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Canek, Combatiente del Tiempo (VI)

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Letras

II

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Daba un paseo por la Plaza Mayor el encomendero Francisco de Reinoso, disfrutando de la soleada mañana meridana. De pronto, al pasar por la catedral de San Ildefonso, su fino oído captó los acordes de la Toccata y fuga en re menor de Bach, quedando como hechizado. El organista de la catedral, ya concluida la misa de las seis de la mañana, se entretenía practicando en el órgano la famosa toccata. El encomendero, melómano que solía tocar el violín en su residencia, se introdujo enseguida en el templo más importante de la península y ascendió a trancos la empinada escalera de caracol que conducía al órgano. El ejecutante, al verlo asomar, se detuvo en seco.

–¡No os detengáis, maestro Galiano, por favor! –le suplicó de Reinoso todavía agitado por culpa de su precipitada ascensión–. Concluíd la toccata, os lo ruego.

Galiano sonrió y retomó la pieza. No tocaba nada mal; a pesar del desgaste de los pedales y las válvulas del instrumento centenario, la majestuosidad y solemne espíritu de la obra podían percibirse en su ejecución, límpida en su fraseo. Al terminar Galiano, de Reinoso le brindó un discreto aplauso y enseguida fué a abrazarlo al tiempo que le decía:

–¡Ay, maestro, tocáis a Bach de maravilla! ¿Dónde habéis conseguido esta partitura? En mi último viaje a España, hará dos años, recorrí todos los almacenes de música sin ningún resultado.

–Tenéis que ir a Alemania, don Francisco –respondió Galiano levantándose de su asiento–, especialmente a Leipzig. ¿Por qué no viajáis a esa ciudad ahora? Es posible todavía conseguir, a buen precio, algunas partituras de Bach.

–Otra vez será –dijo el encomendero un tanto resignado. Ahora no puedo abandonar mis encomiendas. Es que vos no imagináis como me sobrecoge escuchar esta toccata, maestro. Durante mi estada en España compré un número de piezas para violín de Corelli y Albinoni que tanto me gustan y que suelo mal tocar en mi viejo violín, también adquirí diversas partituras de las sonatas de Domenico Scarlatti que les he regalado a mis hijas, y para mi sorpresa, las ensayan con verdadero gusto al clave. Creo que pronto nos darán un recital. Vos seréis mi invitado de honor.

–Hombre, don Francisco, os agradezco vuestra gentileza. ¿Conocisteis a Scarlatti?

–Por 1754 o 55, lo escuché tocar sus propias sonatas durante una cena a la que fuí invitado por un amigo rico en Madrid y pude conversar con el maestro. Luego supe que regresó a Nápoles y falleció poco después. ¡Qué gran pérdida para el arte! En fin, nada podemos hacer contra el destino. Y vos, maestro ¿cuántos años lleváis en Yucatán? Os he visto algunas veces entrando en la Catedral, pero ignoraba quien erais en verdad.

–Unos meses, pero pronto tendré que regresar a Europa –respondió Galiano.

–¿A España, en particular, o a otro lugar?

––Todavía no lo sé, tengo que enviar un número de cartas solicitando alguna plaza de organista.

–Pero si tenéis una plaza de organista aquí en Mérida… Escuchad, maestro: nada hay como Yucatán, donde se respira paz, se vive bien, bebemos los mejores vinos y la comida es abundante. Además, no tenemos que trabajar, los indios lo hacen por nosotros, señaló de Reinoso esbozando una sonrisa cínica, que incomodó al organista –y nos divertimos en grande.

–Bueno, eso lo podéis decir vosotros, los encomenderos, pero no un pobre organista como yo, que vive en un mesón y que apenas gana para comer.

–¡Nada, nada! Voz sois un músico admirable y no permitiré que os marchéis de Mérida. A partir de mañana gestionaré ante el gobernador que os sean otorgados un salario decente y una casa para vivir. También hablaré con mis colegas encomenderos para que les impartáis cátedras de música a sus hijas que solo andan holgazaneando por allá….

–Os agradezco tanta amabilidad para con mi persona.

–Ya os tendré buenas noticias el viernes por la noche en el recital de mis hijas en mi casa que es la vuestra. Y ahora me veo precisado a despedirme de vos pues mis haciendas no se administran solas.

De Reinoso abrazo con efusión a Galiano y abandonó con prisas la Catedral.

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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