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La Cruz de Gálvez (VI)

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VI

II

Continuación…

El teniente de Milicias, afectado emocionalmente y buscando la forma de vengarse, decide escribirle a sus amigos de España, solicitándoles informes sobre la vida de Gálvez en Madrid y así se entera que este era casado con doña María Francisca Monya, lo que hace del conocimiento de su tío, quien le aconseja comunicar a doña Carmencita el estado civil del Gobernador a fin de evitar que ella incurra en pecado por este motivo y, atendiendo a la indicación de Fray Luis, se dirige al día siguiente a la casa de la familia Cisneros Rendón.

Doña Carmen lo recibe con cierta frialdad y le dice

–Qué bueno que viniste a verme, Toribio. Hace tres días que te estoy esperando, pues como están las cosas es bueno que las pongamos en claro.

–¿A qué cosas te refieres? –pregunta don Toribio, simulando hacerse al desentendido.

–Hombre, a nuestra amistad –responde Carmencita– ya que entre tú y yo lo único que existe hasta hoy es eso, amistad, porque nunca me has pedido que sea tu novia y, que yo recuerde, tampoco me has propuesto matrimonio; así es que entre nosotros no hay más que una bonita y muy buena amistad.

–¿Y cuál es el motivo por el que me dices todo eso?, ¿es que acaso Lucas te ha pedido que seas su esposa?

–No me lo ha pedido, pero creo que muy pronto lo hará.

–Pues si lo hiciera se convertiría en bígamo, porque él ya es casado.

–Ay, Toribio, cómo te atreves a levantar falsos.

–No, no son falsos, es verdad y pronto te voy a demostrar que lo que te he dicho no es ninguna falacia.

–Está bien. Me agradaría que me demostraras la veracidad de tus palabras.

–Pronto lo haré y, cuando te convenzas que de lo que acabo de decirte es cierto no te quedará más remedio que darme la razón.

–Es posible que así sea.

–Por hoy, mi querida Carmen, me despido de ti y que tengas buenas noches.

Intrigada con la noticia de que don Lucas no era soltero, Carmencita queda tan preocupada que en la primera oportunidad le reclama a Gálvez por qué no le dijo desde el principio que él era casado y que no había por qué que la engañara.

Disgustado él al ser descubierto su estado civil, que hasta ese momento había ocultado por conveniencia propia, se propone investigar quién fue el autor de tan inoportuna noticia y, enterado que el que la dio a conocer fue nada menos que su rival en amores, se dispone a eliminarlo del juego amoroso y político confiándole el desempeño de una comisión fuera de la ciudad y, para efecto le envía una cita a fin de que se presente a palacio.

Al presentarse don Toribio es conducido por el portero Alfonso López hasta la oficina del Gobernador quien lo recibe amablemente y le dice:

–Señor Teniente de Milicias, tengo noticias que por el pueblo de Tihosuco se introducen armas de fabricación inglesa que probablemente procedan de Belice y, como has de comprender, pueden estar destinadas a promover un levantamiento de los mayas inconformes con la venta de las Cofradías. Esta situación, como tú comprenderás, es muy delicada y me obliga a tomar decisiones encaminadas a evitar que se ponga en peligro la vida y la tranquilidad de los habitantes de esta Colonia; por este motivo es urgente que Ud. se traslade al frente de un destacamento a ese lugar, a fin de evitar que prolifere el contrabando de armas.

–Muy bien, señor Capitán General, ¿y cuándo debo salir a cumplir con la misión? –contestó don Toribio, poniéndose de pie y ejecutando el acostumbrado saludo militar.

–Ahora mismo si fuera posible –contestó el Gobernador.

–Está bien. Me despido de Ud., y le aseguro que muy pronto le enviaré un informe detallado sobre los acontecimientos de ese lugar.

–Que tenga buen viaje y mucho éxito en su comisión –le desea don Lucas.

Al salir del palacio, don Toribio se dirige a la casa de su tío con el propósito de informarle sobre la comisión que le confirió el Gobernador. Después de haberlo escuchado, el jefe de la Mitra, le dice:

–No te preocupes. Este hombre tramó todo eso para sacarte de la ciudad a fin de que le dejes libre el camino y pueda lograr sus propósitos, pero dudo que logre salirse con las suyas; sus días ya están contados y pronto tendrá que dejar el gobierno e irse de aquí. Prepara tu viaje y procura seleccionar a tus acompañantes, que sean personas de tu entera confianza, para que tú no tengas que permanecer en Tihosuco todo el tiempo que a Gálvez le venga en gana retenerte en ese lugar. Voy a escribir una carta para que le entregues al Presbítero don Manuel Correa, a fin de que te proporcione alojamiento, alimentación y todo lo que necesites mientras dura tu comisión

–Sí, tío. Me propongo permanecer allá 15 días, y si después no me ordenan regresar, hago viaje hasta el Rosario y permanezco allí todo el tiempo que sea necesario, para no ser visto en la ciudad. Antes de salir le recomiendo al Padre Correa haga el favor de avisarme de cualquier incidente que pueda surgir durante mi ausencia de Tihosuco. Estando cerca puedo venir de incógnito por las noches a visitarte y quizá también a Carmencita, para estar al tanto de los acontecimientos políticos.

–Me parece bien –le dice Fray Luis– pero debes tener mucho cuidado, tendrás que tomar toda clase de precauciones para no ser visto, porque si te descubren podrían mandarte detener, seguirte un juicio y hasta ponerte en prisión, con cualquier pretexto.

–No te preocupes, tío. Yo sabré disfrazarme muy bien las veces que venga a Mérida. Por ahora voy a aprovechar las horas que quedan del día para preparar mi viaje; me propongo salir antes del amanecer.

Gálvez, tratando de buscar una salida más corta al mar, inicia la construcción del Camino Real de Mérida a Hunucmá con el propósito de continuarlo después en dirección al noreste hasta encontrar la costa.

Del Mazo permanece un mes en Tihosuco sin recibir noticias del Capitán General y, fastidiado de reunirse todas las tardes en casa del Presbítero don Manuel Correa a jugar dominó y miliya en compañía de otros amigos, decide viajar a su hacienda el Rosario y estar allá todo el tiempo que sea necesario, ya que estando muy cerca de la capital puede reunirse con el jefe de la Mitra por las noches y visitar a doña Carmen, de quien seguía enamorado.

Es el día 7 del mes de abril del año 1792.

Al caer la tarde, don Toribio se viste con un disfraz de mayordomo y, cabalgando sobre su hermoso caballo alazán, hace su primera entrada a la ciudad después de un mes de ausencia.

Al llegar a la residencia del Obispo, se introduce con todo y corcel por el zaguán del patio para no ser visto. Al enterarse Fray Luis de su presencia, es grande su regocijo, pues el Teniente de Milicia es su sobrino, pero él le quiere como a un hijo y por eso le recomienda tener precaución y ser muy discreto para no ser reconocido.

Don Toribio, después de escucharlo, le dice:

–No te preocupes, tío. Ya ves que vine de incógnito y mi cabello no es el mismo que tenía antes, así es que no creo que puedan reconocerme.

Pero como fueron muy frecuentes sus visitas a doña Carmen, a pesar de su disfraz de mayordomo, no faltó quien le reconociera; enterado su tío y muy preocupado le advierte:

–Toribio, temo que ya varias personas están enteradas que el mayordomo del caballo alazán eres tú. Creo que has sido descubierto y lo mejor será que regreses a Tihosuco antes de que Gálvez ordene detenerte y te siga un juicio por desacato a la orden de un superior.

–Está bien, tío. Te prometo que mañana después de hablar con Carmencita salgo de la ciudad y no regreso hasta después de 30 o 40 días

–Es mejor que así sea –le contesta Fray Luis– pues no quiero que vayas a tener algún problema con el Gobernador. Ya ves que se ha declarado abiertamente en tu enemigo y con cualquier motivo podría aniquilarte, acabar contigo.

–No te preocupes, ya te dije que mañana me voy.

–Está bien así lo espero –dijo el obispo y se retiró a su alcoba.

P. Loría T.

Continuará la próxima semana…

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