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Eco de Espejos – XXXIII

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XXXIII

Guirnaldas para Rubén Bonifaz Nuño

Amé también los labios puros de la sabiduría.

RUBÉN BONIFAZ NUÑO

 

 

  1. Invocación

 

A la mitad del camino de mis días

quise vivir los sueños, los motivos del ángel;

tener, conmigo, el habla clara,

crecer en mi palabra, alondrecer las horas.

Y encontré los destinos del poema, caminando

a tu lado, Maestro: renaciendo

en los pasos -estelas- de tu luz.

 

Con huesos a compás, Rubén, hombre de saberes

y decires, guardador de corderos hechizados,

instructor de lumbres y tinieblas…

busqué siempre el sonido, abrigo,

el manto tuyo, de palabras purísimas:

alborozo, en espiral las cadencias,

árbol de pueblos del idioma; árbol

de vidas. Árbol que arde de voces.

 

Nos embriagas de luces.

Mi corazón de gozo atolondrado

si pudiera cantar a tu manera

brincos diera.

 

Con chispas de soles traducidos

traes a nuestros días

poetas y dioses que reviven

en máscaras eternas, canciones

por tu voz recobradas.

 

Aquí entretejo símbolos, a la buena

de Dios, al ojo llano, entre

flores de prosa, y por decir,

digo, porque nos vale, este conjuro:

 

Conejo azul, nahual piadoso, caballito,

danos el círculo de trasgos, tráelos

hacia el centro irradiante: Ceiba,

nodriza vegetal que savia de los siete

cielos, en la vena de pueblos, derrama.

 

Oigo flores de música.

Atabales, guitarras,

en noche blanca, suenan.

Eres la fiesta. Eres ya nuestro canto.

Desde tu voz me miro:

Círculos de perlas en los huesos

trepan y hacen camino, y la saliva

del amor y la sobresaltada

máscara alegre del amar se cumplen.

 

Tiras las cartas, Rubén Bonifaz.

Pagas por ver. Echas tu resto.

Y tu siete de espadas y el as de oros

de la poesía muestras.

 

La vida y la muerte que nos debes,

y sigues barajándolas, aturden dulcemente.

 

Algo vale la vida.

Fue por suerte

que mis palabras pobres se juntaran

en tu órbita ilustre de relámpagos

sometidos por la magia.

Fue mi suerte. Que la poesía colme

de palabras riquísimas tus días.

 

Ha llegado mi sangre al lugar de

su inquietud. Y pido la palabra

a otro hermano mayor, a Juan Ramón

Jiménez, y con su voz te lo digo:

No sé con qué decirlo,

porque aún no está hecha

mi palabra

 

Los deseos y los ángeles de tu obra perduren.

Raúl Cáceres Carenzo

Continuará la próxima semana…

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