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En torno al centenario de un historiador

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A Mónico Neck

Ricardo Mimenza Castillo

 

(Especial para el Diario del Sureste)

 

En breve se celebrará en México el centenario del licenciado don Eligio Ancona, liberal integérrimo y de hueso colorado, como decían nuestros ancestros en sus luchas del 57.

A tan honesto y talentoso varón debemos una insigne y monumental Historia de Yucatán muy difundida, y una Geografía política con un Compendio de la misma, y las portentosas novelas El filibustero y La cruz y la espada de trama colonial, La mestiza de tema regional y folclórico, Los mártires del Anáhuac de asunto cortesiano y Memorias de un alférez que gira en torno del célebre asesinato del gobernador y capitán general de la península don Lucas de Gálvez, caballero de la orden de Calatrava y comendador de Báyaga y Algarga. También El conde de Peñalva.

Las novelas de don Eligio pertenecen al género histórico-romántico que cultivaran los prolíficos Walter Scott, Dumas padre, y Fernández y González, a excepción de La mestiza que es de un sano realismo y novela de costumbres.

Don Eligio también escribió, entre otros versos, un poema llamado María y creo que algunos ensayos dramáticos… Y como periodista de combate llenó recias páginas destinadas a combatir a los rutineros de su tiempo.

Nuestro maestro el licenciado don Arturo Escalante Galera -talento malogrado en su madurez- dice de él “distinguido hombre público (como que fue por dos veces gobernador del estado y republicano combatiente…) sus primorosas novelas… dirán siempre a las venideras generaciones sus argumentos y trama artística, lo que vale y significa en nuestra literatura nacional nuestro gran novelista. Su Historia de Yucatán… considérase como indestructible monumento de nuestra literatura… notable escritor cuyo talento crítico esmalta y matiza su obra con la riqueza de sus pensamientos… Dio también su fecundo ingenio a la escena, un drama y una comedia póstuma, ambas piezas recibidas con aplausos…”

Y aquí cabe recalcar lo serio e invulnerable de su monumental Historia, ya que con un criterio firme y liberal y un estilo ático y severo narra nuestras gloriosas o tristes gestas del pasado.

Ahora bien, aquí me detengo para manifestar mi inconformidad con el acuerdo del Comité de dicho centenario que encomienda al estado la reimpresión de Las memorias de un alférez. Existiendo hasta hoy ejemplares de la edición hecha por Pino Suárez, me parece que mejor sería reimprimir El filibustero, que es la obra en que más brillan el estro y fantasía del autor, máxime que como cuadro de la vida colonial excede en vigor y hermosura a las citadas Memorias, tanto así que el recuerdo de sus protagonistas Leonel y Berenguela perdura hasta ahora con singular e imborrable relieve en los lectores de dicha novela, la mejor del maestro.

¿No opina como yo, su hijo, mi camarada Mónico Neck, y tanto más que de El filibustero y del Compendio de su historia no existen ni diez ejemplares, quizá ni cinco, en Yucatán?

Mónico tiene la palabra.

Y aquí -yo que me propongo poner no uno sino varios granos de arena en la pirámide de su homenaje- voy recordando las siguientes rimas humildes que dediqué a don Eligio en mi libro Museo yucateco:

Historiador y novelista, acaso – fue el Dumas que se alzó con monarquía – en la novela y su épica poesía  – gallardo luminar en el parnaso. – Si el conde de Peñalva va de paso – a sorprender a una hermosura, espía – su gesto de Don Juan, cuando en la orgía – quita a la dama el antifaz de raso… – del Anáhuac los mártires se prenden – a su alegato, y en sus naves hienden – la mar caribe sus filibusteros… – Por la cruz y la espada y por Castilla, – van sus conquistadores. Su estro brilla – hasta emular fulgísimos luceros…

 

Diario del Sureste. Mérida, 31 de julio de 1936, p. 3.

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