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El Alma Misteriosa del Mayab – XXX

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Leyendas del Mayab

XXX

DE COMO EN TIERRAS DE YUCATÁN FUE PERSEGUIDO JESÚS

Mucho y de gran alcance hay que decir sobre estas cosas.

Fue en estas tierras que del Mayab se dicen, donde el hijo del hombre también fue perseguido.

Oíd mi voz, dice el viejo Chilam, que es como decir agorero. Oíd mi voz los que estéis por oírla. Creed con vuestro corazón mejor que con vuestro pensamiento ya que él, que todo lo dispone pudo hacer hasta lo que parece que no pudo ser. Todo en su voluntad pudo haber sido y puede ser.

Y tú que ves y oyes las cosas extrañas de esta tierra, no te conformes con verlas y oírlas solamente, porque así no dicen nada. Mejor está el saber la razón de ellas.

El Gran Señor dio a los animales del campo la comida y el agua para su sustento. La comida en los granos. El agua en las sartenejas y en los cenotes. Y les dio también para mejor vivir los medios más propios. Al venado los pies para correr. A las aves las alas para volar.

Pero hay sus diferencias.

No todos los animales alcanzan el agua de los cenotes, porque para alcanzarla fuerza es llegar hasta el fondo de las cavernas donde se asienta. Y no todas las aves pueden entrar a las cavernas. Pero el indio sabe que eso es un castigo. El indio sabe que allá en los primeros tiempos todas llegaban. Hay aves que vuelan muy alto, pero otras casi no vuelan. El indio sabe que allá en los primeros tiempos todas volaban alto. Ha sido un castigo.

El mundo es la casa del Gran Señor cuando baja a la tierra. Todo el mundo es su casa, y así cuando viene a ella las cosas de su vida ocurren en toda ella, lo mismo aquí que allí o más allá. Porque ni su persona ni su esencia son ni fueron limitadas.

Oíd, entonces.

Ocurrió que un día Jesús pasó por tierras de Yucatán, en unión de la mujer que fue madre a pesar de ser virgen, perseguido por quienes querían matarlo.

–Son ellos, decían los árboles del camino, y deseaban sacar sus raíces del seno de la tierra para correr a protegerlos, amparándolos con sus fuertes y largos brazos.

–Son ellos, decían los animales y muchos hubieran querido ayudarlos levantándolos a cuestas. Pero la naturaleza quedaba estupefacta al paso de la divina pareja, porque sentía en sus entrañas que una fuerza invencible le impedía correr a los fugitivos.

Y esto fue así porque debía ser, para que se cumplieran las cosas que debían ocurrir.

Afanosos iban los que perseguían a Jesús en pos de sus huellas, cuando una sakpakal que es como decir la tórtola india, cantó desde un árbol.

En el vasto silencio en que estaba sumida la naturaleza, atónita ante la fuga del Dios blanco, el canto se oyó claramente.

–Preguntemos al ave que canta, dijéronse entre sí los perseguidores. Ella sabrá por dónde van los fugitivos. Y dijéronle: tú que estás allá arriba y puedes ver sobre las malezas y sobre las copas de los árboles, debes saber por dónde va Jesús. Dinos por dónde va.

La avecilla sakpakal es tímida y tuvo miedo. Poco antes había visto cruzar a los fugitivos, y cantó así en su idioma, esto es, en su idioma indio:

Jalal póokche, jalal póokche’, jalal póokche, lo cual dice. “Va por las orillas de la milpa quemada”.

Bordeando iban en efecto, Jesús y la Virgen, una milpa abandonada.

Y así fue como la avecilla denunció su paso.

Jesús sintió una gran tristeza en el alma porque uno de los pajarillos de su amor lo había denunciado. Pudo salvarse, sin embargo, pero desde eso el pájaro sakpakal no puede entrar a los cenotes. Y así no bebe el agua que hay en ellos que es fresca y abundante.

Porque dicho estaba que las malas acciones deben ser castigadas. Dicho estaba esto desde el principio de la vida. Así ocurre que durante las sequías que en esta tierra del Mayab son en demasía ardientes, el pájaro sakpakal sufre mucho de sed, pues las sartenejas del campo se agotan.

Continuaron los que perseguían a Jesús buscando sus huellas. Y de pronto dieron con el pájaro tsutsuy y le preguntaron:

¿Por dónde van los que van huyendo?

Y cantó el tsutsuy, en idioma de indios que también es armonioso como el canto de los pájaros:

Tsu’utsul bej, tsu’utsul bej, tsu’utsul bej, que fue como decir: “El camino está cerrado” de donde entendieron los perseguidores que no debían seguir por él.

Pero el camino no estaba cerrado. Franco estaba el camino, y por él huían Jesús y la Virgen. Así engañó el pájaro tsutsuy a los perseguidores quienes se despistaron, y el hijo y la madre pudieron ponerse a salvo.

Pájaro tsutsuy, desde entonces no sólo te está permitido entrar a los cenotes a beber agua, sino que toda caverna, aunque esté seca brotará agua para ti. Ese fue tu galardón por la generosa ayuda que diste a los fugitivos. Bebe, pájaro tsutsuy, no importa que la sequía consuma todas las aguas de los campos. Tú tendrás agua.

Entonces los soldados dijeron: No hagamos caso de lo que digan las aves. Mejor es ver lo que hacen. Por allí por dónde levanten el vuelo han de andar los fugitivos. Su paso las ha de asustar y levantarán el vuelo.

Jesús y María iban por un sendero estrecho cerca del cual discurría una parvada de pajaritos bech’es, que así se llaman las codornices de esta tierra, y los cuales, al sentir a los caminantes, azorados levantaron el vuelo tan ruidosamente, que la Virgen hubo de asustarse.

Por allí van sin duda, dijeron los perseguidores de Jesús que habían estado muy alertas, y corrieron a aquel lugar.

Los fugitivos escaparon, siempre pudieron escapar porque aún no era llegada la hora de la consumación, pero el pájaro beech’ por haber denunciado con su vuelo el paso de aquellos, fue condenado a no poder volar alto, sino muy bajo apenas, y a no poder anidar sino en las breñas y montecillos bajos.

Fue el castigo. Que el pájaro beech’, dijo el Gran Señor, de hoy en más quede a merced de los animales feroces y más al alcance de los cazadores.

Y Jesús y la Virgen continuaron su peregrinación a través de los montes, por los anchos caminos rojos de k’áankab, por las sendas angostas, o abriéndose paso a través de los bejucales y las plantas espinosas.

A la zaga les iban sus ensañados enemigos. Pero un pájaro que iba volando los divisó, divisó a unos y divisó a otros, a los que huían y a los perseguidores, y abatió el vuelo junto a las plantas de Jesús, cantando en su idioma maya:

¡Chibilub, chibilub, chibilub! que fue como decirles: “Ya vienen, distan muy poco”.

Con este aviso Jesús y la Virgen se pusieron a salvo nuevamente. Desde entonces aquel pájaro se llama como canta, chibilub, porque así lo quiso el Gran Señor que sabe disponer las cosas y llamarlas por los nombres que les son más propios, y desde entonces permitido le está volar muy alto y anidar en las copas de los grandes árboles, escapando así, como otros, de los peligros que lo cerquen. Y por eso también cuando canta, cantando su nombre, parece lleno de gozo y alegría. Habréis de saber que cosas semejantes siguieron ocurriendo, mientras Jesús y la Virgen huían, con las aves que encontraban a su paso.

Veréis que entre ellas las hay que cantan tan dulce y armoniosamente que su canto es igual a músicas divinas, y otras que cantan desapaciblemente o no cantan, y que las hay que vuelan muy alto como si quisieran registrar los cielos, y otras que apenas pueden levantar el vuelo, y que las hay de muy vistosos plumajes, ricos, ricos, ricos, tanto que es un deleite mirarlas y las hay de plumas tan pobres que dan pena.

Y eso es así porque las unas ayudaron en alguna forma a los fugitivos a escapar de sus perseguidores, y las otras en alguna forma los denunciaron.

Todo esto es lo que dice la voz que viene de muy alto, rodando sobre las espaldas de los años, y es la que repite el viejo Chilam. Oídla los que estéis por oírla.

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Nota.- Hermosa es esta leyenda. No la hay igual ni entre aquellas de las gentes hebreas en cosas de la vida y pasión.

Creeríase que se trata de influencias de la conquista o de la Colonia. Piense quien así piense que el ánima del castellano, conquistador o colonizador, era profundamente cristiana hasta en sus raíces más hondas. Y hubiera sido ir directamente contra el dogma eso de trasladar a otras tierras que no fueran las de Palestina, aquellas cosas y que mucho habrían de cuidar de no hacerlo y menos los misioneros.

Así habrá de creer que esa influencia se remitió a únicamente un acomodamiento de nombres. Caso de yuxtaposición puede llamarse sobre alguna vieja leyenda con igual motivo, fruto de la pura imaginación indígena, pues bien se ve cómo está saturada de todos los atributos de su imaginación, que relaciona siempre muy estrechamente a los animales de su tierra con cosas de la vida, con las más grandes o las más pequeñas.

O que cuando oyó la tradición bíblica, sintió el indio herida de modo tan vívido su imaginación, que la acomodó luego a su ambiente, a su mentalidad, cuyos rastros se ven claros en la trascripción, y así de todas maneras indígena resulta enteramente.

Pero hay cosas subsiguientes que hasta pasman. Atad cabos. Corren los siglos y van asomando imaginaciones y mentalidades ya no indígenas, sino europeas puras, y aún contemporáneas, y que vienen, ¡Oh, asombro de los inesperado, como a corroborar la estupenda posibilidad de algunas de esas cosas! Ya no es la leyenda, sino algo que se dice ciencia.

Ya en ocasiones se ha dicho por quienes dicen que pueden decirlo, gentes de estudio, que conectada estuvo en los tiempos muy viejos la vida judía con esta de la tierra del Mayab, en determinado momento. Y aún ha habido fantasía que puntualice hechos.

Se ha dicho que la lengua del Mayab es tan vieja como la más vieja y que es la lengua madre, y lingüistas expertos la encuentran muy afín a la hebrea buscando entre ambas semejanzas que de primer intento dejan admiración en la mente. Hay quienes han visto en las paredes de los más viejos monumentos las trazas del gran diluvio. Y así otras cosas. Y otras cosas.

Hay también quienes afirman en libros que sudan ciencia de investigación, que entre las tribus más antiguas que de allende los mares vinieron a poblar tierras de América, y especialmente estas del Mayab que son las más misteriosas, vino una rama de la judía desterrada de Egipto. Rocha y Chabre, de Lima, allá por el 1700 hizo una recopilación de muchas opiniones de esas de autores muy antiguos y que corren en su libro que llamó Origen de los indios; y que en ellas se marcan hasta los itinerarios seguidos, se cotejan léxicos y costumbres, y una porción de datos más, tan curiosos que impresionan o distraen.

Y luego la leyenda que se ha contado.

Luis Rosado Vega

Continuará la próxima semana…

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