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El obligado retiro de un grande

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Ozzy Osbourne

Moriré encima de un escenario, no pienso en retirarme; es más probable que siga cantando sobre una silla de ruedas a que deje de hacer conciertos. Cantar para mis fans es mi vida, no sabría qué hacer si esto de pronto se acabara,” afirmaba Ozzy Osbourne a la revista Kerrang en 1983, tras concluir su actuación en el Rock Pop Festival de Dortmund, cuando aún trataba de recuperar la estabilidad de su banda tras la dolorosa muerte del virtuoso guitarrista Randy Rhoads. El ex vocalista de Black Sabbath aún no lograba recuperarse de la pérdida de su amigo, en plena gira en apoyo al álbum “Bark at the Moon”, junto a Jake E. Lee (guitarra), Bob Daisley (bajo), Don Airey (teclados) y Carmine Appice (batería).

Que Ozzy sobreviviera a su despido de Black Sabbath, la banda de sus amores y que lograse de la mano de Sharon Arden regresar a los sitios de honor del rock, ya era de por sí impresionante; que además consiguiera retomar la ruta al éxito con una nueva formación era doblemente meritorio.

Nadie sabía entonces que desfilarían por la banda del ‘Hombre Loco’ un total de siete bateristas: Lee Kerslake (Uriah Heep), Carmine Appice , Tommy Aldridge (Black Oak Arkansas-Whitesnake), Randy Castillo, Dee Castronovo, Mike Bordin (Faith No More) y Tommy Clufetos; ocho bajistas: Bob Daisley (Rainbow), Rudy Sarzo (Quiet Riot), Phil Soussan, Geezer Butler (Black Sabbath), Mike Inez, Robert Trujillo (Metallica), Chris Wyse y Rob “Blasko” Nicholson; ocho tecladistas: Don Airey, Lindsay Brindgwater, Mike Moran, John Sinclair, Kevin Jones, Michael Beinhorn, Tim Palmer y Adam Wakerman; además de siete guitarristas: Randy Rhoads, Brad Gillis, Jake E. Lee, Zakk Wylde, Jerry Cantrell, Gus G y Andrew Watt.

Podría decirse que la calidad de su discografía va acorde al año de cada lanzamiento, es decir, desde el debut “Blizzard of Ozz” (1980) como número 1, “Diary of a Madman” (1981) en el 2, “Bark at the Moon” (1983) en el 3, “The Ultimate Sin” (1986) como cuarto, “No Rest for the Wicked” (1988) como quinto; “No More Tears” (1991)  en el sexto; “Ozzmosis” (1993) como séptimo, y el más reciente, “Patient Number 9” (2022) como octavo. Los restantes: “Down to Earth” (2001), “Black Rain” (2007), “Scream” (2010) y “Ordinary Man” (2020) son buenos álbumes, pero lejanos a la calidad de los ocho primeros. Mención aparte merece “Under Cover”, donde Ozzy rinde tributo a los músicos a los que considera sus héroes, con versiones muy a su estilo de obras de John Lennon, Mountain, The Beatles, King Crimson, David Bowie, Cream, The Rolling Stones, entre otros.

Tan solo por la discografía realizada con Black Sabbath, de la cual los seis primeros son obras maestras, Ozzy Osbourne ya ha ganado la inmortalidad como figura estelar del rock mundial.

Ozzy ya tenía asegurado un lugar de privilegio en el olimpo de los Dioses del Rock por haber sido el cantante original de Black Sabbath, dando vida a seis álbumes inconmensurables: “Black Sabbath” (1970), “Paranoid” (1970), “Master of Reality” (1971), “Vol. 4” (1972), «Sabbath Bloody Sabbath” (1973) y “Sabotage” (1975), más otros dos no tan efectivos como son “Technical Ecstasy” (1976) y “Never Say Die” (1978). Sobre “13” (2019), podemos decir que es un trabajo interesante, pero la ausencia de Bill Ward pesa demasiado para considerarlo un clásico.

La vida de Ozzy fue un tobogán de excesos con drogas de todo tipo, principalmente con el alcohol. Paradójicamente, el británico edificó su reputación como artista de la mano de las locuras que fue cometiendo en el camino, las cuales fueron escalando: arrancar cabezas de murciélagos y palomas, orinar fuera de edificios históricos, escandalizar en hoteles, bares y fiestas, hasta llegar al intento de ahorcamiento a su propia esposa Sharon.

De origen humilde, curtido en el sórdido ambiente industrial de Birmingham, el cantante recurrió a esos escapes debido a su tremendo complejo de inseguridad. No fueron pocas las ocasiones en las que aseguró que él tomaba no por el sabor del licor, sino porque lo necesitaba para ser feliz, evadiendo la cotidianidad, para llegar al único sitio que lo hacía realmente feliz: el escenario.

El Mago de Ozz ha estado cantando en conciertos desde que tenía 20 años de edad, primero con Black Sabbath, con 9 giras de 1968 a 1978; después, como solista participó en 31 tours mundiales, desde 1980 hasta la nochevieja de 2018, cuando ofreció su último concierto en el OzzFest, en el Kia Forum de Inglewood, California.

El buen Ozzy, ahora con 74 a cuestas, ha pasado la mayor parte de su vida recorriendo buena parte del planeta, principalmente los Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, aunque también en la mayor parte de Europa, además de Japón, Australia, Rusia, México y varios países de Sudamérica.

La última presentación pública del gran Ozz fue el 8 de septiembre de 2022, en el medio tiempo del duelo de la NFL entre Los Angeles Rams y los Buffalo Bills, en el SoFi Stadium; interpretó “Patient Number 9” y “Crazy Train” acompañado de Zakk Wylde, Andrew Watt, Tommy Clufetos y Chris Chaney.

Ozzy Osbourne se ha mantenido activo por más de 5 décadas, primero como frontman de Black Sabbath, con quien inició en 1968, después como solista de 1980 hasta 2022, además del reencuentro con los “Príncipes de la Oscuridad”, en 1997, 1998, 1999, 2001, 2004, 2005, 2012, 2013, 2014 y 2016, todos dentro de los tours del OzzFest.

Es de dominio público que la ciencia médica no se explica cómo es posible que el artista inglés pudiera sobrevivir con tal cantidad de drogas y alcohol en su organismo, además de las terribles lesiones que sufrió en su accidente de moto en 2003, más la grave caída ocurrida en 2019 en su propia casa.

Estos dramáticos sucesos magnifican el hecho de que este hombre ha sido de los más constantes a lo largo de los años cuando de entregarse en vivo ante sus incondicionales fanáticos se trata. Ozzy ha manifestado el gran dolor que experimenta por no poder continuar adelante, por no poder cumplir su promesa de que “moriría sobre un escenario o que estaría cantando en sillas de ruedas antes de retirarse.

Su deseo es poder hacerlo, así lo expresó recientemente en sus redes sociales; pero parece algo imposible a sus 75 años de edad, sufriendo la enfermedad de Parkinson, su añeja lesión en la espalda, las secuelas de tres cirugías en su columna vertebral, más molestias diversas en las rodillas.

Si bien es cierto que en años recientes durante sus shows previos a la pandemia su voz estaba fatal, pues en vivo se escaparon los ‘gallos’, perdió afinación, potencia, debiendo ser respaldado por Zakk Wylde como segunda voz en la mayoría de las presentaciones, lo cierto es que sus seguidores le perdonaron todo porque lo consideran casi una pieza de museo viviente más que un rockstar o, más bien, una mezcla de ambas cosas. Creen que vale mucho la pena escucharlo en concierto, después de todo, estamos hablando del cantante de Black Sabbath.

Quienes lo vieron en sus últimas actuaciones aseguran que estaba bien, realizando sus acostumbrados saltos y cantando bastante decente, lo que demuestra que el maestro se preparó para su ahora suspendida gira, por lo que debió ser un durísimo golpe no poder continuar adelante, como se palpa en el mensaje que compartió:

Créanme cuando les digo que la idea de decepcionar a mis seguidores me pone de los nervios, nunca habría imaginado que mis días de gira acabarían así. Quiero dar las gracias a mi familia, mi banda, mi equipo, a mis amigos de toda la vida, a Judas Priest y, por supuesto, a mis seguidores, por su infinita dedicación, lealtad y apoyo, y por darme la vida que nunca jamás soñé que tendría. Los quiero a todos.”

Ozzy Osbourne ahora podrá disfrutar de sus nietos, sus hijas Aimee y Kelly, su hijo Zack y su esposa Sharon, algo que tiene muy merecido.

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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