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La biblioteca Pablo Moreno del Banco Agrario de Yucatán

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De todo y de todos

Humberto Lara y Lara

En ocasión de la visita al estado del entonces presidente de la República licenciado Gustavo Díaz Ordaz, el Banco Agrario de Yucatán, del que era gerente el licenciado Manuel Pasos Peniche, inauguró el día 1º de junio de 1968, juntamente con su actual edificio, una biblioteca especializada en la industria henequenera, eje económico de la entidad desde hace una centuria, comprendiendo sus aspectos de cultivo, industrialización, comercial, social, político y hasta literario y artístico, pues a todas estas manifestaciones de su importancia, devenir y función ha dado incentivos y temas la planta que, según la leyenda, descubrió Zamná, como instrumento que ha sido, desde que entró en explotación, de esclavitud o de liberación, según los tiempos, los hombres y las circunstancias. Ergástulas llamó Felipe Carrillo Puerto a las haciendas henequeneras, y Lázaro Cárdenas concibió el cultivo del agave como futuro venero de riqueza y bienestar para los indios.

El propósito que inspiró la biblioteca a que nos referimos, a la cual se impuso el nombre de Pablo Moreno para honrar la memoria del prócer sanjuanista de criterio indigenista, fue crear una fuente de información lo más completa posible sobre la hasta hoy industria vital del estado, poniendo a disposición de los interesados documentos contables, estudios, tesis, estadísticas, legislación, investigaciones ecológicos y agrícolas, etcétera, que en un momento dado era difícil tener juntos y al alcance de la mano para consultar. Su utilidad, pues, no puede escapar a la comprensión de los investigadores en general, de los economistas, de los yucatecos que se interesan por conocer a fondo lo que es una riqueza pública tan discutida como el henequén, tan confusa por los avatares de su explotación, tan dolosamente aprovechada por el escándalo politiquero y tan vinculada por su condición de monocultivo a la historia y a la suerte del estado.

No puede decirse que a la biblioteca agraria Pablo Moreno nada le falta. Las bibliotecas son como organismos que crecen incesantemente, al ritmo del progreso integral social. Pero sí puede asegurarse que está ricamente dotada para su objeto, o lo estaba. Junto a documentos propiamente técnicos, a estudios que reflejan criterios diferentes o antagónicos cuando no se refieren al cultivo agrícola propiamente dicho y que por ello dan más luz para llegar a juicios correctos, junto a informes oficiales de gobernadores a partir de la Reforma Agraria, existen en sus anaqueles obras complementarias como la Enciclopedia yucatanense, que por su escasez tiene actualmente muy alto precio, e incluso tratados y proyectos sobre otros renglones conexos e industrias susceptibles de implantación en el ejido henequenero, con miras a la diversificación agropecuaria, por ejemplo, que los últimos y actuales gobernantes locales y nacionales han puesto en marcha vigorosamente.

En este aspecto, cabría decir que la Pablo Moreno es una biblioteca económica en general, relativa al estado de Yucatán.

Podría ser ampliada y es de desearse que así sea, si es que se la sigue atendiendo, con las obras con que el henequén ha enriquecido la cultura vernácula, que también es nacional, entre ellas Ki, una planta calumniada, de Fernando Benítez; Henequén, drama del comediógrafo Leopoldo Peniche Vallado; Se vende un hombre, de Jaime Orosa Díaz; La tierra enrojecida, de Antonio Magaña Esquivel, y otras muchas que escapan a nuestra memoria y con las cuales se formaría una sección especial. La producción literaria, artística de esta clase, no sólo brinda el placer de su belleza. Nos enseña también la entraña de la anécdota social que le da vida.

La mayor parte de los volúmenes y documentos con que fue constituida la biblioteca Pablo Moreno proceden de la particular del licenciado Manuel Pasos Peniche, que los cedió gratuitamente; fue organizada por el experto Clemente López Trujillo; al inaugurarse, se publicó un catálogo de 62, seguido de dos apéndices de 18 y 22 páginas respectivamente, lo que da idea de su acervo. Las notas explicativas puestas debajo de cada título fueron redactadas por Leopoldo Peniche Vallado.

¿No sería conveniente ponerla bajo el control de la Dirección General de Bibliotecas del Estado, conservándola donde está, y previo acuerdo con el Banco Agrario de Yucatán, su propietario?

 

Diario del Sureste. Mérida, 19 de agosto de 1971, pp. 3, 4.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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