Leyendas del Mayab
XXXVIII
LAS BODAS DE LA TS’UNU’UN
Un raudo colibrí, sonando sus pequeñas alas brillantes y multicolores, voló palpitando hacia unas flores silvestres a las cuales rozó apenas con el pico sutil y fino, y se alzó luego y meciéndose sobre los rosales, inquieto y nervioso, parecía temblando en el aire como una joya vibrante.
Se le quedó mirando una vieja india y comentó:
–Señor, es el pájaro ts’unu’un, y si quieres te contaré su historia…
La xts’unu’un, o sea la hembra, se hallaba un día muy afligida mirando un pequeño nido que fabricaba con empeño. Muy míseros eran los materiales que había podido reunir para lo que había hecho hasta entonces, como ramitas secas y basuras, y aun así tenía que dejarlo a medio hacer pues ya no contaba con más.
La xts’unu’un era una pajarita muy pobre, aunque muy bella y tanto más sufría viendo su nido sin concluir cuanto que precisamente lo fabricaba porque quería casarse, y sería su alcoba nupcial. Ni esperanza de que su novio la ayudase, pues el ts’unu’un era tan pobre como ella. De manera que el casamiento resultaba punto menos que imposible.
En aquel entonces los ts’unu’un estaban casi desnudos, y como eran muy pequeños nadie les daba importancia.
Muy apesadumbrada estaba la infeliz colibrí llorando sus penas, cuando de pronto una xk’ok’olche’, que es el ave que mejor canta y de muy piadosos sentimientos, voló a posarse al mismo árbol en que la xts’unu’un se lamentaba.
Preguntó la xk’ok’olche’ el motivo de su congoja y la pajarita se la explicó. Gran pesadumbre sintió la xk’ok’olche’ y pensó en remediar tanta pena. ¿Pero, cómo? Se miró a sí misma y recordó que ella era también muy pobre, y que no podría hacer nada. Porque la xk’ok’olche’ es muy pobre, tanto que por eso se la llama también xlab nook’, en lengua de indios, y que en lengua de castellanos significa ropa vieja, en razón de que sus plumas son grises con apariencia de suciedad o vejez.
Entre ambas diéronse a reflexionar qué podría hacerse. Es fama que una mujer es capaz por intuición de resolver la situación más difícil y si tanto puede una, ya puede colegirse de lo que serán capaces dos.
Y así surgió la idea –Yo sé cantar muy bien, canto tan dulcemente que hasta las demás aves se detienen a escucharme. Voy a tratar de convocar a nuestras compañeras por medio de mi canto, y verás, pobre xts’unu’un cómo se remedia todo, la dijo la xk’ok’olche’.
Y se puso a cantar y con tanta ternura que no tardaron las otras aves en acudir a oírla, y no sólo, sino hasta varios otros animales.
Cuando vio reunida tan numerosa concurrencia que se embelesaban con oírla, cantó entonces una nueva canción, todavía más dulce que las que había estado cantando, y que decía así cantándola en el idioma maya, que es el de las aves de esta tierra:
Juntúul chichan ch’íich’
u k’áat ts’okobeel,
ma’ tu páajtal Xuun,
mina’an u nu’ukul
Lo cual transcrito en nuestra lengua quiere decir: «Un pajarito quiere casarse, pero no puede hacerlo por no tener recursos». Y a esto agregó la compasiva a xk’ok’olche’:
Mina’an u xbak’al,
Mina’an u nook’il,
Mina’an u xáambil,
Mina’an u xáache’il,
Mina’an u néenil,
Mina’an u ch’ujkil,
Mina’an u nikte’il,
Lo que en nuestro romance se traduce así:
No tiene el collar,
no tiene el vestido,
no tiene zapatos,
no tiene el peine,
no tiene el espejo,
no tiene el dulce,
no tiene las flores.
Las aves, los demás animales, y aun algunos otros seres de la naturaleza, se sintieron profundamente conmovidos, pues resultaba que la pobre xts’unu’un carecía de todo, y se apiadaron tanto que cada uno fue ofreciendo aquella dádiva con que podía contribuir a que se efectuasen las bodas.
Y así cantó el ave xjóomxa’anil:
Que se hagan las bodas,
yo daré el collar.
Y fue esa joya la que ofreció porque el ave xjóomxa’anil que es amarilla, luce en el pecho un bello adorno de plumas que parece un collar.
Y así cantó la araña:
Que se hagan las bodas,
yo daré el vestido.
E inmediatamente se puso a hilar una de sus más finas telas.
Y así cantó el venado:
Que se hagan las bodas,
yo daré el calzado.
Aludiendo a que de piel suave habría de hacerse.
Y así cantó la iguana:
Que se hagan las bodas
Que yo daré el peine.
Porque la iguana está guarnecida de hermosas púas que bien podían hacer las veces del mejor peine.
Y así cantó un ojo de agua:
Que se hagan las bodas,
yo daré el espejo.
Porque las linfas de aquel manantial eran tan puras y cristalinas como el espejo de luna más diáfana.
Y así cantó la abeja:
Que se hagan las bodas
que yo daré el dulce.
Y voló a su corcho y se puso a laborar el mejor panal que había laborado hasta entonces.
Y así cantó el árbol bakalche’:
Que se hagan las bodas,
yo daré las flores.
Porque el bakalche’ produce unas bellas flores de muy blanco color.
Otros animales fueron ofreciendo más cosas tomándolas de sí mismos para que se efectuaran las bodas, las cuales en efecto se realizaron a los pocos días con gran lucimiento y contento de todos.
Por eso y desde entonces los pajaritos ts’unu’un, o sea los colibrís, van ricamente ataviados, pulcros y alegres, volando de flor en flor en cuyas corolas apenas pican para tomar un poco de miel, porque la abeja les hizo esa concesión, y por eso se les ve detenerse siempre inquietos sobre los receptáculos que hay en los campos, porque son los espejos en los cuales se miran.
Dícese que los novios fueron muy felices, pero que la Xk’ok’olche’ quedó tan profundamente impresionada del caso que desde eso sigue cantando de vez en vez aquella canción. Y no sólo la xk’ok’olche’, también de vez en vez, se oye que se alza tierna y doliente en la choza de palmas, entretanto la madre india adormece al hijuelo con ella.
Luis Rosado Vega
Continuará la próxima semana…