Inicio Crónicas John Lennon, de Philip Norman – II

John Lennon, de Philip Norman – II

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Libros

II

Son más de ochocientas páginas, cada una llena de detalles interesantes, destinado a ser un libro de consulta. Hay que agradecerle a Norman que al final del libro haya incorporado un índice que nos lleva directamente a la página en la que se desee consultar un tema en particular.

La vida familiar de John la conocemos principalmente por voz de su tía Mimi, viuda del tío George, favorito de Lennon, en cuya casa vivió desde los cinco años, cuando Julia lo “encomendó” al notar que a John le caía muy mal su nueva pareja, Bobby Dykins, con quien ella vivió “en pecado” hasta su fallecimiento, atropellada por un oficial de policía que estaba fuera de servicio, poco después de visitar y despedirse de Mimi.

Entrevistas con sus amigos de escuela lo revelan como poco interesado en estudiar, aunque sí en ser líder de sus compañeros, bromista, malhablado, persiguiendo faldas, con una personalidad que a veces rayaba en lo chocante y cruel.

Fue la tía Mimi quien le compró su primera guitarra: con pesar gastó 17 libras para que su sobrino la dejara en paz, pues vivía pidiéndole una y otra vez que le regalara una. Cuando finalmente la obtuvo, impaciente por aprender a tocarla, no soportó tomar clases de un tutor; Julia, que tocaba el banjo, le dijo que afinara su guitarra como si fuera un banjo (solo las cuatro cuerdas de tonos altos, olvidándose de las cuerdas graves), siendo entonces ella quien le enseñó los acordes con los que John podía ahora interpretar las canciones que más le satisfacían: las de Elvis Presley, puesto que estaba decepcionado de Bill Haley.

Al tomar la música, los estudios se fueron por la ventana, sobre todo porque demandaban demasiada atención de John, cuando todo lo que él quería era vivir la vida y divertirse. A pesar de todo, para que no se dijera que solo asistía, en las actividades artísticas descollaba, tanto escribiendo como haciendo caricaturas.

No le gustaban los estudios, pero no deja de ser curioso que el nombre de los Quarrymen, el nombre de su primera banda, lo tomó de su escuela: Quarry Bank. En esa misma escuela también estudiaba Stuart Sutcliffe, un personaje que ocupó un rol predominante en su vida.

John conoció a Paul McCartney, que también había sido cautivado por el rocanrol que venía del otro lado del Atlántico; pronto se dieron cuenta de que compartían muchos elementos comunes, además de la música. John tenía casi diecisiete años, mientras que Paul acababa de cumplir quince, cuando finalmente comenzaron la sociedad musical de la que hasta estos días muchos abrevamos.

Paul conocía a George, lo presentó con John y lo convenció de que le permitiera unirse a ellos; John pidió a Stuart que se agregara a la banda, para tocar el bajo, pues George, Paul y él tocaban la guitarra, lo que Stuart aceptó a regañadientes. Necesitaban ahora un baterista, y le ofrecieron el puesto al hijo de la dueña del bar en el que tocaron durante sus años mozos: Pete Best.

Mientras Norman nos describe la atmósfera de aquellos días de finales de la década de los 50, e inicio de los 60s del siglo pasado, ante nuestros ojos se va conformando la inmortal banda que son los Beatles. Ringo, el único músico “profesional”, fue el último en incorporarse al grupo, que ya había sufrido la baja de Stuart, un poco porque nunca supo tocar bien el bajo (por lo cual Paul asumió el rol), otro poco porque le gustaban más las artes plásticas.

Brian Epstein, su descubridor, fue quien les dijo que, si querían ser estrellas, aprendieran a dar las gracias y a sonreír, a vestirse bien, a dejar atrás su imagen rebelde. John, hambriento de éxito, se plegó a todo lo que Brian le dijo, pero cada vez que podía le restregaba a su manager no solo que era homosexual, sino que no opinara sobre la música, que se dedicara tan solo a lo que ellos necesitaban de él.

En el libro se habla del fin de semana que John y Brian pasaron solos en Mallorca; leemos no solo la opinión de John, sino la de otros cercanos a ambos sobre lo que pasó en esos días.

Así, poco a poco vamos conociendo lo que sucedía con John, el contexto de esos años y cómo ello influía en su opinión y manera de actuar.

Debo confesar que, sabiendo cómo acabaría su vida, conforme avanzaba las páginas mi desasosiego aumentaba: no quería dejar de leer, mucho menos ese aciago capítulo de su muerte.

Como joyas ocultas, pequeñas viñetas a lo largo del libro nos permiten conocer el proceso creativo de muchas de las canciones de Lennon y McCartney, así como los orígenes de muchas de ellas:

  • Penny Lane, con sus peluqueros y sus finger pies, resulta todo un repaso en el pasado de ambos;
  • Norwegian Wood es el relato de una infidelidad;
  • I’m so tired es una oda a la depresión que sobrecogía a John;
  • Dear Prudence es una canción que ambos escribieron para animar a la hermana de Mia Farrow a salir de su bungalow a ver cuán mágica era la India, cuando el grupo estaba metido en la Meditación Trascendental;
  • Yer Blues fue escrita en esa misma época, y habla del hartazgo de John después de pasar tanto tiempo con el Maharishi, con Cynthia y con la banda en la comuna, cuando en realidad deseaba estar junto a Yoko.

Resumir la vida de alguien a un libro es un trabajo ambicioso. Cuando esa persona es un personaje como John Lennon tal vez pudiera pensarse que la labor es imposible, pero Philip Norman lo hace con maestría, sin apasionamientos. Cuando presentó su trabajo a Yoko, después de que ella le contó lo que vivió junto de Lennon, esta rechazó y desautorizó el manuscrito, diciéndole que hablaba “mal” de su esposo. Norman no lo ve así, tampoco yo después de leer su libro.

John Lennon vivirá entre los inmortales de la música gracias al legado que construyó, cierto. Jamás dejó de ser una persona y, por lo tanto, falible. Libros como el de Norman tan solo reafirman su condición de ser humano, un tipo “celoso”, casado con sus ideas, en búsqueda de paz.

Gracias, John. Gracias, Philip, por enseñarme cómo fue la vida de John, y por despertarme el hambre por conocer más sobre la vida de estos ídolos musicales míos. Toca el turno a Paul McCartney, luego a George Harrison, para finalizar con Richard Starkey, el querido Ringo Starr.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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