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Mitsu e Hiraku (XVI)

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‘Cuando el destino traza una línea, esta no puede ser alterada. Su ruta es impenetrable y no hay poder humano que pueda detener su avance. Cuando a los humanos nos llega la hora del ocaso, es inútil oponer cualquier tipo de resistencia. Jamás las leyes dictadas por nuestros creadores han sido evitadas, ni siquiera por un Shinobi-no-mono’ – AYUMI KOIZUMI, Cronista

Cuando los helicópteros pudieron finalmente ubicar el punto exacto de ingreso entre aquella bruma antinatural, llegaron al centro de aquel islote que hasta entonces había permanecido invisible para todos los habitantes del Japón.

De las tres naves bajaron varios comandos de élite del clan Fukawa, a la cabeza del cual estaba Kadashi, seguido como sombra por Hiso. En los rostros de ambos era palpable su decepción tras confirmar que nadie custodiaba más aquel lugar sagrado.

“Malditos cobardes, huyendo de su destino como ratas,” sentenció la letal mujer.

Pero su hombre no respondió, se limitó a seguir avanzando, recorriendo todo el lugar, cada habitación, cada sala, cada área, como tratando de encontrar algo en especial más que a sus enemigos, que desde antes intuía no estarían ahí presentes.

A cada uno de sus hombres ordenó revisar hasta el último rincón para recopilar cualquier objeto que pudiera otorgarles una pista. Nuevamente fue Hiso quien tomó la palabra: “¿Cómo era posible que con toda la tecnología a nuestro alcance no pudiéramos detectar la ubicación de este atolón?”

Kadashi la miró con el ceño fruncido, señal de que estaba al borde del enojo, algo que ella sabía no era conveniente para nadie. Sin embargo, su líder complació su curiosidad: “Es simple, ellos utilizan magia para cubrir sus refugios. Así como esta isla, deben tener todavía algunos escondites en todo el mundo. Pero incluso la magia tiene niveles, así que finalmente cuento con los conjuros necesarios para hacer trizas sus poderes de camuflaje… Pronto los tendré a mi merced; es cuestión de tener paciencia…”

“Ay, amor, precisamente tu punto débil,” dijo la diva de manera automática.

La mirada que él le echo la hizo sentir un escalofrío; fue muy rápida, porque de inmediato adoptó el rostro del Kadashi encantador mientras se dirigía a ella.

“Debería cortarte la cabeza por ese tipo de comentarios, amor, pero todavía tengo muchas ideas para utilizar ese cuerpo tan atractivo… Así que, para demostrarte que no te guardo rencor, simplemente te recordaré que no tengo puntos débiles. Mi impaciencia no es una debilidad, es una condición… Bueno, a la mierda, cambiemos de tema. Mientras ellos terminan de hacer su inspección, te llevaré a un lugar que sé te cautivará.”

Ella optó por callar durante el trayecto hacia la parte profunda de aquel paraje donde la vegetación se fusionaba con los diversos tipos de árboles. De manera extraña, a su paso, las aves e incluso los insectos dejaron de emitir sus característicos sonidos; fue como si de repente todos decidieran salir el entorno, como presagiando la realización de una afrenta cósmica.

Llegaron a aquella pequeña pagoda semi oculta entre aquel conjunto de árboles frondosos, subiendo los 3 escalones para ingresar al recinto que contenía las tumbas talladas en piedra donde reposaban las cenizas de Mitsu e Hiraku.

Su sonrisa iluminó su rostro y sus ojos adoptaron una expresión extraña cuando comprendió que estaba ante la última morada de aquellos guerreros a los que tanto admiraba, los mismos que habían sido verdugos de sus ancestros, cosa que a él realmente no le importaba como asunto principal, lo que quedó muy claro cuando comenzó a explicarle a su amante sus razonamientos.

“Todos en el clan piensan que sigo a Chieko e Hiroshi (o, mejor dicho, Hibiki Matsumoto) para terminar con sus vidas, vengando así la muerte de Suzu Fukawa, el creador de nuestro clan… pero la realidad es que tengo motivos más egoístas para ser la mano ejecutora de esa sentencia ancestral. Verás, amor, estos dos guerreros que aquí descansan fueron mucho más que talentosos asesinos, consumados artemarcialistas, los mejores en campos que a otros les toma dominar toda una vida. Ellos tuvieron el valor de realizar misiones imposibles, aquellas donde la lógica señalaba su muerte, realizando todas y cada una de ellas de una manera impecable. Cuando supe de ellos, en mis primeros años de formación, me di cuenta que en Mitsu e Hiraku existían cosas que solamente era posible conocer fuera del conocimiento racional que recibimos desde la infancia. Esto fue más claro cuando nuestros maestros abrieron la caja de pandora para nosotros, los herederos de las tradiciones del clan, explicándonos que los Fukawa llevando cientos de años pactando con fuerzas oscuras en su afán de alcanzar lugares de privilegio en la escalera de quienes dominan todo.”

“¿Te refieres a los demonios con quienes te relacionas?” se atrevió a interrumpir la ninfa que comenzaba a sentir una extraña excitación.

Él se percató de inmediato, así que comenzó a quitarse la ropa al mismo tiempo que continuaba su relato.

“Como sabes, he coleccionado todo papiro o códice donde los nombres de estos artistas de la muerte fueron mencionados, sin importarme el costo o la sangre que fuera necesaria para obtenerlos. Sin embargo, mi gran sorpresa fue descubrir que sus nombres aparecen en un libro demoniaco escrito por un monje italiano demente hace varios siglos; en él se menciona a dos japoneses que se atrevieron a ingresar a la parte más oscura de la magia negra, porque solamente así podrían estudiar de manera correcta la magia blanca. ¿Entiendes el punto? Ellos lograron entrar y salir vivos de una prueba maligna. Eso no es posible, se supone que nadie lo puede hacer a menos que… hayan descubierto algún poder que les permitiera realizar tal proeza porque, cuando la lograron, se consolidaron como los mejores del mundo.”

“Amor, estoy tan caliente que no sé de donde proviene este deseo insano que siento por ti precisamente ahora,” dijo ella, ya sin ropa alguna.

“¿No lo entiendes, tonta? Estamos ante las cenizas de seres mágicos, su poder es tan fuerte que incluso ahora es capaz de provocarnos esta energía. La mejor manera que encuentro de rendirles tributo es haciéndote mía aquí y ahora, haciéndote cosas indescriptibles que solamente una mujer como tú es capaz de soportar. Ven aquí, pecadora, envolvámonos en esta bacanal en honor a Mitsu e Hiraku; que sus espíritus se sonrojen ante nuestros excesos para que así estén dispuestos a revelarme sus secretos.”

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Horas después, los criminales abandonaron el islote llevando consigo unas urnas de hierro que fueron sustraídas de las tumbas; contenían las cenizas de aquella pareja de Shinobi-no-monos.

En el helicóptero, Hiso observaba embelesada a aquel asesino del que estaba enamorada. Sabía que no se detendría ante nada hasta desentrañar las revelaciones que aquellos residuos pudieran otorgarle y que, si fuera totalmente necesario, incluso realizaría un rito satánico.

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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