividad del abasto norteamericano en esta materia. Esta situación permitió consolidar la estructura productiva y asegurarse un porcentaje elevado en el consumo de fibra en el mediano plazo.

Se vivió así, de 1894 en adelante, una intensificación en el proceso de concentración del poder y la exacerbación de las condiciones sociales que habían servido para consolidar la producción henequenera y habían hecho de la hacienda henequenera la célula básica de la sociedad yucateca.

Al iniciarse la última década del siglo XIX la élite hacendataria había logrado colocar a uno de sus miembros en la gubernatura del estado. Los intereses del grupo henequenero y su fuerza política rebasaban los límites del estado y llegaban al área de influencia del presidente Díaz y de su grupo. Múltiples negocios, estrechas relaciones de amistad y parentesco y una sólida identidad ideológica, garantizaban la simpatía y el apoyo del “centro” a la gestión pública que realizaba la oligarquía henequenera.

El control político en los distintos niveles de la sociedad, el predominio social y económico y el horizonte que ofrecía el auge henequenero parecían anunciar un futuro halagador a los miembros de la oligarquía henequenera al ocultarse el sol del siglo XIX. Sólo una nube oscurecía el panorama de los intereses oligárquicos: la rivalidad mantenida entre los miembros de dos grupos comerciales. El grupo que capitaneaba Don Eusebio Escalante Bates y el jefaturado por el Lic. Olegario Molina Solís. Ambos grupos de distinto origen y trayectoria. El primero de origen comercial, tradicional, con gran fuerza en el sur y en el oeste del estado, constituido fundamentalmente en base de relaciones familiares. El grupo molinista era de muy reciente conformación, integrado por quienes se habían beneficiado por las concesiones y los contratos de construcción del ferrocarril, y que habían hecho del ferrocarril su cabeza de playa para ampliar su influencia comercial y financiera, aprovechando la diversificación económica derivada de la producción de fibra. Ambos grupos contaban con importantes recursos y sus miembros respondían a un principio de lealtad al interior y de agresividad en relación a los miembros del grupo contrario.

El grupo escalantista mantuvo estrechas relaciones con los gobernantes yucatecos de finales de siglo, hasta lograr que Carlos Peón, antiguo liberal y coronel del ejército federalista, cuñado de Don Eusebio Escalante, ocupara la gubernatura durante el periodo 1894–1897, fecha en que renunció al fracasar en su intento por reelegirse, ante la candidatura del Gral. Francisco Cantón. La renuncia de Carlos Peón, obligada tras una zacapela que dejó varios manifestantes muertos a las puertas del palacio de gobierno, reflejó el debilitamiento del grupo escalantista, no sólo por la pérdida de esa importante posición política sino, además, por la pérdida del apoyo y el reconocimiento de parte del presidente Díaz, además del cúmulo de beneficios económicos que dependían del ejercicio directo de la administración estatal.

El grupo de Olegario Molina apoyó la candidatura del Gral. Cantón desde un principio, sin dejar de aprovechar cualquier oportunidad para señalar y acrecentar sus diferencias con quien había sido aliado del grupo escalantista. La ofensiva molinista ganó puntos al renunciar a su cargo de Ministro de Justicia y Educación de Porfirio Díaz, el Lic. Joaquín Baranda, que había sido el más importante apoyo del Gral. Cantón entre el grupo de allegados al Presidente. Molina intensificó sus esfuerzos por relacionarse con los funcionarios del gobierno central y buscó un acercamiento directo con el propio presidente Díaz aliándose de su estrecha amistad con el Lic. Joaquín Casasús. Logró establecer contacto y afinidades con el grupo de científicos y, muy especialmente, con Justo Sierra, valiéndose de su hermano, Manuel Sierra Méndez, que tenía múltiples intereses económicos en Yucatán.

Al finalizar 1901 asestaron un golpe contundente al Gral. Cantón y a la fuerza que derivaba de su amistad con el dictador Díaz: el Congreso Nacional resolvió la constitución del Territorio de Quintana Roo, con terrenos pertenecientes al estado de Yucatán. La totalidad del nuevo Territorio, con las islas que lo integraban, se concesionaban a unos cuantos ciudadanos, reconocidos porfiristas, entre los que destacaban Rafael Peón L. y… Olegario Molina Solís. Dos meses después, en febrero de 1902, asumiría la gubernatura de Yucatán el Lic. e Ing. Olegario Molina. Cabe hacer mención a la tenaz oposición del Gral. Cantón a la separación del Territorio de Quintana Roo, que fuera la base de su popularidad y de su fuerza.

Podemos afirmar que, para 1902, con la fundación de la IHC y la gubernatura de Olegario Molina, se encuentran plenamente consolidadas las bases de dominación del poder oligárquico en Yucatán. El predominio absoluto en la producción de henequén y en las múltiples actividades generadas por las inversiones de ella desprendidas; el total apoyo del grupo porfirista y de su ejército; las sólidas relaciones con los grandes monopolios norteamericanos, productores de maquinaria agrícola, elaboradores del henequén, financieros y transportistas; y la estrecha. subordinación de las amplias mayorías yucatecas; conformaban el sólido esquema de dominación de un estrechísimo grupo de ciudadanos que constituyeron la legendaria oligarquía henequenera.

Durante los siguientes cinco años se radicalizó el proceso de concentración del poder en manos de un grupo cada vez más reducido. Se ampliaron sus fuentes económicas y se multiplicaron los instrumentos, de todo orden, para hacer valer sus intereses ante los distintos grupos y en los más diversos campos de la actividad social.

Podemos afirmar que la hacienda henequenera y el desarrollo económico de Yucatán al despuntar el presente siglo habían fundado su reproducción en el crecimiento simple extensivo (23). Es decir, cada unidad productiva consistía en una suma aritmética de recursos, integrados de una manera similar, sin establecer relaciones orgánicas con el resto de las unidades productivas y sin alterar las relaciones de subordinación con el conjunto de la sociedad. Así, la ampliación de las plantaciones henequeneras y el aumento de la producción de fibra era el resultado de la agregación mecánica de fuerza de trabajo y de tierra para los planteles, organizados en torno a la hacienda y a la planta de desfibración.

El excedente productivo generado en cada ciclo no redundaba en una mejoría ni de las condiciones de trabajo, ni de las condiciones técnicas que suponía el proceso de trabajo. La hacienda henequenera se caracterizaba por funcionar al nivel mínimo de subsistencia de la mano de obra, lo que permitía la apropiación de enormes ganancias por parte del hacendado, que éste dedicaba al gasto suntuario o al financiamiento de nuevas actividades, ajenas al campo y a la producción henequenera. Las violentas fluctuaciones de los precios de la fibra obstaculizaban cualquier intento de capitalización de la producción.

La clave de las ganancias que se apropiaba el propietario de las haciendas estribaba en la posibilidad de constreñir el nivel de vida de los trabajadores y de enfrentar, con recursos propios de la hacienda, la mayor parte del costo de reproducción de la fuerza de trabajo, tanto en lo que concernía a los trabajadores activos como a la fuerza a futuro representada por la familia de los peones acasillados. No era la racionalidad del capital y la de su composición orgánica lo que determinaba el monto de la plusvalía generada en una unidad productiva henequenera sino, como hemos visto, la no correspondencia del precio alcanzado por la fuerza de trabajo durante el proceso productivo con el costo que debiera asignarse a la misma de existir un mercado racional.

Para realizar esta reducción el hacendado henequenero requería del auxilio de factores extraeconómicos, representados por el conjunto de prácticas coercitivas que permitían una constricción del nivel de vida de los trabajadores y de sus familias y el aseguramiento de niveles determinados de productividad en su trabajo.

La escasez absoluta de mano de obra a la que se llegó a finales del siglo XIX y la insuficiencia de los mecanismos de reclutamiento de trabajadores en territorios lejanos, operaron como el principal factor de descomposición del esquema de reproducción simple extensiva en que se fundaba la producción henequenera y en que se fincaba el poder de la oligarquía yucateca. Esta situación haría que se buscaran nuevas formas de organización del trabajo a fin de aumentar la productividad del trabajador y, finalmente, que se tendiera hacia la relación libre salarial, característica de la racionalidad capitalista.

Al iniciarse el siglo se concretaron algunas operaciones para el traslado de chinos, “coolies” y portorriqueños, a Yucatán, con la idea de ocuparlos en las plantaciones que se iniciaban o en las labores agrícolas que se realizaban en torno a la economía de las haciendas (24). De igual manera, se desarrollaron programas para contratar mano de obra nacional y para canalizar al estado parte de los prisioneros yaquis y tarahumaras, que las autoridades porfiristas sometían al régimen de trabajo forzado. La contratación de mano de obra nacional se hacía sobre la base de un salario superior al que regía en las regiones de origen de los trabajadores, además de absorber el contratista el costo de la transportación y el alojamiento de los trabajadores “enganchados”.

Los jornales que por más de treinta años habían permanecido estables empezaron a aumentar en los primeros años del presente siglo, pasando de 25 y 27 centavos por día a un poco más de cincuenta centavos diarios (25). Incluso se empezaron a aplicar como incentivo a la producción formas diferenciales de pago a destajo, como era pagar el primer millar de hojas cortadas a 20 centavos, el segundo a 30 centavos y hasta 37 centavos por un tercer millar; y así para cada una de las labores en el campo (26).

La oligarquía henequenera había fincado su poder en los desaforados márgenes de la especulación comercial y en la lenta agregación de recursos provenientes de la quiebra financiera de los productores. Para 1907 había alcanzado la cima del poder y de la riqueza. Nunca como entonces había habido tanta riqueza en Yucatán en manos de tan poca gente. Quienes han estudiado a la oligarquía henequenera han concluido que el grueso de las actividades económicas en Yucatán en esa fecha descansaba en no más de cincuenta familias, relacionadas muchas de ellas entre sí por algún parentesco político o de sangre (27).

Pero todos los factores conspiraban contra el poder y la estabilidad alcanzada por la oligarquía henequenera. En el orden internacional se imponía una reducción de los márgenes conferidos a la adquisición de materias primas, en beneficio de los intereses industriales. En el orden interno afrontaban el descontento creciente de los distintos sectores sociales, que empujaban hacia una distribución más equitativa de los beneficios generados por el esfuerzo social.

El grupo más amplio de productores henequeneros, que aglutinaba a los pequeños, medianos y algunos de los grandes hacendados, sufrían la exacerbación de las condiciones impuestas por un mercado polarizado por los intereses de las grandes compañías cordeleras norteamericanas y las prácticas monopólicas instrumentadas por sus intermediarios, las casas comerciales yucatecas.

En otro terreno, como era el de los intereses y las fuerzas políticas, también se vivía el aislamiento de la oligarquía. El pleno apoyo del grupo porfirista logrado por parte del gobernador Olegario Molina y el predominio alcanzado en la esfera local sobre los distintos grupos políticos, había generado un sentimiento oposicionista que empezaba a convertirse en elemento de aglutinación de los distintos grupos frente al poder y los abusos de Olegario Molina. Los seguidores del Gral. Cantón actuando abiertamente, servían como eje de atracción de quienes se decidían por cobrar distancia en relación al grupo gobernante y a sus intereses.

Un reducido grupo de periodistas e intelectuales hacían saber públicamente su descontento. Los escasos periódicos de tinte político, las revistas de humor y sátira social, los pasquines y los sueltos, señalaban los abusos del grupo gobernante y respondían con indignación a las operaciones especulativas de los oligarcas (28).

En 1909, emergió en Yucatán uno de los más vigorosos movimientos políticos dentro de la ola antirreleccionista que recorría todo el país. Delio Moreno Cantón, el poeta militante, y un grupo de viejos dirigentes cantonistas, postularon el antirreleccionismo como forma de enfrentar a la oligarquía y a sus maniobras. No aceptaban luchar contra Porfirio Díaz, únicamente buscaban desplazar a la oligarquía henequenera y ampliar el campo de la participación ciudadana.

 

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(21) MONTALVO, Enrique; op. cit.

HARTMAN, Keith; op. cit.

DEWING, Arthur S.; op. cit

ROAZEN, Dianne; 1985 y 1977.

(22) BELLINGHERI, Marco; 1979.

(23) A.G.E.Y. RAMO PODER EJECUTIVO 1900-1910. INGRESO DE TRABAJADORES Y PLANES DE COLONIZACION.

(24) IBIDEM.

(25) EL COLEGIO DE MEXICO, “ESTADISTICAS ECONOMICAS DEL PORFIRIATO”

BOLETIN DE ESTADISTICA DE YUCATAN.

(26) WELLS, A.; op. cit.

KATZ, F.; op. cit.

(27) SIERRA, José Luis; “PRENSA Y LUCHA POLITICA EN YUCATAN: 1897-1925” Mecanuscrito.

(28) WELLS, Allen; “YUCATAN: VIOLENCE AND SOCIAL CONTROL ON HENEQUEN EMPIRES”

WELLS Y JOSEPH; 1985.

SIERRA, José Luis: “1907, EL PRINCIPIO DEL FIN PARA LA OLIGARQUIA HENEQUENERA”. Mecanuscrito. Conferencia sustentada en la Academia Yucatanense de Ciencias y Artes.

 

José Luis Sierra Villarreal

Continuará la próxima semana…

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