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Las obligaciones de un elector

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Editorial

El proceso de votación en nuestro país ha cambiado significativamente desde hace décadas: se reemplazaron las tarjetas de electores –de cartoncillo en las que se estampaba con un sello de caucho “Votó” en el recuadro correspondiente a la elección de ese año– por las digitalizadas que actualmente usamos; de las larguísimas listas de electores asignados a cada casilla, pasamos a las listas con foto idéntica a la de la credencial de elector; las urnas se volvieron transparentes y más resistentes; se implementó el sistema electrónico de conteo rápido (de infame memoria durante la elección de 1988 gracias a Bartlett).

Aunado a las mejoras anteriores, fruto de la democracia que pretendemos nos gobierne, el elemento humano sigue siendo crítico para el éxito de todo ejercicio electoral. Desde el presidente de la casilla, pasando por el secretario, los escrutadores, los representantes de partido, todos tienen una función que cumplir para llevar a buen puerto la elección, salvaguardando el proceso y la decisión de los votantes.

En todo este proceso, supervisado por el Instituto Nacional Electoral, el elemento más importante es el elector, tan solo porque su voto decidirá a la persona en quien depositaremos nuestra confianza, nuestras esperanzas de seguridad, bienestar económico y salud, de desarrollo, de mejora, durante todo un sexenio.

No solo es asistir a depositar nuestro voto lo que se pide de nosotros, hay que ser claros, sino votar conscientemente, es decir, que nuestro voto se deposite como fruto de una decisión informada.

Mientras todo el personal asignado a cada casilla se capacita, los electores observamos el panorama actual del país, sopesamos resultados, escuchamos propuestas, nos informamos, y nos decantamos por quien consideramos es el candidato que tiene la capacidad necesaria para liderar la República Mexicana y mejorar nuestra calidad de vida.

Cuando llegue el día, nos tocará apersonarnos en la casilla, identificarnos, recoger nuestras boletas, cruzarlas con nuestra decisión, depositarlas en las urnas correspondientes, sin olvidarnos de cuidar la integridad de los funcionarios de la casilla al mismo tiempo que salvaguardamos las decisiones reflejadas en votos que se han depositado en las urnas.

Cuando abundan los votos en las urnas, menor resulta la posibilidad de cuestionamientos posteriores y, al mismo tiempo, mayor legitimidad recibe el proceso y la decisión que resulte del conteo de los votos.

Queda poco menos de un mes para que elijamos a la persona que guiará los destinos de la nación durante los próximos seis años.

Hagamos la tarea, pues: observemos, informémonos, analicemos y arribemos a la conclusión que traiga mejores beneficios a nosotros, a nuestras familias, a aquellos a quienes heredaremos el futuro.

Que nuestro voto sea un voto informado.

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