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El tráfico de Mérida

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Editorial

Hace unas décadas, cuando un vehículo se acercaba al anillo periférico de Mérida sonreíamos: lo más probable era que sus ocupantes estuvieran dirigiéndose a un cabaret o a un hotel de esos que cobran por horas. En aquellos días la distancia para llegar a esas zonas parecía infinita, mientras que el trayecto mostraba cuán poco poblada estaba la periferia meridana. Allende el anillo periférico, las poblaciones en los alrededores (Umán, Caucel, Cholul, Kanasín, Xmatkuil) aún eran considerados destinos hasta cierto punto exóticos, dada la poca frecuencia con que se les visitaba y lo poco que conocíamos de ellos por lo difícil que era trasladarse a ellos.

Con el natural crecimiento urbano, las poblaciones y el periférico han sido absorbidos, conurbados, convirtiéndose prácticamente en una extensión de la ciudad capital del estado de Yucatán. Si bien el crecimiento es señal de vitalidad, también acarrea inconvenientes que cada vez son más molestos para aquellos que hemos pasado la vida en Mérida y hemos atestiguado su metamorfosis. En esta ocasión hablaremos de uno de los más manifiestos: el tráfico.

Todo aquél que pretenda dirigirse o cruzar por el Centro debe armarse de paciencia, en particular si el trayecto coincide con las horas de traslado a los centros laborales; similar calvario sufren aquellos que salen un poco más temprano de sus hogares para llevar a sus vástagos a la escuela, y también aquellos que han finalizado su jornada de trabajo y pretenden dirigirse a sus hogares. El caos vehicular causado por la cantidad de vehículos automotores de dos, cuatro ruedas y multi-ejes que circulan por la ciudad es monumental.

La avenida Canek que lleva a Caucel, la avenida García Lavín, la avenida Mérida 2000, la avenida Itzáes, la calle 60 y la calle 62, junto con la 59, la 61, la 65, Circuito Colonias, el Paseo Montejo, y ahora hasta el mismísimo periférico, desde muy temprano y hasta muy tarde están colmados de automovilistas.

Los desarrollos habitacionales que tanto inmigrantes de otros estados como nuevas familias de yucatecos han elegido como su morada han venido a estrangular las arterias viales, aumentando los tiempos de traslado, minimizando la paciencia, e incrementando la cantidad de accidentes. A eso se agrega lo que un muy estimado maestro de urbanismo llamó en nuestros días de estudiantes como síndrome de yucatecos: manejar como elefantes, «trompa con cola», o sea, sin aprovechar al máximo los carriles.

Hace muchos años existía un Plan Rector de Desarrollo Urbano con el cual se pretendía evitar la anarquía que ahora observamos. Observado durante un tiempo, dio buenos resultados, pero ahora evidentemente ha quedado en el olvido y desuso. En cambio, bajo un mal entendido y pobremente ejecutado plan para incentivar el uso de bicicletas, las calles han perdido carriles o anchura, como podemos ver en todas las avenidas y calles mencionadas anteriormente.

Ya es urgente que las autoridades municipales en las poblaciones conurbadas y Mérida se pongan de acuerdo para agilizar los trayectos viales, sobre todo si hemos de seguir creciendo como ciudad y estado. Obras como La Plancha, el Corredor Gastronómico, el Paseo Verde, los Parques Ecológicos y tantas bellezas que abundan en nuestras ciudades y en el estado desmerecen y languidecen cuando aquellos para quienes fueron diseñadas no pueden trasladarse a ellas.

Nuevas vialidades, segundos pisos, incentivos por compartir transporte y traslados, además de soluciones probadas e implementadas en otras ciudades con problemas similares necesariamente deben ser contempladas antes de que llegue el tiempo en que el traslado por nuestras calles sea permitido solo a ciertas terminaciones en las placas y solo en ciertos días.

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