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Historia del Héroe y el Demonio del Noveno Infierno – XXV

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VIII

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Hunac Kel regresó a Mayapán con sus hombres después de su larga permanencia en las tierras frías de México–Tenochtitlan cuando los preparativos de la boda real habían concluido. Traía de su jornada joyas y objetos de oro y plata y hermosos huipiles que pensaba regalar a Blanca Flor. El capitán Puma Rojo, un antiguo compañero de la infancia, lo atajó por el camino para revelarle, antes que nadie, la terrible noticia:

–Tu novia, Hunac Kel, se casa con Chac Xib Chac.

El joven sintió como una puñalada en el corazón.

Al llegar al palacio, ya lo aguardaba Tigre de la Luna con impaciencia:

–La palidez de tu rostro me indica que ya sabes la noticia –le dijo.

–Sí, Tigre de la Luna; me la ha revelado Puma Rojo. Estoy devastado.

–Lo comprendo, Hunac Kel y comparto tu dolor, pero tienes que componer tu estado de ánimo ya que eres uno de los invitados de honor; la boda es en tres días.

–Pero, después de esto, ¿tú piensas que debo aceptar la invitación de ese canalla? ¡Ay, viejo! En estos momentos ni siquiera puedo comprender lo que está ocurriendo; la más horrible confusión oscurece mi cerebro.

–Escucha, Hunac Kel; tú eres el rey de Mayapán y miembro prominente de la Triple Alianza. No hay que mezclar la política con las cuestiones amorosas. Dale una lección a Chac Xib Chac y a su pérfida acción. Viste tus mejores galas, despliega un semblante fresco y optimista, y preséntate en la boda como el dignatario que eres. Es cierto que tenías de novia a Blanca Flor y que concebiste planes de casarte con ella, pero en estas cosas del amor nunca sabemos por donde saltará el conejo. Tú abandonaste a la tórtola por demasiado tiempo y Chac Xib Chac movió mar y cielo y se quedó con la bella. ¿Qué podemos hacer contra la voluntad de los dioses?

El pálido rostro de Hunac Kel no mostraba ninguna emoción; el rey daba la impresión de carecer de alma, como aquellos hombres de palo de los tiempos del diluvio. Respondió mecánicamente:

–Entonces tú piensas que debo asistir a la ceremonia nupcial.

–¡Hombre, Hunac Kel! ¿Cómo podrías faltar? Ve y olvida la frustración y el enojo en que te ha sumido la noticia, que es grave, por supuesto. Las penas de amor pasan pronto, querido rey. Eres joven y hay muchas mujeres en el mundo.

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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