Mucho es lo que puede decirse y escribirse del género musical “Bolero”. Esta expresión musical es, sin duda, la más importante manifestación cultural de Latinoamérica.
El Bolero, tal como se le conoce hoy, es de origen cubano y, como género cantable y bailable, es diferente por completo a su homólogo español, del que solo se conserva la nomenclatura genérica. Surge en el tercio final del siglo antepasado en la Trova Tradicional de Santiago de Cuba.
Esta charla o conversatorio –como dijeran los cubanos– me ha dado la oportunidad de profundizar algo más mis investigaciones, encontrando la posibilidad de establecer una periodización aproximada a la evolución histórica del Bolero en Cuba, a partir de sus etapas de auge insertadas en el proceso de interacción de géneros, teniendo en cuenta sus rasgos musicales y temáticas caracterizadoras.
De tal modo, se ubican dos etapas dentro de una primera fase de interacciones: desde fines del siglo XIX hasta comienzos de los años veinte, y desde esa fecha hasta inicios de los años cuarenta. Además, hay otras dos etapas ubicadas en una segunda fase de interacciones: desde la década del cuarenta hasta los primeros años del sesenta del siglo pasado, y de esa fecha hasta el presente.
Se entiende aquí por fases de interacción genérica a los períodos de desarrollo histórico en los cuales evolucionan los tipos, formas y géneros musicales a partir de procesos de interrelación, tanto de géneros como de elementos genéricos (melódicos, armónicos, rítmico-métricos y tímbrico formales), pudiendo observar desde dentro el progreso experimentado del Bolero en Cuba.
Vale acotar que las etapas propuestas no constituyen períodos cerrados, sino que sus límites están condicionados por acontecimientos socio-culturales y/o por la presencia de rasgos musicales.
En la musicología cubana actual se aprecian cinco grandes complejos genéricos, por la integración en ellos de varios géneros musicales afines. Uno de estos ejemplos, el de la canción cubana, reúne muy variadas formas genéricas: bolero, guajira, habanera, criolla, clave y otras subespecies, como las canciones patrióticas, románticas, entre otras posibles denominaciones y quehaceres.
Dichas especies han tenido un lugar relevante a través de la historia del hombre cubano y existe en ese país una rica tradición que, a pesar de sus fluctuaciones, no ha cesado de producirse y desarrollarse durante el período colonial, la etapa prerrevolucionaria y después del triunfo de la Revolución.
No solo el aporte africano y español ha dejado sus huellas en la cultura musical cubana. Igualmente debe considerarse la influencia francesa, italiana, inglesa, norteamericana y, fundamentalmente, la de diferentes países latinoamericanos como México y Colombia –aunque con grados de profundidad diferentes–.
No obstante, si en un momento se han incorporado a la música de la Antilla Mayor tales influencias, posteriormente las adaptaron a sus necesidades de expresión, exaltando los valores propios y dejando atrás los elementos que fueran ajenos, para finalmente crear un nuevo producto que mantiene sus raíces antecedentes. Tal es el caso del bolero cubano que solo tomó el nombre del mismo género español.
Continuará…
Alfonso Hiram García Acosta