Aventurero, político, militar, comerciante, diplomático fracasado y, motivado por la obtención rápida de fama y riquezas, Juan Galindo incursionó circunstancialmente en la exploración de Palenque y Copán. Sus informes sobre los vestigios mayas fueron considerados relevantes por su investigación meticulosa. Como dibujante contuvo su imaginación, representó las ruinas con fidelidad, y fue moderado en sus explicaciones teóricas.
Nació en Dublín, Irlanda, en 1802 y fue bautizado con el nombre de John Gallagher. Su familia era de ascendencia española, partiendo del siglo XVIII, cuando su bisabuelo emigró a Inglaterra. Su padre, Philemon Galindo, fue un actor que no pasó más allá de la mediocridad. Su madre, Catherine Gough, perteneciente a una familia anglo irlandesa, alentó en él la obtención de alguna preparación, por lo que aprendió el idioma francés y desarrolló habilidad para el dibujo, lo que le serviría en sus exploraciones arqueológicas futuras.
Durante más de un siglo fue ignorado por la historia de la arqueología maya, debido a que su identidad resultaba vaga e incierta, hasta que en 1960 la afanosa investigación de William Griffith e Ian Graham, descubrió sus informes y dibujos en la Bibliothéque National de París.
Se dice que en 1818, a la edad de 16 años, probablemente motivado por su espíritu aventurero, se enroló en la expedición de Lord Thomas Cochrane – comandante militar británico que fue a Sudamérica a luchar por la independencia de Chile –, o bien viajó a Jamaica, en donde un tío suyo poseía una plantación de caña de azúcar. En 1827 – según se cuenta – apareció en Guatemala, en donde escaló posiciones con rapidez: ganó el puesto de Superintendente de Mejoras en el puerto de Iztapa, además del grado de Mayor en el batallón de Honduras.
En 1829 se une al ejército del General Morazán, creador de la Federación Centroamericana. Obtiene la naturalización y entonces adopta el nombre de Juan. Cuando se restableció la Sociedad Económica de Amigos del País, en Guatemala, se le emplea para traducir libros ingleses que habrían de usarse en Centroamérica. A partir de entonces su ascenso en la vida política es favorable a sus intereses. Fue nombrado gobernador del Petén, la selvática e inmensa zona del norte de Guatemala, y abrió los ojos ante los recursos naturales que se podían explotar reditualmente en aquella región. Enviaba té y quinina a Inglaterra.
Por iniciativa propia, siguiendo el curso del río Usumacinta en un viaje de exploración y tomando luego hacia el poniente, llegó a Palenque en abril de 1831. Estableció su centro de operaciones en la entrada del Palacio: levantó planos, hizo mediciones, describió las estructuras, realizó dibujos, se cuidó de no hacer interpretaciones fantásticas sobre el significado de sus observaciones y, cuando las hizo, evitó el dogmatismo anteponiendo a sus explicaciones las palabras “probablemente”, “parece ser”. Algunos ejemplos destacan este punto: al describir un relieve de estuco se refirió a un grupo de suplicantes como “al parecer plebeyos”. En otro relieve, cierta figura era “al parecer una mujer vieja”. El Templo de la Cruz fue “usado, al parecer”, con propósitos religiosos.
Al hablar de la Lápida de la Cruz, notó que el emblema era semejante al que usaban los cristianos, sin embargo no la relacionó con esta religión como lo hicieran erróneamente otros exploradores. Acertó al decir que los jeroglíficos eran una forma de escritura. Por la semejanza entre las figuras de las decoraciones y los indígenas nativos del lugar, llegó a la conclusión de que los antepasados de éstos eran los que habían construido las estructuras y los artísticos bajorrelieves, en oposición a la creencia de que habían sido los sobrevivientes de la Atlántida, o los egipcios, o los griegos, los autores de la cultura maya.
Un mes después de haber llegado a Palenque, impaciente por dar a conocer al mundo sus hallazgos, envió su informe a una revista de Londres, y a la Sociedad de Geografía de París, que lo publicaron ese mismo año. También envió a la Real Sociedad de Londres, con el propósito de impresionar a los ingleses sobre la naturaleza de la cultura maya, un muestrario de objetos: cuatro jeroglíficos de estuco que desprendió del Templo de las Inscripciones, un vaso, y varias cabecitas, entre otros. En 1834 aparecieron tardíamente en la revista especializada “Archaeologia” dibujos de los objetos con una breve carta suya.
Los informes de Galindo tenían un tono fuertemente nacionalista. La cultura Maya antigua, decía, constituía el hecho más civilizado de América, consideraba que era superior a las culturas de México y Perú, y dijo a la Societé de la Geographie que escribía “para dar a conocer a Europa nuestros derechos a la consideración.”
En 1834 el gobierno de Guatemala envió a Galindo a Copán. Después de cinco meses entregó un informe, aunque parece ser que solamente estuvo ahí 8 semanas. En su informe describió las principales características de las ruinas: se extendían a lo largo de más de dos kilómetros a orillas del río, y se apoyaban en un muro de contención que mostraba signos de deterioro. Ningún edificio se conservaba intacto, aunque reconoció las plazas más importantes y las principales construcciones. Identificó estelas, altares, esculturas de figuras grotescas, y la extraña mesa de piedra decorada con las figuras de 16 mayas sedentes que los arqueólogos interpretaron con posteridad como un congreso de científicos. Exploró los alrededores de la ciudad, encontró más estelas y la cantera de donde se sacaban las piedras de construcción. También encontró rasgos de color rojo en las estelas e interpretó los jeroglíficos como escritura fónica, criterio no compartido por investigadores posteriores. Galindo fue el primer explorador que dibujó e identificó jeroglíficos como rasgos distintivos de la escritura maya.
Observó similitudes y diferencias entre los dos sitios que había explorado:
“Comparando estas ruinas con las de Palenque, se puede apreciar al punto que su semejanza sugiere un mismo origen, pese al hecho de que difieren en aspectos esenciales.
Palenque estaba en ruinas antes de la Conquista, mientras que los españoles encontraron Copán en todo su esplendor. Y sin embargo, los edificios y otras obras de Palenque se encuentran en mejor estado que en Copán, debido a su superioridad arquitectónica. Aquí en Copán no hay casa en pie, como muchas en Palenque. Sus piedras de construcción poseen diversas características, mientras que las de Palenque no pasan de los 5 cm. de espesor. Los techos de Copán fueron hechos de piedras inclinadas, en tanto que las de Palenque siempre se colocaron horizontalmente. En Palenque están unidas con mortero, mientras que en Copán no.
En los tiempos antiguos, con excepción de Palenque, Copán sin duda fue la ciudad más notable de Centroamérica ya que, si las capitales de los kichés y los cakchiqueles se le hubieran equiparado, habrían quedado algunos indicios de su superioridad.
Allá (en Palenque) hay mayor finura y perfección en las figuras humanas, que casi siempre están puestas de perfil, mientras que, por lo contrario, la mayoría de las veces aquéllas se hallan de frente. En Palenque no vi ni obeliscos ni mesas esculpidas.
Las piedras circulares de ambos sitios son muy similares y, además, siempre encuentro su escritura acomodada en bloques casi cuadrangulares que contienen caras, manos y otros caracteres idénticos.”(Galindo. “Description of the ruins of Copán” en Sylvanus G. Morley, Inscription of Copán, Washington, 1920, p.601.)
Envió cuatro informes de Copán a su gobierno, y una copia a la Societé de Geographie de París, cada cual con un juego de 26 ilustraciones, pero ninguno de estos documentos se publicó durante el siglo XlX. El manuscrito permaneció olvidado en los archivos, que posteriormente fueron transferidos a la Bibliothéque Nationale de París, donde Ian Graham los descubrió en 1960.
Sylvanus Morley buscó el informe infructuosamente hasta que en 1919 William Gates, un americanista que poseía una colección de documentos centroamericanos, le mostró el original de puño y letra de Galindo, pero le faltaban los dibujos. Aunque Morley incluyó una traducción al inglés en su libro sobre Copán, la versión original en español apenas se imprimió en 1945.
Cuando Galindo terminó su trabajó en Copán, comisionado por su gobierno, se dedicó a otros proyectos de índole diplomática para lograr que Inglaterra definiera la frontera de Belice con Guatemala, de acuerdo con los intereses nacionales y también con los propios, que beneficiaran sus posesiones en el Petén. Pero no tuvo éxito: su misión diplomática había sido un rotundo fracaso.
Su suerte en la política cambió de rumbo y fue también de fracaso en fracaso. Galindo regresó al ejército con las fuerzas disminuidas del jefe liberal Trinidad Cabañas, en 1840, quien trataba de restablecer el régimen de Morazán en Honduras. El ejército salió derrotado en su enfrentamiento contra las fuerzas combinadas de Honduras y Nicaragua. Galindo se convirtió en un fugitivo que trataba de escapar de territorio enemigo. Fue asesinado ese año por un grupo de hondureños.
Como americanista aficionado, Galindo hizo aportaciones modestas a la arqueología maya. Sus alcances de investigador se vieron limitados a dos sitios principales: Palenque y Copán, y posiblemente a Tepoxté, en el lago Yaxhá. Las opiniones arqueológicas sobre su labor han variado desde la hostilidad hasta el elogio parcial, pero se le reconoce como uno de los precursores de los estudios mayas.
César Ramón González Rosado
Bibliografía:
-Robert L. Brunhouse. En busca de los Mayas. Los primeros arqueólogos. Fondo de Cultura Económica.1989.