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Historia de un lunes – XX

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EVOCACION DE ALBERTO CERVERA ESPEJO (*)

Solón, para quien el hombre es todo azar, fija la vida humana (al igual que los amanuenses de la Biblia y el Dante) en setenta años. Nuestro entrañable Alberto Cervera Espejo estuvo muy lejos de alcanzar la cifra dictaminada por esas ilustres plumas y falleció catorce años antes de cumplir los setenta. Sin embargo, en esa vida de poco más de medio siglo, Alberto gozó de una personalidad poliédrica y su residencia en la tierra fue rica en experiencias intelectuales.

Aparte el teatro, su pasión, que abarca las facetas de autor, director, crítico y actor, el abogado Cervera Espejo también practicó el periodismo, y por esto quiero significar el artículo político, el comentario literario, la nota de arte y la asunción de dirigir un periódico diario y diversas revistas.

Durante esta ocasión consagrada a su memoria, quisiera destacar la faceta de Alberto como humorista, porque verdaderamente lo fue. Hacía humor en el bar, en la calle, en el trabajo; observador sagaz, nada ni nadie se le escapaba. Su humorismo se prolongaba en sus artículos, en sus crónicas teatrales, en sus libros (recordemos su “Viaje a Cuba”). Su humor era menos mexicano que británico, algo de Charleston, de Oscar Wilde, de Bernard Shaw. Un humorismo que implicaba sarcasmo, veladas alusiones satíricas.

Sus últimos años los pasó, de hecho, en la Hemeroteca del Estado, que entonces yo dirigía, esa valiosa Institución, emanada de los esfuerzos de Clemente López Trujillo. Alberto se dedicaba a actualizar el capítulo de Teatro de la Enciclopedia Yucatanense. Recuerdo que, por un tiempo, él, junto con el poeta Roger Campos y yo, comenzamos a reunir vocablos para un utópico diccionario consagrado al sobrenombre de un memorioso escritor y personaje folklórico del patio. Llegamos a aportar unos trescientos vocablos para enriquecer aquel glosario de la burla que nunca vio la luz y que hubiera contenido algo de lo más destacado del humorismo sui generis de Cervera Espejo. También Mario Zavala colaboró con algunas palabras.

A veces se reunía con otros humoristas como el propio Mario, Marco Almazán y Luis Bassó, hoy acaso congregados en el Olimpo o, como quieren los masones, en el Eterno Oriente. Los momentos que pasábamos con ellos eran memorables. Hoy, a siete años del fallecimiento de Alberto Cervera Espejo, nosotros sus amigos lo recordamos con el mayor afecto.

(1992)

Mérida, Yuc., abril 14 de 1989

(*) Palabras pronunciadas en el VII Aniversario de la muerte de Cervera Espejo en septiembre de 1992.

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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