Estas sociedades, lo mismo que en Cuba, se constituyeron y funcionaron hasta en los pueblos más pequeños de cualquier región urbana o suburbana. Como consecuencia de la división clasista imperante antes de 1959, y de las relaciones raciales heredadas desde la etapa colonialista española, las sociedades de recreo estaban organizadas y constituidas por componentes étnicos en Cuba en sociedades para blancos y sociedades para negros, incluyendo en el marco social de estos últimos a los mulatos u otros estratos de población mestiza, aunque existieron sociedades específicamente para mulatos en algunas ciudades cubanas.
En nuestro medio también se dividieron en sociedades: para la gente de bien ver, o que presumían de alguna alcurnia o linaje y desde luego posición económica; para la clase media y estudiosa en etapa de superación; y para el grueso del pueblo carente de educación cultural, ya que la educación protocolaria de sumisión era característica de nuestros mestizos e indígenas.
El salón de baile ocupaba un espacio de primer orden en la estructura arquitectónica de dichas instituciones.
Por los salones de estas sociedades pasaron las agrupaciones de música bailable más famosas de cada una de las épocas de la historia de la música popular. Desde luego, acompañados por sus cantantes, así como los conjuntos y orquestas menos conocidas pero que, sin embargo, encontraban una fuente eventual de trabajo y un importante foco de lanzamiento profesional
Las funciones bailables de las sociedades de recreo se intensificaban en determinadas fechas festivas en el año tales como las posadas, las fiestas de Navidad y de Año Nuevo, aniversarios de las sociedades, los bailes de carnaval, domingos de resurrección en la Semana Santa, las fiestas patronales y muchas otras ocasiones festivas.
Todo este concepto de eventos y fiestas bailables a que nos hemos referido tuvo un efecto y una repercusión decididamente favorable para la vida activa de la música bailable y para la vigencia de las distintas modalidades bailables del bolero. De ahí que además del danzón, en el repertorio de toda agrupación musical figurara un componente considerable de boleros, los cuales se intercalan entre el resto de los géneros más populares en su momento específico. De esta manera, el bolero bailable contribuía a conformar un entorno romántico-reflexivo y un equilibrio rítmico entre géneros, desde el punto de vista agógico y expresivo emocional.
Además de la importancia del baile popular y de las instituciones que servían de soporte social para su promoción, y por ende de la música bailable, se debe destacar el papel importantísimo que jugó la radio de Cuba y México como el medio de difusión masiva más universal para la proyección de la música bailable cubana.
Desde el 10 de octubre de 1922, cuando la emisora PWX se establece como la primera radiodifusora de Cuba, la radio se convirtió en un factor esencial de promoción y difusión de la música cubana en general, y de los distintos géneros de la música bailable en particular.
En México nos sucede lo mismo con el nacimiento de las difusoras radiales XEB (El Buen Tono de México) y la XEW (La voz de América Latina desde México), y en ambos casos muchos intérpretes, autores y sus obras deben su popularidad a este medio de difusión masiva. De ahí la importancia que para la música bailable tiene la radio. Baste decir que, de no ser por el medio radial, no se hubiesen conocido tantas agrupaciones y artistas, o por lo menos no con tanta rapidez y popularidad.
El disco, como medio de realización masiva, reviste una importancia singular para el conocimiento, la promoción y la difusión de la música popular. Pero el bolero es un elemento esencial en el alcance popular que este género y sus modalidades bailables tuvieron a partir del disco de 78 revoluciones y, más tarde, con la irrupción del de 45 r.p.m.
Las innovaciones tecnológicas en la esfera de las grabaciones y ediciones discográficas, a la aparición de ese maravilloso “escaparate musical” –la victrola – pianola, radiola, rockola o vellonera, según el país–, incidieron significativamente en la masificación de la música bailable y muy específicamente del bolero en amplios sectores de nuestras poblaciones: desde las altas capas de la burguesía hasta los estratos sociales clasificados como marginales.
Este hecho tiene una singular importancia para nuestro tema, por cuanto un elevado por ciento del repertorio de las victrolas lo ocupaba el bolero bailable. El contenido literario del bolero, con temáticas alusivas a distintas situaciones derivadas del amor y sus relaciones sociales, favorecía la presencia de este género y sus modalidades bailables en el ambiente característico de estos locales, a los cuales se acudía a beber unas copas, compartir con amigos, intimar y bailar con las mujeres que frecuentaban esos lugares o que trabajaban como “camareras”, o simplemente a “olvidar y ahogar en tragos las penas y los despechos de los fracasos amorosos o las infidelidades de la mujer amada” – ya que mayoritariamente estos locales eran frecuentados por personas del sexo masculino.
La presencia del bolero en el cine cubano y mexicano no es menor, y se incrementó con posterioridad a la fundación de este arte masivo como industria en el año de 1959.
Además de su existencia propia como género, el bolero se ha caracterizado por la relación que en su evolución ha mantenido con los géneros bailables más trascendentales de la música cubana, también asimilada en nuestro territorio.
Si tomamos como referencia las expresiones de la música bailable más representativas en el ámbito nacional e internacional, debemos convenir –mediante un ordenamiento cronológico– en que el danzón, el son, el mambo y el cha cha chá constituyen las formas musicales que más incidieron en el desarrollo del bolero como modalidad voluble, al asimilar un carácter dancístico.
Este planteamiento encuentra su confirmación, como veremos a continuación, en el danzón cantado, el bolero soneado, el bolero-son, el bolero-mambo, el bolero-chá y, actualmente, hasta el denominado bolero-“salsa”. Si el nexo con estas modalidades fuera el único elemento a considerar en la relación bolero-música bailable, estaría justificada y objetivamente demostrada nuestra tesis. Pero su alcance trasciende otros elementos no menos importantes, tales como la presencia del bolero en los distintos formatos vocal-instrumentales de la música popular, y la proyección del género en los enfoques más contemporáneos de esta música.
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ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA