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Eco de Espejos – XXXII

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XXXII

Himno por Altazor

 

Alto azoro, Altazor, altos instintos:

montañas alucinadas pones

en los pies y en los ojos de tus lectores.

Imágenes del mundo: cielos, ríos…

Fosforece en la luna, tan ufana

y desnuda de sombras

otro mar: espejismos.

Acontece la noche, el día, las batallas.

Suceden los ritos, los ritmos y los ruidos

de poemas en lucha.

Altazor el poeta, eres el hombre

que te creó:

el chileno Vicente Huidobro,

un ángel de muchas flamas,

burgués bárbaro que combatió

las falanges de gallinazos engreídos

y se alzó contra nubes de turbios mascarones.

Oh, Altazor el poema, siempre amaste

las luces, las voces y los vientos

que vienen de los astros.

Oh, Altazor es un hombre

de pie sobre el oleaje

de los sueños.

Vicente Altazor, forjaste armas:

árboles militantes

para la España sitiada, quebrantada,

con otros poetas de los mares libres

hiciste oír el himno de cenizas y gloria

por nuestra hermana España.

Conduces los ríos

que revuelven el mundo:

ríos de planetas parlantes.

Cazaste mundos con tus tigres verbales.

La poética de la llama fue la cruz

y el oriente de tus cantos.

Tu rayo calcinaba esqueletos

que al arder dieron luz.

Una serie de incendios, esto son los poemas.

Dijiste que el poeta es un pequeño dios

que crea otra vez las cosas al nombrarlas

con el ala y los dedos del relámpago.

El poeta vive hilvanando esas horas

permitidas a la existencia humana.

Eres el hombre, Altazor.

Tu voz nos llega inflamada de auroras.

Todo habla hoy en noche.

La muchedumbre marcha entre clamores

a combatir por la voz de los pueblos,

por la luz, por la Patria,

por el canto y la brisa,

por el trigo y los soles.

La tierra ama a los hombres verdaderos.

Entrega los frutos de la luz y del tiempo.

Los rollos del mar vivo despliegan nuevas leyes

para abrir ventanales a un claro humanecer.

Altazor, caminas ablandando las piedras.

Vienes al lado de los cristos recientes.

Yo me inclino a tu paso

y me envuelvo en las palabras de tu manto

y te ofrezco mis horas

y pongo ante tu espíritu

el fervor de mis pasos.

Apareces nuevamente en la estrella

que nos mira y nos toca.

Altazor, Altazor, Altazor…

Eres el hombre infinito.

En la niebla de estos días enciendes

estelas de candelas que nos guían.

 

Toluca, abril de 2011.

Raúl Cáceres Carenzo

Continuará la próxima semana…

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