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Sexo Virtual – XIII

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“¡AHÍ VIENE PEDRO INFANTE!”

Pedro Infante tenía un carisma insuperable. Como charro, ladrón, burgués o carpintero, con su inigualable presencia les caía bien a mujeres, hombres, jóvenes o abuelitas.

A la fecha, a varias décadas de su fallecimiento, continúa seduciendo a jovencitas de hoy que nunca lo conocieron en vida. Si no, que lo diga la sobria de mi ex esposa, y tantas féminas jóvenes que, aun hoy, “quisieran con él”.

Sus enormes desplantes de bonhomía, buena onda pues, eran comunes en todo el territorio nacional, incluyendo lugares como la bella isla de Cuba. De esto existen anécdotas como para escribir varios libros.

Esta sucedió en Izamal, a donde acudió solícito a cantar al cinema del pueblo, contratado por el dueño de éste, hombre libanés propietario de varios negocios, como era costumbre en esa época, años antes de su trágica muerte en el avionazo en el popular sur de la ciudad de Mérida.

Esa vez, “el mejicano perfecto”, según Carlos Monsiváis, llegó a Izamal muy temprano para “encancharse” en el poblado. Amparado en “quién se iba a imaginar que verían al mediodía caminando por las polvorientas calles al ídolo de ídolos”, se dio el lujo de recorrerlas sin el asedio de fans, como sucedía en otros lugares.

Con el calor yucateco cercano a los 40 grados centígrados perlándole de sudor la frente, decidió entrar a una de las cantinas del pueblo para echarse unas “frías”, rompiendo el mito de que el charro cantor no bebía alcohol.

Enseguida, los dicharacheros parroquianos sí lo reconocieron, pues no faltó uno que se acercó para decirle que “se parecía enormemente a Pedro Infante” para, después de comprobar la originalidad, darle un abrazo marca “Oso”.

Al comprobar los discípulos del dios Baco que, en efecto, era Pedro Infante, el hijo del Pueblo, le pidieron en coro: “¡Que cante, que cante, que cante!” Ante la solicitud en bola, el tipo no los desairó y se aventó a capella “El mil amores”, “Necesito Dinero” y “Yo no fui”. Al concluir las canciones, con sus respectivas cervezas “León Negra”, vino la muestra de su entrañable generosidad al exclamar a todo pulmón: “¡Señor cantinero, todo lo que hayan tomado hoy mis nuevos amigos, yo lo pago! ¿Cuánto es la cuenta?”

Y sin más abrió su cartera, fabricada artesanalmente en Valladolid, y obsequiada por el gobernador en turno, sacó unos billetes nuevecitos, y pagó lo consumido por los sorprendidos bebedores izamaleños, mayas y mestizos.

En la noche, en el cinema, antes de salir a cantar acechó por las cortinas del escenario y vio las bancas pletóricas de gente de la primera función, pues era costumbre ofrecer dos para satisfacer a todo el respetable. Ante el público de afuera del local, mayor que el de adentro, el codicioso “turco” dueño del cinema, se frotaba las manos de gusto.

A media función, y ya informado de que el público de afuera era mayoritario, el Gran Ídolo decidió dar otra muestra de su ingente generosidad, pidiendo al dueño del cinema que abriera las cortinas que cerraban el local –para evitar que la gente de afuera mirara dentro– para que éstos “también pudieran disfrutar de su espectáculo” artístico.

Mentando madres ante sus “chinos”, y pensando en la disminución de sus ganancia$, el codicioso empresario tuvo que ceder ante la petición de Peter Child. Abrieron las cortinas al público de afuera, quien pudo degustar las siguientes interpretaciones.

No conforme con esto, el intérprete de “Pepe el Toro” decidió agasajar a sus fans de afuera del cinema, suspendiendo momentáneamente su actuación para salir del local, cruzar la calle entre vítores de la enardecida multitud, y subirse a una banca del parque para continuar con sus canciones, para deleite de sus seguidores.

Viendo peligrar sus ganancia$ de la segunda función, el ambicioso empresario “turco” le mentó la madre en español, árabe, maya, y no lo hizo en otros idiomas simplemente porque no los conocía.

Edgar Rodríguez Cimé

Continuará la próxima semana…

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