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Félix Contreras y la UNEAC

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Recuerdos de Amistad

En la sala Rubén Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) tuvo lugar la presentación de un nuevo libro publicado bajo el sello Unión. Se trata de “La Habana narrada en el espejo”, del poeta, periodista, musicógrafo e investigador cultural Félix Contreras (Pinar del Río, 1940), graduado de la primera Escuela para Instructores de Arte.

ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA

Vaya un saludo para el compañero de literatura y mejor amigo: el poeta Félix Contreras. Lo conocí en la UNEAC cuando en el año noventa visitaba a su presidente, el escritor Abel Prieto, al musicólogo José Loyola, Doctor en Música por el Conservatorio Chopin de Polonia, y al escritor y licenciado en derecho y periodismo Humberto Rodríguez Manso (+). En el despacho de Loyola tomaba mi primer buchito de café cubano, para planear las actividades del día. En esa ocasión conocí a Félix, e iniciamos una amable amistad que ha perdurado por algo más de treinta años.

Por él me acerqué a la poesía de Brasil, pues era traductor poético al español de los compañeros portugueses y brasileños, además que él mismo traducía su obra poética y sus artículos periodísticos a ese idioma. Su amplia cultura y amor a las letras y a la música popular le proporcionan una sensibilidad y conocimiento que lo pone en un sendero cultural inmejorable.

Félix me abrió las puertas de su hogar. Conocí a su esposa y visité en muchas ocasiones su casa de la calle Infanta. En una sección con soportalería, cercana al Malecón, tomamos café y algunos brebajes de yerbas medicinales que disipaban el calor ambiental de la isla. Me llevó a conocer como guía el emblemático “”Fuerte Vigía”, y conocí por él la vida de Hemingway en Cuba: conocí su lancha, su habitación a cinco metros de altura con su máquina de escribir, sus papeles y su botella de ron, que está como lo dejó cuando se quitó la vida el Premio Nobel de Literatura. Hemingway dejó una vida anecdótica en  la “Floridita y «La Bodega del Medio” con su frase inolvidable: “Para el Daiquirí, la Floridita, y para el mojito la Bodeguita…”. Félix me leyó su obra poética sobre Ernest Hemingway, vi las fotos que conservaba de los hijos de Hemingway en Cuba.

Poeta, ensayista, promotor cultural, periodista, e investigador de la música popular y tradicional cubana. –Pinar del Río, 1940-. Comenzó a publicar en diarios y revistas nacionales, como: El Caimán Barbudo, Cuba Internacional, Bohemia, Juventud Rebelde, Prensa Latina, Granma Internacional. Tiene publicados los libros de poesía: El fulano tiempo, 1968; Debía venir alguien, 1972 (con prólogo de Eliseo Diego)Cuaderno para el que va a nacer, 1978 (con prólogo de Cintio Vitier); Corazón semejante al tuyo, 1987; Álbum de vida, 2003;Para você, para vos, 2006 (en Uruguay y Brasil). De música tiene publicados: Porque tienen filin, 1991 (sobre la canción feeling cubana de la década del 40); Gardelianas y Así es la rosa, 1992 (en Argentina); La música cubana: una cuestión personal, 2001; y Yo conocí a Benny Moré, 2002 (en Cuba y Puerto Rico.

Sobre nuestras relaciones con el Cono Sur, nos une el tango, la milonga y la poesía de Uruguay, Argentina y Chile, con evocaciones similares para ambos, lo que nos unió más. Ambos escribimos sobre la trovadoresca de Yucatán y sus raíces cubanas en “Bohemia” -revista tradicional cubana-. Félix publicó algunos artículos sobre la música en Yucatán, sobre mi trabajo cultural en Cuba. En especial recuerdo el que escribió sobre las tradiciones yucatecas y sus vaquerías; como personaje central dedicó su artículo a Doña Juanita Canché, madre de Armando Manzanero, campeona del baile de jarana. Sus publicaciones en “Granma Internacional”, con ediciones en siete idiomas, abonan a la universalidad de la cultura cubana.

Para cerrar este artículo sobre el escritor Félix Contreras, qué mejor que reproducir uno de sus artículos.


NACE LA UNEAC Y CON ELLA, NOSOTROS

Por: Félix Contreras
26/8/2016

Mi relación con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) comenzó desde el mismo nacimiento de esta institución cultural. Yo cantaba en el coro de la Escuela de Instructores de Arte, en el Hotel Comodoro, dirigido por Cuca Rivero. Una mañana temprano nos dieron uniformes y zapatos nuevos y, sin preámbulo alguno, nos dijeron: “Prepárense, pónganse bonitos, esta noche (22 de agosto) cantan en la clausura del Congreso.» “¿Congreso?… ¿Cuál congreso?”, preguntó alguien y nos explicaron: “Muchachos, el primer Congreso de los artistas y escritores cubanos”.

Poco antes había llegado de Pinar del Río y vivía en el asombro perenne de recorrer La Habana y sus rincones; cuando entré al Charles Chaplin (hoy Karl Marx) ese día 22 de agosto, el impacto fue tremendo.

Acabó el Congreso y La Habana quedó inundada de importantes figuras extranjeras, que permanecieron aquí unos días más. A cualquier hora del día las coincidencias resultaban una bendición. Caminando se encontraban figuras como el gran poeta turco Nazim Hikmet, el pintor brasileño Emiliano Cavalcanti, el poeta y ensayista guatemalteco Luis Cardoza y Aragón y el bardo haitiano René Depestre, entre otros.

¿Qué se cantó por aquellos momentos? La respuesta es fácil: lo que la nación toda entonaba desde Maisí a Guanahacabibes: “Cuba, qué linda es Cuba”, canción que lleva la firma de Eduardo Saborit. Y La internacional… Arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan…

Qué orgullo esa invitación al plenario que recogió lo más brillante de la cultura artística y literaria, donde se encontraban, incluso, profesores nuestros como el poeta Félix Pita Rodríguez. ¿Quién más capacitado que Nicolás Guillén para dirigir la entonces novel UNEAC? La organización representa la cultura cubana en toda su esplendor y lleva como un símbolo de buena suerte todas las figuras ilustres que forman parte de su patrimonio.

Entrega de la condición Miembro de Mérito de la UNEAC a Daniel Viglietti. Foto Cortesía de Esther García Mariño.

La UNEAC siempre ha sido mi refugio, el lugar donde encuentro inspiración para escribir, donde las palabras se convierten en poesía. Hace ya varias décadas fue mi casa —literalmente— porque, al terminar mi trabajo como instructor de arte en Pinar del Río, no tenía dónde vivir y el guardia —aquel viejo italiano que cantaba áreas de ópera— me dejaba dormir allí con la condición de abandonar la “cama” —un sofá de la terraza— a las 6 a.m.

La organización representa la cultura cubana en toda su esplendor y lleva como un símbolo de buena suerte todas las figuras ilustres que forman parte de su patrimonio. Desde sus comienzos siempre fue un hervidero de personas que entraban y salían. En el Hurón Azul encontrabas un buen surtido de comestibles; por otro lado, estaba la excelente librería (ahora la sala de navegación), con ajedrecistas desperdigados por el patio, al igual que los escritores de ciencia ficción, con Oscar Hurtado a la cabeza. Más allá, estábamos nosotros, los jóvenes, buscando un lugar bajo el sol: Miguel Barnet, Luis Rogelio Nogueras, Sigifredo Álvarez Conesa, Helio Orovio, Manolo Granados, Froilán Escobar, Víctor Casaus, Ivan Gerardo Campanioni.

Recién habíamos fundado la Brigada Hermanos Saíz y nos pasábamos la vida “cazando” visitas de los famosos que acudían con bastante frecuencia a la casona de H y 17, que presidía Nicolás Guillén, siempre fraterno y asequible, puntual con su café de las cuatro. Lo recuerdo junto a Eliseo Diego, Onelio Jorge Cardoso y Francisco de Oraá, hombres talentosos.

Si las matas de mango del patio hablaran, cuántas historias narrarían. Una la recuerdo bien: la cantante española Ana Belén— acompañada de Víctor, su esposo— musicaliza versos del Poeta Nacional, y me siento al lado de Guillén junto a Luis Rogelio Nogueras.

La artista española parece una diosa, vive su primer momento de esplendor; entonces Nogueras sopla al oído del bardo: “¿Maestro, bonita mujer, verdad?”. “Sí —responde Nicolás—, canta bien, pero si cantara mal se le podría perdonar (…)”.

Y así van 55 años de historias, unas muy conocidas y otras solo en la memoria de un poeta que guarda en su corazón la dicha inmensa de todavía andar por la casona de H y 17.

La casona de H y 17 en El Vedado, sede de la UNEAC que dirigiera Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba. Archivo AHGA.

Qué razón tiene Félix Contreras cuando habla de la UNEAC. En esa casona y la de enfrente sobre 17, donde se amplió, se está en un oasis de cultura y fraternidad. En esos locales me recibieron por vez primera en 1990, acompañado de Israel Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Tríos. y me presentó al Dr. Loyola, que fungía como vicepresidente primero de la UNEAC: y nos recibió en su lugar de trabajo, una mesa circular -nunca usó escritorio- siempre con un café a la mano, y una solícita secretaria, que atendía con familiaridad a quienes solicitaban audiencia;

En esa mesa se dirigía el festival más importante de Latinoamérica sobre el género musical del “Bolero”. Loyola lo tituló “Boleros de oro” y sigue como su presidente desde su fundación. Tiempo después me llevó a la presidencia para presentarme al escritor Abel Prieto, presidente de la UNEAC, y se forjó una nueva amistad. Abelito, así le llamábamos, fue posteriormente Ministro de Educación y Cultura –en dos ocasiones-; ahora es el presidente de la Fundación “José Martí”.

Ya encontrándome como en mi propia casa, conocí a Humberto Rodríguez Manso, escritor y Licenciado en Derecho y Periodismo de quien puedo decir que, como hermanos de Logia y amigos, nos unimos arropados por la hermandad de dos países, hasta que su camino que lo llevó a ocupar un sitial en el Eterno Oriente. Manso escribió su último libro “México, en Guillén”. Los capítulos sobre las visitas de Guillén a suelo maya las hizo a este terruño de suelo calcáreo del que abrevó música, cultura e historia de la Antilla Mayor. Guillén en Mérida dedicó muchas horas de trabajo literario a los miembros de la APEY. Los 22 jóvenes estudiantes de Bachillerato en Ciencias en la Universidad Nacional del Sureste no lo defraudamos. Todos –más los tres que sobrevivimos- tundimos teclas y tenemos en la sangre los sentimientos del Poeta Nacional de Cuba.

Desde Mérida de Yucatán, nuestro afecto a todos los que como Félix, Abel, Loyola, Manso, de alguna forma me abrieron las puertas de la cultura cubana. Seguimos su huella literaria como miembros del Ateneo del Mayab el C.P. Luis Alvarado, el L.M. Edgardo Salazar y el que escribe. Continuaremos queriendo a la Uneac, a su fundador Nicolás Guillén, y a Félix Contreras, por recordarnos el nacimiento de esta importante sociedad cultural, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

En próxima ocasión, cuando mi mente entre al romanticismo de los sueños y recuerdos gratos, seguiré dejando testimonios internacionales de los personajes que han influido en mi persona, en la música y la literatura. Abur.

Unir con cultura es la diferencia. La UNEAC en el 59o Aniversario de su fundación. Archivo AHGA.

 

 

Fuentes

Félix Contreras – EcuRed

 

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