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Crónicas de Cine: El Destino de Júpiter

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A mucha gente no le agradó Cloud Atlas (2012) a pesar de contar con un actor de la talla de Tom Hanks en el papel estelar, y lo mismo sucedió con Meteoro (2008) e incluso antes con The Matrix (1999) y sus secuelas Matrix Reloaded y Matrix Revolutions, ambos filmes de 2003. Esto es normal, sobre todo cuando se considera que los directores no han buscado historias comerciales sino, por el contrario, trabajos que resultan conceptualmente demandantes y que, en consecuencia, no cualquiera tomaría como proyecto.

Todos estos trabajos de los hermanos Wachowski, sin embargo, comparten elementos comunes y que es difícil no reconocer a propios y extraños: siempre han puesto mucho cuidado en el espectáculo visual y, al mismo tiempo, han elevado el estándar en los filmes de acción. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, las secuencias en cámara lenta de The Matrix, o las perfectamente coreografiadas batallas entre Neo y el agente Smith, o la riqueza de colores de Meteoro, y las impresionantes imágenes de Cloud Atlas que se desarrollan en el futuro?

Ahora, con El Destino de Júpiter, nos demuestran que siguen siendo tan cuidadosos en los detalles visuales como siempre, mientras nos cuentan la historia de Júpiter Jones, una mucama en Chicago cuya secuencia de DNA es idéntica a la de la difunta reina madre del clan Abrasax y, por lo tanto, la convierte en la heredera y dueña de nuestro planeta.

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Aquellos que estén familiarizados con la historia del planeta Arrakis, plasmada en Dune –obra maestra de Frank Herbert–, seguramente reconocerán elementos prestados de esa saga: Arrakis jugaba un rol importantísimo para el Imperio debido a la “especie”, una droga sintetizada a partir de lo que los gusanos destilan y “quien controla la especie, controla el Universo”. Pues bien, en “El Destino de Júpiter”, la longevidad – ampliamente buscada por la humanidad – se obtiene con un suero que se sintetiza a partir de humanos vivos que son “procesados” y obtenidos de planetas cuya sobrepoblación los ha dejado “listos para la cosecha” (la población supera los recursos que el planeta tiene para sustentarlos y entonces el planeta está listo para ser cosechado de sus humanos). Debido a sus reservas de este suero, y sus consiguientes ventas, es que la familia Abrasax –liderada por los hermanos Balem, Titus y Kalique– es una de las más poderosas en el Universo. La Tierra está lista para ser cosechada, pero el burocratismo legal impide que los hermanos tomen posesión debido a la aparición/detección de Júpiter, la heredera legal de la Tierra.

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Así que Titus contrata a un mercenario (Caine Wise, interpretado por Channing Tatum) para que la lleve a su presencia, desposarla y, luego, deshacerse de ella, obteniendo así la propiedad; pero ni Kalique ni Balem (interpretado por un muy sobreactuado y poco convincente Eddie Redmayne) desean perder el “negocio” que les representa la Tierra y, con una serie de intrigas y engaños, buscan también hacerse y despachar a Júpiter – quien se ha enamorado de Caine, y viceversa, y, para evitar la cosecha, decide reclamar su “propiedad” ante las autoridades. Múltiples secuestros, chantajes y traiciones, además de la confrontación final, llenan la película durante sus poco más de dos horas.

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La historia es un poco ingenua, ciertamente, pero no viene a ser más que el vehículo para que los Wachowskis nos deslumbren con los efectos especiales y las secuencias de acción que abundan en el filme. Las actuaciones tampoco son las mejores, siendo la de Eddie Redmayne la más sorprendente por lo desaprovechada, mucho más sorprendente cuando se considera que está nominado al Oscar como mejor actor al interpretar a Stephen Hawking en La Teoría del Todo.

Pero, insisto, esta película no es para analizar actuaciones y tampoco lo es para considerar la trama y los nudos, o las motivaciones de los personajes; es, más que nada, una película en la que nos podremos sorprender con la riqueza de los detalles visuales, las escenografías, la imaginación de los directores y cómo esa imaginación ha sido trasladada a la pantalla.

El Destino de Júpiter cumple con el propósito fundamental de todo filme: entretiene y divierte.

Bien por los Wachowskis.

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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