Inicio Portada De noche vienes II

De noche vienes II

0
0

Letras

XVIII

Aquella noche fue la víspera de Año Nuevo; el padre Rafael estaba por cumplir seis meses en su extravío. Una brisa repentina le anunció que su madre había llegado, el viento aquel se paseó por la sala donde miraba televisión. De inmediato se puso de pie y abandonó el aparato a su suerte, Mercedes se percató y fue tras él para asegurarse que todo estuviera en orden. Volvió dejándolo solo en el pequeño jardín del atrio del templo.

Algunas personas habían ido para acompañar al padre Rafael a pasar el fin de año y darle la bienvenida al nuevo. Sin embargo, dada la condición del padre, algunos de los invitados ya se habían retirado.

Allí, sin que nadie fuera testigo, excepto Dios, sostuvieron un diálogo que duró poco más de dos horas. La lucidez con la que el padre le planteaba a su madre las preguntas haría dudar a cualquiera de su condición. Cada respuesta arrojaba luz a su pasado nublado por su condición presente.

“Vengo porque quiero que tengas claro que tu vida ha tenido valor, ha sido una dicha para muchos haberte conocido, estoy segura que si tu padre viviera se inflaría como pavorreal presumiendo a su hijo, a su único y primogénito hijo. Vengo porque te veo llorar de impotencia, porque veo que nadie entiende lo que llevas por dentro. Vengo porque te amo, y para decirte que yo también lloro al verte sufrir, pero no hay nada que podamos hacer, excepto aprovechar este acceso que Dios nos ha permitido.”

–Madre, yo quisiera decirte que lamento tanto que hayas visto morir a Viveka tan joven. Nunca debió pasar. Aún me despierto por las noches llorando mientras grito desesperadamente ‘¡¡ ¡No, no lo hagas por favor!!!’ Pero ella solo me mira por un instante y, con los ojos inundados de sombras, se arroja por el balcón. Qué dicha la del que muere, todos sus pesares mueren con él… El que queda en vida carga una pesada cruz que no puede evadir.

“No sientas pena por mí, ella descansó del martirio que fue la vida que le tocó vivir, o tal vez fue esa la vida que escogió vivir. Muchas veces le pedí que se fuera a vivir conmigo, que viniera a México, que juntas podríamos salir adelante, pero desde que lo perdió todo, se fue apagando poco a poco, como una lámpara de aceite que se va quedando sin luz…”

–Ya no quiero soñarla, quiero saber que ella está mejor, pero aún no tengo confirmación de mi amado Dios. Por las noches, cuando estoy contigo, madre, quisiera registrar todo aquello de lo que no soy consciente durante el día. Quisiera salir a la calle y saludar a tanta gente que ya no he visto, que ya no recuerdo, personas cuya voz y rostro se me han ido extinguiendo en el interior; pero creo que, si lo hago, si me aventuro a salir a la medianoche, mientras permaneces en mí, voy a provocar una gran confusión en las personas.

“Estar vivo es la mejor oportunidad que tenemos de cambiar las cosas. Pero me temo, hijo mío, que Dios ya tiene todo planeado para ti. El Dios al cual has servido con fidelidad ha preparado un camino especial para ti, pues eres uno de sus escogidos en la tierra.”

–No tengo temor, madre. Mi corazón está en paz…

En ese instante apareció Mercedes para tomarlo del brazo. Ya pasaban las dos de la madrugada.

Esa noche no soñó con Viveka. Al parecer Dios lo había escuchado por fin.

Jorge Pacheco Zavala

Continuará la próxima semana…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.