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La Cruz de Gálvez (V)

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II

Continuación…

Don Lucas vivió por espacio de un año en el puerto de Campeche cuando recién llegó a la península. Durante ese tiempo hizo frecuentes viajes a la ciudad de Mérida, por el interés que demostró desde un principio por el gobierno de la provincia.

Su estancia en Campeche le dio oportunidad al Intendente Gálvez de conocer a una distinguida dama de la aristocracia, doña Valentina de Dubry y Pimentel con quien, según se comentaba a discreción, tenía relaciones amorosas, y no cabe la menor duda de que algo había entre don Lucas y la guapa dama porque, habiéndose hecho cargo del Gobierno de la provincia, tuvo que radicar en Mérida, pero no por eso dejó de viajar a Campeche, a pesar de lo dificultoso que se hacía a caballo.

Tal vez por este motivo, y para justificar sus continuos viajes, emprendió algunas obras en el puerto, como la construcción de un muelle y de un hospital para leprosos cuyo edificio se conserva en buen estado, es conocido como el lazareto, y está ubicado detrás del legendario barrio de San Román. También comenzó la construcción de un camino Real con el fin de unir a Mérida con Campeche; pero, desafortunadamente, este solo pudo llegar hasta el pueblo de Chocholá debido a algunos acontecimientos de carácter político que lo impidieron. Sin embargo, la desviación que se hizo del pueblo de Umán hasta el de Ticul se construyó en su totalidad.

Existe junto al arco de San Juan, en la casa marcada con el número 524-A de la calle 69 situada frente al Parque Velázquez, una lápida de piedra incrustada en la pared que está sobre la calle 64, que dice:

“AÑO DE 1790/ESTE CAMINO RL. SE DEVE/ALA PERSONAL ASISTEN/CIA, BUEN CELO Y PRUDENTE/POLITICA, CON QUE EL GOB./CAP. GEN, E INTE. DE ESTA/PROV. EL SR. D. LUCAS DE/GALVEZ, SUPO AN(I)MAR LOS/ EST (I)MULOS GENEROS DE UN PUEBLO AMANTE AL CO/MUN BENEFICIO, PROPEN/SO A LA LIBERTAD; EN CU/YO NOBLE RECUERDO ALLO LOS FONDOS DE SU ABERTURA Y CONS/TRUCCION”.

Don Lucas, estando en el puerto, se enteró que las puertas de la muralla se abrían después de las diez de la noche, para desembarcar algunas mercancías, e incluso correspondencia de algunos particulares. Estas irregularidades permitieron la constante práctica de contrabando de armas por lo que, a fin de frenar esta ilícita actividad, dispuso que las 4 puertas de la muralla permanecieran cerradas durante toda la noche. Esta disposición disgustó a don Antonio de Cánovas, administrador de correos, así como a algunos comerciantes que por este motivo se convirtieron en sus enemigos.

Doña Valentina, temiendo que los enemigos de don Lucas exaltaran los ánimos de la población en su contra, o que pudieran asumir actitudes belicosas que pusieran en peligro su vida, le pide que la lleve con él a Mérida, con el propósito de que deje de viajar a Campeche. Asombrado de la proposición, le contestó:

–Mi querida Valentina, ¿pero es que acaso tú piensas que sólo aquí tengo enemigos? En Mérida tengo muchos más, pero no podrán hacerme daño, mi programa de gobierno no consiste únicamente en evitar canonjías y privilegios que benefician a unos cuántos; se propone también realizar obras y acciones que pretenden mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los habitantes de esta provincia.

–¡Ay, Lucas! Todo eso que me dices es cierto –contestó doña Valentina– pero esto no va a impedir que en el trayecto entre Mérida y Campeche un día cualquiera te den un balazo y te priven de la vida. Tú debes pedirle al Intendente don José de Sabido y Vargas que se encargue de las obras de construcción del muelle y del hospital, y yo podía irme a radicar a la capital y así no tendrías por que viajar muy seguido y abandonar tus compromisos en Mérida.

–No, Valentina, imposible –interrumpe don Lucas–. Definitivamente no puedo llevarte a la capital, porque eso daría motivo a muchas murmuraciones; tú y yo no somos casados y eso no le va a parecer bien a ningún meridano, me lo criticarían mis propios amigos. Dispénsame, querida, pero prefiero seguir con mis viajes. Además, me gusta venir a Campeche y, claro, me gustas tú también.

–Sí, pero no me quieres –respondió doña Valentina.

–Te quiero mucho más de lo que te imaginas, pero dejémonos de tantas preocupaciones y vamos a descansar, porque mañana debo salir muy temprano para Mérida.

De regreso en la capital, organizó un comité que encabezó don Rodrigo Cisneros y Pavón con el fin de que se encargase de recaudar los fondos necesarios para la construcción de las 14 leguas de un camino carretero para unir a Izamal y otras poblaciones intermedias con la ciudad de Mérida.

Preocupado el Gobernador por reunir lo más pronto posible los fondos para la construcción de la primera legua de este camino Real, se reunía casi todas las tardes con don Rodrigo en su casa. Tal vez con ese pretexto aprovechaba verse con doña Carmen, con quien había logrado estrechar más sus relaciones amorosas, a grado tal que ya no se pudo ocultar por más tiempo sus amores con tan distinguida y bella dama, haciéndose del dominio público el comentario, lo que aprovecharon sus enemigos, que se encargaron de instrumentar una campaña de desprestigio del Capitán General, a quien acusaban de mujeriego, de llevar una vida licenciosa y poco digna de un gobernante.

Como era de esperarse, dichas murmuraciones, en algunos casos, se exageraron de tal forma que se le adjudicó a don Lucas tener relaciones amorosas con algunas señoras de la alta sociedad a fin de predisponer a sus maridos en su contra.

Las cosas llegaron a tal grado de difamación, que se vio obligado por las circunstancias a no esconder sus relaciones con Doña Carmen, de quien se decía que era la número uno, es decir, la Primera Dama, para no dar motivo a que se piense que era verdad lo de sus relaciones con señoras casadas.

Cuando en los primeros meses de 1792 se dio por terminado el Camino Real Mérida–Izamal, las relaciones amorosas entre el Gobernador y doña Carmen ya eran del total dominio público, dando motivo para que don Toribio del Mazo se enemistara definitivamente con el Capitán General, de quien desde aquel momento se declaró su enemigo político, uniéndose a todas aquellas personas a quienes Gálvez había impedido que siguieran disfrutando de ciertas canonjías y privilegios en perjuicio de otros.

La rivalidad entre don Toribio y don Lucas, y la enemistad entre ambos, se convirtió también en el comentario de todos los días, volviéndose por este motivo más tenso el odio entre ambos.

P. Loría T.

Continuará la próxima semana…

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